La semana pasada se ha llevado a cabo un acto execrable, por su forma y por sus consecuencias. Hace unos días, después de 44 años, se ha exhumado el cadáver del dictador genocida Francisco Franco del mausoleo que, como un vulgar faraón del siglo XX, él mismo se construyó para servirle de tumba.
La semana pasada se ha llevado a cabo una de las mayores humillaciones que la democracia española ha dedicado a las víctimas del franquismo. Esta semana, un gobierno “socialista” ha vuelto a despreciar a aquellos que aún están en fosas comunes, en cunetas, y que lucharon por la libertad y la República.
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El circo mediático alrededor de la exhumación del dictador se inició ya hace meses. La idea ha sido largamente meditada por el gobierno socialista. La forma fue analizada para que tuviese el menor impacto posible. Las cosas se podrían haber hecho bien, mal o muy mal. Pero, a pesar del tiempo que han tenido y los análisis que pudiesen llegar a hacer, la exhumación ha sido una de las mayores chapuzas que se podrían haber hecho.
Al final, algo como una exhumación, que debería haberse hecho en silencio, sin publicidad, sin testigos casi, se ha convertido en un circo, en un homenaje de exaltación del franquismo más rancio.
Lo que debería haber sido un intento de reconciliación con las víctimas se ha convertido en un teatro, en un vulgar homenaje al dictador, con una vergonzosa puesta en escena, orquestada y admitida por un gobierno “socialista”, que ha cedido a los chantajes de la familia del dictador, de los sectores más ultras de la derecha, y se ha convertido en una mera comparsa de este circo. Creo que miles de socialistas de verdad estarán revolviéndose en las cunetas ante el espectáculo.
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Lo que han conseguido ha sido humillar, insultar, avergonzar a las víctimas, a sus familias, al permitir sacar al dictador con “vivas a Franco”, en una concentración que debería ser ilegal, en la que las fuerzas de seguridad del Estado han tenido una presencia meramente de compadreo. ¿Por qué la policía no ha actuado en esa concentración, que debería estar prohibida por la Ley de Memoria Histórica? ¿Por qué se ha dejado pasar a un auténtico golpista, Tejero, con pasillo policial incluido, a pesar de no estar acreditado? ¿Dónde están hoy los constitucionalistas?
La presencia de un miembro del gobierno le dio un carácter de oficialidad, de institucionalidad. Sin embargo, la misma ministra de Justicia que cumplía con su deber, Dolores Delgado, no tuvo ningún reparo en abandonar el acto de homenaje en Mauthausen, cuando se recordó a los presos catalanes. En el Valle no ha abandonado el acto, ni la cara seria que la ha acompañado, cuando se ha escuchado el “viva Franco”.
La sensación final es que se han trasladado los restos de un lugar de exaltación a otro, en medio de una especie de funeral de estado, a mayor gloria del dictador y del franquismo.
Con la exhumación no hemos cerrado todas las heridas, ni mucho menos. La reconciliación no llegará hasta que los torturadores y criminales sean juzgados. Hasta que los fusilados, los exiliados, los de las cunetas, sean honrados, reconocidos y dignificados. ¡Nunca antes!
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Al contrario de lo que algunos han querido vendernos, no se abre ninguna nueva etapa en la democracia española. El Valle de los Caídos seguirá siendo un lugar de peregrinación, igual que el nuevo mausoleo del dictador. Si la idea no era desplazar de sitio un mero cadáver, se han equivocado. Si la idea era intentar avanzar en la consolidación democrática, se han equivocado. Los restos del franquismo siguen vivos en nuestras instituciones.
La exhumación ha llegado tarde (44 años tarde, porque no tendría que haberse enterrado al dictador en el mausoleo), mal (un circo mediático y fascista), con privilegios a los familiares (que se niegan a las familias de los represaliados). En lugar de ser un acto de rechazo de la dictadura se ha convertido en un desprecio para las víctimas.
Al contrario que en Alemania, en España Franco y el franquismo aún gozan de buena salud en las instituciones, de monumentos levantados en su honor, de una fundación que enaltece su figura, amparados por un gobierno (sea del color que sea, da lo mismo cuándo se lean estas líneas) que predica que es necesario olvidar el pasado. O, al menos, una parte de ese pasado. Se pide que olvidemos una guerra perdida, pero también unas esperanzas perdidas. Mientras tanto, la memoria sobrevive en las conmemoraciones en países extranjeros, que sí supieron reconocer el valor de esa lucha. O en la memoria de aquellos que vinieron a España a derramar su sangre por la República y la libertad.
Han sacado al dictador de su mausoleo, pero la lista de agravios aún es muy larga. Anulación de los juicios y de las condenas de los tribunales franquistas. Anulación de la ley de amnistía de 1977 que ha servido de coartada a los criminales. Actualización y ampliación del mapa de fosas comunes. Reparación del expolio económico producido a los republicanos y, como consecuencia, expropiación de las fortunas ilícitas que se amasaron durante ese período. Investigación y juicio de los crímenes del franquismo y la Transición. Creación de un censo de víctimas, relacionado con una base de datos de ADN. Creación de una auténtica Comisión de la Verdad.
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El estado debe garantizar el apoyo y los fondos necesarios para exhumar a los desaparecidos forzosos. Análisis y condena del papel de la Iglesia católica antes, durante y después del golpe de estado. Ampliación del concepto de víctima para englobar a familiares, internados en campos de concentración, víctimas del robo de bebés, etc. Reconocimiento e indemnización por el trabajo esclavo. Retirada completa y definitiva de toda la simbología franquista de las calles. Modificación del currículo escolar. Y un largo etcétera…
En definitiva, para cicatrizar las heridas es necesario profundizar en la lucha por la memoria democrática y contra la impunidad del franquismo. No es momento de celebraciones, de ponerse medallas, cuando aún hay miles de luchadores por la libertad esperando su dignificación. Cuando aún ha sido imposible sacar al franquismo de las instituciones “democráticas”.
Esta semana ya ha pasado. Ahora toca seguir luchando por la memoria, por los derechos de las víctimas de la represión franquista. Ahora toca que se exhumen, con los mismos honores, los restos de los muertos que están en fosas comunes, en las tapias de los cementerios, en las cunetas. Pero no será así. Eso ya se sabe.
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