Trece meses exactamente separan la primera y la tercera convocatoria de huelga en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), una cantidad enorme y que debería hacer remover conciencias y cargos en la dirección de esta universidad pública. Además, cada una ha sido convocada por motivos diferentes y buscando diferentes objetivos, pero siempre compartían la crítica directa a los órganos de gobierno y la reclamación de dimisión del rector, Javier Ramos.
La primera de estas fue una huelga de un día, el 27 de septiembre del pasado año. Acababa de salir a la luz un nuevo escándalo de trato de favor a personajes de la política, en este caso la ministra de Sanidad Carmen Montón, quien posteriormente acabaría dimitiendo.
El ambiente ya estaba más que caldeado con los casos de Pablo Casado y Cristina Cifuentes, casos indecentes de falseamiento de expedientes y de regalos de títulos a estos importantes políticos del PP. Tras la concentración frente a rectorado en la que participaron cientos de alumnos (para sorpresa y alegría de los convocantes), representantes estudiantiles se presentaron ante el rector para exigirle su dimisión, a lo que la respuesta fue no.
Manifestación frente al rectorado contra la corrupción universitaria bajo el lema “a nosotros no nos regalan nada”. Septiembre de 2018.
A finales de febrero la situación era diferente. La universidad, no contenta con desprestigiar los títulos de sus alumnos por conseguir favores políticos, puso en marcha un plan de extinción de grados en varios campus. Esto se traduciría en un enorme aumento de las dificultades para los alumnos de dichos grados (especialmente para quien suspendiese) y en imposibilitar en la práctica la conciliación de la vida estudiantil y laboral de dichos alumnos.
La huelga duró una semana entera y las movilizaciones fueron muy destacables: piquetes, pasaclases, cierres de edificios por parte del alumnado, manifestaciones e incluso un encierro en rectorado que llegó a superar la cifra de 700 asistentes. De nuevo, los grandes esfuerzos por parte del movimiento estudiantil se quedaron sin obtener recompensa, ratificándose el nuevo plan de estudios y sin ningún cambio en la dirección.
Concentración que culminó toda una semana de lucha estudiantil en contra del nuevo plan de estudios. Febrero de 2019.
Se suele decir que no hay dos sin tres, y el pasado 28 de octubre se confirmó. La URJC empezó un plan para absorber al Instituto de Danza Alicia Alonso (IDAA), órgano encargado de impartir cuatro titulaciones con sus respectivas especialidades. En principio no tendría por qué ser un mal plan; una universidad pública amplia sus grados en detrimento de una institución semiprivada. El problema aparece en el cuándo y el cómo se planifica.
El plan pretendía cambiar todas las asignaturas a los alumnos a menos de mes y medio para que comenzase la época de exámenes. Además, al cambiar las asignaturas se cambiarían también los docentes, siendo así despedidos todos los profesores del IDAA.
El alumnado decidió emprender una nueva huelga que parase dicho sinsentido. Además, hay que recordar que el cambio de asignaturas conllevaría un parón en la materia, algo muy perjudicial para los alumnos de modalidades que necesitan un entrenamiento continuo, algo que sus profesores (aún sabiendo lo posible que era su despido) les ayudaron a remediar.
Tras una semana en la que se dieron a conocer con reuniones, recogidas de firmas, piquetes y manifestaciones por el campus, la cita importante llegó el jueves 31 con una concentración frente al rectorado. Estas movilizaciones, además, contaban con la espectacularidad que estos alumnos le daban gracias a sus actuaciones de música y baile.
Concentración del alumnado de danza frente al edificio de rectorado. Octubre de 2019.
En esta ocasión, hay por fin final feliz. Tras pasar el caso por los tribunales, la justicia acabó dando la razón a los alumnos, que mantendrán su plan de estudios y sus profesores.
El recurso de la huelga es uno de los métodos de lucha que mayor impacto tiene, aunque también refleja un momento desesperado en el que se ha perdido la fe en los recursos legales. Sea como fuere, el movimiento estudiantil se apunta esta vez una importante victoria (en un ámbito donde es muy complicado cosechar triunfos).
No obstante, el siempre cuestionado equipo de gobierno de la URJC, con Javier Ramos a la cabeza, sigue intacto, impune y aprobando medidas como la subida de precios de la cafetería o terminar con la gratuidad de las instalaciones deportivas.
Pese a ello, que un equipo directivo (de cualquier ámbito) sea capaz de resistir tres huelgas sin ninguna consecuencia es algo que llama mucho la atención. Esto responde a la realidad instalada dentro de prácticamente la totalidad de las universidades españolas. Dentro de estas existe un complicado entramado jerarquizado donde predomina el nepotismo y el trato favorable a cambio de mostrar apoyo a los rectores.
El ejemplo de la Rey Juan Carlos es ilustrativo, pero no es ni mucho menos extraordinario dentro de España, donde dentro del tejido universitario público se suceden elecciones a rector con un solo candidato, plagios de tesis y, lo que es peor, desprestigio del estudiantado.