La prejubilación se ha vuelto una herramienta necesaria cuando se soportan trabajos precarios durante un tiempo prolongado, ese es un pacto consensuado entre la empresa y el trabajador, en el que la empresa abona un porcentaje del sueldo al trabajador además de percibir una indemnización y cobrar una prestación por desempleo.
Además de retrasar cada vez más la edad de jubilarse, los trabajadores se enfrentan a un sistema que no cubre las necesidades de todos, este es el caso de las rederas gallegas que no tienen derecho a prejubilarse. Con firmeza, el colectivo gallego alega que “si este trabajo estuviera bien pagado, no lo estarían haciendo las mujeres“, y es que a diferencia de los marineros, que hace décadas que disfrutan de la jubilación anticipada, ellas no pueden contemplar la prejubilación.
Es una evidencia de que las condiciones laborales de estas mujeres en su día a día, son de lo más desfavorables, ya que trabajan a la intemperie enfrentándose a unas durísimas condiciones climatológicas . Por otra lado sufren una incertidumbre constante ya que no tienen un salario cerrado ni horarios fijos.
Además de sufrir la precariedad laboral, son ignoradas por el Ministerio de Trabajo, cuando en abril de este año les prometieron mejoras y siguen con su realidad intacta.
La portavoz del colectivo en Galicia, Verónica Veres cuenta cómo de indignada está con el hecho de que todo el mundo hable de romper el techo de cristal mientras a ellas se les imponen una triple capa. Se sienten invisibilizadas por un sistema que no les da respuesta, muchas de ellas se enfrentan a graves problemas de salud, muchos de estos relacionados con el trabajo.
Cuentan cómo en un momento, los trabajadores en el mundo marítimo se unieron durante el desastre del Prestige, se asociaron para mejorar las condiciones de los trabajadores, pero enseguida se disiparon todas esas ansias de cambio favoreciendo al género masculino, que ya se acomodaron en sus condiciones laborales, y ahora ellas se encuentran solas en la lucha.
Desde Euskadi el colectivo de rederas las respaldan, ya que ellas sí que son apoyadas por los trabajadores que forman las cofradías. Una clara diferencia entre las rederas vascas y las rederas gallegas, es que las vascas disponen de calefacción y son las asociaciones las que asumen el gasto de las instalaciones, mientras que las gallegas sobreviven en la humedad de la intemperie.
Tienen claro que el problema es de la juventud que no quiere heredar el trabajo de sus progenitores, ya que ha visto lo que es “vivir para trabajar” cuando saben que debería ser “trabajar para vivir”.