Todo lo que envuelve el cuerpo femenino ha sido en mayor o menor medida un tema tabú que en la actualidad persiste, aunque avance lentamente mediante pequeños pasos. El silencio es algo que ha marcado la sexualidad femenina desde el origen de los tiempos modernos, y que inevitablemente ha repercutido en un gran desconocimiento de la fisiología sexual por parte de la mujer.
La censura del cuerpo femenino ha llevado a la represión de la sexualidad en todos sus matices, teniendo un peso muy importante en todo esto la religión. El catolicismo ha plasmado directrices de lo masculino y lo femenino, viéndose el hombre como un ser libre de expresar su sexualidad, a diferencia de la mujer cuya simple manifestación de sus deseos sexuales siempre ha estado mal vista.
El desnudo femenino se ha visto desde siempre en numerosas culturas como algo a ocultar, que es preferible no hacer público por la manera en que cuerpo y sexualidad es visto; obsceno e inmoral. Sin embargo, el arte ha plasmado el cuerpo y desnudo femenino en muchas ocasiones.
Eli Bartra, filósofa, profesora y escritora es pionera en investigación sobre mujeres y arte popular, y en su libro “Desnudo y arte” expone las diferencias en la manera de representar el desnudo femenino por parte de los hombres y las mujeres.
La representación masculina tiende al enfoque de una feminidad ideal, mientras que la femenina pretende plasmar una realidad más objetiva donde las mujeres se muestran diversas. Eli recalca en sus líneas cómo estas representaciones influyen en la sociedad puesto que: “nosotros como espectadores interpretamos y nos apropiamos de las imágenes, porque estos cuerpos desnudos también generan ideales y cánones de belleza”.
Estos cánones marcan las líneas de lo que una comunidad concibe como estéticamente agradable o incluso aceptable, de esta manera los cuerpos femeninos que más se ajustan a estos cánones o ideales de belleza serán, por ende, los expuestos en menor medida a la censura que el cuerpo femenino recibe y antaño ha recibido.
Los cuerpos de mujeres que “representan” más estos ideales, erigidos en gran parte bajo estándares fijados por hombres, serán consecuentemente los que más se expongan a la sociedad, los más visibles, y tendrán la aceptación de aquellos que tan solo consideran agradable lo que el canon de belleza estipule.
Por este motivo, ocurre lo que Germaine Greer relata en su libro “The Female Eunuch“: “la mujer es considerada como objeto sexual para el uso y la apreciación de otros seres sexuados, los hombres”. La mujer y su cuerpo se construyen al servicio del hombre y por consiguiente deviene numerosas veces en un cuerpo sexualizado.
El desnudo femenino se sexualiza y conlleva problemáticas actuales como la censura que ejercen redes sociales como Instagram hacia los pezones femeninos. La visibilidad de estos es símbolo de libertad y seguridad, algo que debería normalizarse para que dejara de verse obsceno a ojos de una gran parte de la sociedad, sino realmente como lo que son: algo natural.