¿Presidente? ¿En serio? Me niego en rotundo. Ya me costaba calificarlo con el nombre que se le da a quién obtiene el poder ejecutivo mediante elecciones libres a pocos meses de que llegase a la presidencia, porque venció aprovechándose de la imagen de Rafael Correa y llevando un programa electoral que le ha servido solo para hacer lo contrario de lo que en él se recoge.
Me dolían las manos al teclear ese cargo al hablar de Lenín Moreno cuando dio un golpe de estado a su propio vicepresidente porque no le seguía en su traición al pueblo, sentía frustración al pronunciarlo sabiendo que la pobreza crecía al mismo ritmo que la persecución a la oposición política.
Mi centro cerebral del lenguaje me impide seguir haciéndolo a día de hoy. Simplemente no puedo. No es ya el robo del voto popular del CPCCS, INA INVESTMENT, los recortes en sanidad y educación, la vulneración de la constitución para impedir el regreso de Rafael Correa, el traslado injustificado de Glas, el medio millón de personas que han regresado a la pobreza, el ataque a los medios, el montaje del Caso Glas, las privatizaciones, el aumento del combustible, el ataque a los derechos laborales… Es que hay asesinados por las fuerzas represivas del régimen.
Hablamos de volver a vulnerar la Constitución para decretar un estado de excepción injustificado en cuanto a que las causas para las que fue previsto no se dan a día de hoy, con lo que desatar una represión brutal con la que sembrar el miedo y desmovilizar las protestas. Y solo para no ser juzgado por su propia corrupción de INA INVESTMENT.
Lenín Moreno, y lo digo sin pedir perdón a nadie, es un dictador con maneras fascistas importadas directamente del siglo XX, en concreto de Augusto Pinochet y Francisco Franco.
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