El 26 de Septiembre de 1942, a las 6 y cuarto de la tarde, en el patio de la cárcel de Palma, una mujer comentó a sus compañeras que iba a la enfermería. Subió a la azotea, se sentó en la balaustrada y se tiró. Su nombre era Matilde Landa Vaz. ¿Qué la llevó a esta situación? Quién era esta mujer?
La movilización femenina durante el estallido de la Guerra Civil fue sorprendente. Esto impulsó la participación de las mujeres, tanto en el ámbito político como público.
Matilde Landa fue una de esas grandes mujeres, ampliamente politizada, se involucró en el proceso de transformación de este país. Ingresó en el Partido Comunista de España, aunque ya antes, en 1934, había participado en el Congreso Nacional de Mujeres Contra la Guerra y el Fascismo.
Durante el golpe militar del 18 de Julio de 1936, y fracasada la sublevación en Madrid, se enroló en el Batallón Femenino del Quinto Regimiento de Milicias Populares, unidad impulsada por Dolores Ibárruri, que quería que el Quinto Regimiento contara con compañía femenina. Llegó a realizar instrucciones militares. En 1938, se incorporó a la sección de Información Popular de la Subsecretaría de Propaganda del Ministerio del Estado.
Ese mismo año sería reelegida como miembro del Comité Ejecutivo Nacional del SRI. Y en marzo de 1939, fue designada a encabezar el PCE clandestino en Madrid.
Con la entrada de la a tropas franquistas en Madrid, recibió la orden de organizar la fuga de tres dirigentes del Partido, tras el fracaso de dicha fuga y capturado un camarada, brutalmente torturado, localizaron a Matilde Landa, siendo detenida el 4 de abril de 1939. Pasó a Gobernación el 12 de abril, donde la ofrecieron la libertad a cambio de que renunciara a sus ideas públicamente. Por supuesto lo rechazó.
El 26 de septiembre de 1939 fue juzgada, solicitando el fiscal pena de muerte. Ese mismo día pasaría a la prisión de Ventas, la primera prisión femenina de la posguerra. De las 17 000 mujeres presas que había en 1940 en España, 8000 estaban en la cárcel Ventas. Matilde Landa participó activamente dentro de Ventas en la llamada “oficina de penada“, donde tramitaban recursos a las condenadas a muerte, aunque los resultados eran discretos, una de las beneficiarias de esta labor fue Rosario Sánchez Mora, “La Dinamitera”.
En 1940, tras su juicio, y gracias a las gestiones de su hermana Aída, le conmutaron la pena de muerte por la de inferior grado y fue enviada a la prisión de mujeres de Palma de Mallorca el 2 de agosto de 1940.
En esta prisión su vida fue marcada por las religiosas, las presas eran obligadas a ir a misa, comuniones, bautizos y confesiones. La Institución de Acción Católica, así como el capellán penitenciario, pusieron su empeño y esfuerzo en la cristianización de Matilde Landa, para descabezar la resistencia de las presas políticas y por el éxito propagandístico que hubiera supuesto para el régimen.
No lo consiguieron, aunque Pérez Cerdá, fraile, tras su muerte, comunicó a Aída Landa, que su hermana había sido bautizada “in artículo mortis“.