Visto el último debate electoral y vista la falta de interés de Pedro Sánchez por intentar llegar a un acuerdo de gobierno progresista de izquierda, se hace imprescindible analizar las consecuencias de un posible acuerdo de “gran coalición” entre PSOE y PP. Un acuerdo que han estado “insinuando” desde ambos partidos, para luego tacharlo de una “ocurrencia” que no iba a tener lugar.
Desde su fracaso en abril, Sánchez ha endurecido su viraje hacia el “centro”, buscando los votos moderados perdidos por Ciudadanos y PP. Para ello, también ha endurecido sus propuestas y discurso, prometiendo reformas legales incomprensibles.
Olvidando, al mismo tiempo, algunas de sus grandes promesas progresistas, que desaparecieron durante su etapa como presidente del gobierno. Desde abril, ha buscado la complicidad de la derecha, sin asumir que problemas como el catalán solo se resolverá mediante el diálogo y no con la represión, buscando cazar el voto más españolista.
Si un acuerdo de izquierda que parece cada vez más imposible, la derecha está dispuesta a reeditar los gobiernos de coalición, con el apoyo de VOX, tal como ya han hecho a nivel municipal y autonómico. Pero los números parece que tampoco dan resultados.
Sánchez ha demostrado que ya no compite en la izquierda para arañar los votos de Unidas Podemos, sino que piensa dar esa batalla en el centro, para recolectar lo que pierdan las derechas.
La Groβe Koalition
En Alemania, la primera “gran coalición” se formó en 1966, aunque se ha reeditado en diversas ocasiones. Por ejemplo, en 2005, el canciller socialdemócrata Schröder formó un ejecutivo de concentración con la CDU/CSU. Y la canciller Merkel ha liderado tres gobiernos de gran coalición con el SPD.
Las encuestas de intención de voto están dejando un panorama tan desolador, o más, que en abril: baja el PSOE, sube el PP, baja Ciudadanos, baja Unidas Podemos y se mantiene VOX. Esto lo mantendría todo igual, todo paralizado. En la actual situación política de España, parece que solo una alianza entre PSOE-PP permitirá salir del actual bloqueo político.
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Un nuevo bloqueo supondría un enorme descrédito para la clase política, sobre todo para los dos representantes del bipartidismo. Algunos medios de comunicación insisten machaconamente en la idea de que los dos grandes partidos “están condenados” a entenderse, y que la única solución posible (y deseable) es la “gran coalición”.
Por eso, la presentan como la única solución ante las crisis que asoman en el horizonte: la recesión económica, el conflicto catalán, el Brexit, la paralización de las instituciones (muchas de ellas pendientes de renovación), etc. Ante este panorama, la “gran coalición” se presenta como la única solución viable, una solución “a la alemana”, respaldada por Europa.
Los sectores conservadores ven que, dada la incapacidad electoral del PP, esta solución sería la más razonable para que ese gobierno de coalición pudiese abordar los “asuntos de Estado” que España tiene planteados, con suficiente consenso. También plantean el temor (infundado, a todas luces) de que Sánchez llegue a un acuerdo de gobierno con lo que denominan “izquierda radical” y los separatistas.
Un gobierno de coalición PSOE-PP supondría el final de todas las trabas que han existido, hasta ahora (aunque fuesen ya muy tímidas), a la aplicación de políticas económicas y sociales de corte neoliberal, que podrían acabar, definitivamente, con el Estado del bienestar, tal y como lo conocemos, para beneficio de los grandes sectores económicos que son, en realidad, los que controlan la política española.
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Por tanto, se trataría de un ejecutivo lastrado por la defensa de los intereses del IBEX. También impediría, de forma absoluta, cualquier intento de solución negociada del conflicto catalán: la “gran coalición” sería la peor de todas las respuestas posibles a la agravación del conflicto catalán.
El PSOE ha demostrado, durante los meses que jugó al “ratón y al gato” con la posibilidad de una coalición con Unidas Podemos, que nunca tuvo la voluntad real de llegar a un acuerdo auténtico. En ese proceso, se centró en sus propios intereses, obstaculizando toda negociación. Y llegando al punto de preferir una negociación con la derecha, antes que un acuerdo con UP.
Otros procesos de “gran coalición” que se han ido planteando han llegado con pactos que han afectado visiblemente a la ciudadanía: el pacto antiterrorista, la reforma del artículo 135 de la Constitución, la “ley mordaza”, la no dación en pago, la ley de abdicación, etc.
El régimen del 78
Aunque lo pueda parecer, la idea de una posible “gran coalición” no es nueva en el ámbito de la política española. A pesar de que ya hace algunos años que ha acabado el sistema bipartidista, aún no ha acabado la dualidad de dos grandes partidos, PP y PSOE, que plantea serios problemas al resto del arco parlamentario.
En caso de producirse la “gran coalición”, los grandes retos a superar serían las propuestas económicas y sociales (impuestos, reforma laboral, pensiones, educación, sanidad, medioambiente, etc.). Sin embargo, la deriva “centrista” del PSOE podría propiciar acuerdos en todos esos temas fácilmente. Esto supondría un gran retraso para el país y, en especial, para la ya muy castigada clase trabajadora.
Además de la opción de la “gran coalición”, existe también la posibilidad de mantener un bipartidismo “camuflado” en pactos de Estado: sin ministros del PP, pero adoptando el reparto de cuotas en el poder judicial, los temas económicos, el control de los medios de comunicación, etc. Es decir, repartiéndose la tarta de los puestos de influencia, como han hecho hasta ahora.
Según los expertos, la situación política en España se ha vuelto “extremadamente volátil”. A eso se une un espectro político muy fragmentado, como no se había conocido hasta ahora.
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Evidentemente, la perspectiva de un gobierno de “gran coalición” hace la boca agua a los grandes intereses económicos, que abogan por la estabilidad y, sobre todo, por la posibilidad de un acuerdo entre partidos que ya le son favorables. De ahí el veto que impusieron a Sánchez sobre la posibilidad de un acuerdo con UP. Optan por un gobierno que sea fuerte y afronte la legislatura defendiendo sus intereses.
Por eso, en caso de producirse, la “gran coalición” estaría bendecida por el IBEX. Porque garantizaría esa estabilidad que buscan los negocios en un momento especialmente delicado. Además se asegurarían unos presupuestos capaces de hacer frente a la coyuntura actual, a las reformas estructurales que, para la clase trabajadora, se vislumbran, como siempre, traumáticas. Por eso, la posibilidad de un acuerdo con UP apenas tuvo una posibilidad de supervivencia.
La “gran coalición” nacerá con la excusa de que es necesaria para evitar que se rompa el sistema democrático español. Nacerá con la excusa de que debe cimentar la arquitectura democrática, garantizando un clima de estabilidad, similar a la “gran coalición” alemana. Es decir, siempre en virtud del “interés general del Estado”.
La alternativa que proporcionaba el bipartidismo garantizaba que el gran consenso sobre el orden político y económico no se viese alterado. Con los nuevos escenarios políticos y electorales, ese gran consenso se vio amenazado. Ese consenso se ha evidenciado en numerosas ocasiones: si hay que pagar la deuda, se recorta la sanidad o las pensiones y, salvo declaraciones públicas, PSOE y PP están de acuerdo. Lo mismo sucede si hay que recordar los derechos laborales o la protección social, para mantener al capital contento.
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La “gran coalición” aparece como una forma de salvaguardar los intereses de los partidos políticos, que funcionan como defensores de los intereses económicos superiores. Pero la ciudadanía ha comenzado a descubrir que, a pesar de que se justificaba por el bien de la convivencia y el progreso, las medidas adoptadas benefician a los privilegiados y perjudican a los trabajadores: no siempre lo que interesa a los partidos políticos y a sus dirigentes es lo que interesa o beneficia a la ciudadanía.
Sin embargo, el PSOE tal vez debería recordar la experiencia griega, en la que la “gran coalición” de conservadores y socialistas tuvo como consecuencia el surgimiento de Syriza.