Martin Scorsese, el cineasta que más vocaciones ha despertado (quizás después de Orson Welles), hablaba hace poco de las películas de Marvel y de superhéroes en general, definiéndolas como “parques temáticos” y aduciendo que “no son cine de verdad”. Una opinión bastante discutible, pero opinión al fin y al cabo. Sin embargo, me gustaría preguntarle acerca de la nueva película del Joker, ya que es, probablemente, la película más pura y orgánica del cine actual, basada en un personaje de tebeos.
Precisamente, en la nueva versión del personaje trasladada a la pantalla grande, hay enormes cantidades de Scorsese. No es casualidad que Robert De Niro, actor fetiche del autor, represente un papel importante en la cinta. Y es que está saliendo a la palestra la famosísima Taxi Driver, en la que De Niro representa a un taxista que va despertando poco a poco su locura interna, que acaba explotando en una última secuencia inolvidable. Sin embargo, el referente del que más bebe Joker, la nueva película de Todd Phillips, es de El Rey de La Comedia.
Dicha película fue saludada con una indiferencia (en el mejor de los casos) inexplicable. Fue vendida al público como una comedia pura. Nada más lejos de su verdadera esencia, ya que es la película de un hombre tremendamente frustrado que decide cumplir sus objetivos a costa de todo y de todos. Un maníaco obsesivo que, reprimido por la sociedad, actúa de manera errática para llegar a presentar su propio programa de comedia. Un hombre sin gracia obsesionado con tenerla.
Es esto lo que nos quieren transmitir Todd Phillips (director) y Joaquin Phoenix (actor) con esta nueva interpretación del Joker. Hacernos reflexionar sobre quien lleva la culpa sobre sus hombros: el individuo o la sociedad que lo rodea. Quién es el verdadero asesino, el que da la orden o el que aprieta el gatillo.
Todo ello, aderezado con una actuación desatada del propio Phoenix. El estadounidense está de dulce en esta cinta, demostrando que lleva la tragicomedia en sus venas. Consigue transmitir desesperación, traición, preocupación y miedo tanto con la risa como con el llanto. Una actuación portentosa que, por sí sola, merece el precio de la entrada a la sala de cine.
Por otro lado, la dirección de Phillips está a la altura de su reparto. No resulta muy ostentoso en el movimiento de la cámara y consigue un mundo de colores que engrandecen la fotografía. No obstante, el mayor valor en términos técnicos, está en la producción, ya que logra recrear una Gotham de delincuencia incipiente, mostrando una bomba debajo de la mesa esperando a explotar en el momento más oportuno. Un empujón en un mal día. Una sonrisa donde todo es terror.
Hay algo inevitable en las buenas historias, y es que el espectador se sitúa a favor del protagonista. Inexorablemente. Por lo tanto, a mitad del visionado de Joker, uno se encuentra a favor y apoyando a una mente insana y desquiciada. Porque despierta en el espectador pena y ternura a partes iguales. De este modo, el payaso comienza a verse legitimado a realizar ciertas acciones delictivas, a las que, paulatinamente, se va sintiendo atraído conforme la locura avanza en su mente. Porque comienza a repetirse un mantra que caracteriza a muchos villanos: no es mi culpa, el mundo me ha hecho así.
A pesar de tantas opiniones y tanta campaña de publicidad, las cientos de personas que han llevado a cabo la hazaña de presentar este Joker, pueden estar orgullosas de su trabajo. No es una obra maestra, pero sí una muy buena película. Consigue lo que se propone, y eso ya es todo un logro. En términos comiqueros, es una versión única y no demasiado oficial, ya que el verdadero Joker tiene un pasado desconocido, ya que, siendo incierto, da la sensación de que cualquiera podría llegar a convertirse en ese bromista sin gracia dispuesto a hacer lo que sea para conseguir su sueño.