Christian Rodríguez es el responsable de Relaciones Internacionales para América Latina y el Caribe del movimiento Francia Insumisa de Jean Luc Melenchon. En esta entrevista, nos comparte algunas ideas de las protestas que sacudieron Francia y que pusieron en debate las políticas del Tratado de Maastricht, así como su mirada sobre los problemas de América Latina .
Una de las cosas que llama la atención en América Latina y en Perú en particular, es cómo en una de las economías más grandes de Europa y del mundo, surge un movimiento tan explosivo y contestatario como el de los “chalecos amarillos”, ¿cuál es su lectura sobre este tema?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que estamos en un contexto político de movilizaciones masivas en todo el mundo. Lo que era el fin de la historia, llamada por la derecha más dura que decía que se había acabado el ciclo progresista, pues deben estar mordiéndose los dedos porque la realidad está dando otro dato. Ahora, si analizamos la situación social y política con los esquemas tradicionales de izquierda y derecha para interpretar estos fenómenos, entonces nos vamos a encontrar con dificultades en el análisis; y por lo tanto, a mal diagnóstico malas soluciones, y necesitamos intervenir y ser capaces de aportar una alternativa para modificar la durísima realidad que viven nuestros pueblos; en el caso particular de Francia, nadie se puede imaginar que la quinta potencia mundial viva hoy con más de nueve millones de pobres.
Nosotros tenemos otra matriz de análisis que se explica a través de lo que hemos llamado la teoría de la era del pueblo y de las revoluciones ciudadanas. Lo que llamamos revoluciones ciudadanas es en el fondo una reivindicación de soberanía del pueblo que se extiende en todos sus niveles.
En ese contexto resurge un sujeto social llamado pueblo, que no es otra cosa que una alianza de las clases populares y las clases medias que se unen con mucha fuerza en torno a reivindicaciones comunes que tienen que ver, casi todas, con la urgencia de recuperar el control sobre el uso del ecosistema por parte de las mayorías.
Cuando me preguntas sobre los chalecos amarillos y su irrupción en la escena política, pues te digo que ellos revientan a partir del alza de los combustibles que es una reivindicación inicial, pero que da cuenta de un hartazgo grande de la gente por no poder llegar a fin de mes y con salarios que solo sirven para la sobrevivencia.
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El combustible es en la ciudad y en las periferias cercanas a París sinónimo de movilización social, por eso, subir el precio de la gasolina es dejar a miles en la exclusión, porque hoy para trabajar te desplazas de periferia en periferia y esto hace que en algún momento movilizarse ya sea imposible.
En Francia, la movilización por el combustible fue un detonador, la chispa que prendió fuego y encendió la pradera a otros temas como el de la jubilación, el derecho a la salud, a la universidad pública, entre otros temas.
La llegada de Macron al gobierno ha sido sólo para vender Francia al mejor postor. Y Francia, que es un país maravilloso en cuanto a servicios públicos, porque tiene trenes de lujo que fueron del Estado, tiene sanidad pública, educación gratuita, universidades y ahora llegan los privados y ¿qué hacen?, la compran, pero no para crear beneficio, no para ayudar a la gente a acceder a servicios básicos, sino para privatizarlas y obtener rápidamente utilidades. Entonces, es interesante lo que está pasando con los chalecos amarillos porque son hijos de la propia construcción de este modelo de privatización, del lucro y del enriquecimiento a cualquier precio que se ha generado en todos estos años.
Es esencialmente, entonces, un movimiento de rechazo a las políticas económicas neoliberales
Con la llegada del último gobierno del Partido Socialista con Hollande, todos los modelos que se han aplicado en Francia tenían el mismo objetivo, la implementación de políticas neoliberales. Fue una vergüenza desde el punto de vista de la izquierda, y en la práctica, Hollande ha logrado la casi desaparición del Partido Socialista.
Podemos afirmar que Hollande fue el mejor presidente de derechas que ha tenido Francia, ya que en su gobierno se abrieron todas las puertas para pavimentar la aplicación de políticas económicas neoliberales de forma agresiva y sin ningún interés por el consenso social.
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A partir de esto estamos hablando de nueve millones de personas en estado de pobreza, cerca del 11% de jóvenes que no pueden acceder a la universidad por el acelerado proceso de privatización al que están siendo sometidos los centros de enseñanza superior y una sanidad pública cada día en peores condiciones.
Este país tiene las mismas condiciones para estar montada en cólera como en Chile, Haití o el Líbano, pero pasa que es más difuso el mensaje, y por otro lado, no hay que olvidar que Macron ha implementado una agresiva política represiva que hasta hoy lleva tres mil personas enjuiciadas o en prisión por el movimiento de los chalecos amarillos, además de 176 personas sin ojo, producto de una brutal represión.
Pero estos modelos sólo se pueden sostener en base al rol de los medios de comunicación y de las fuerzas represivas, que actuando con la complacencia de los aparatos judiciales han logrado instrumentalizar la justicia para sus fines .
¿Y cuál es el rol que han jugado los partidos de izquierda? Al parecer han desaparecido en estas luchas
Primero decir que los sindicatos han mirado con mucha desconfianza. Los partidos de izquierda tradicionales con una clásica lectura, de que si no vas a la vanguardia o no eres quien lleva el proceso, entonces no eres de los nuestros.
De forma particular creo que hay un fracaso de la izquierda tradicional al leer estos procesos sociales, pero además, hay una lectura muy antigua que tiene que ver con la vieja concepción de lo que entendemos como la vanguardia, las masas, el pueblo y la construcción política.
Para nosotros ese esquema está muerto. Los chalecos amarillos eran masas amorfas que al parecer no esperaron la llegada de esa denominada “vanguardia” para ser concienciada o ser dirigida. Ese esquema de entender la construcción del nuevo sujeto político está roto, primero porque no estuvieron nunca ahí. Incluso nosotros, los de Francia Insumisa tuvimos muchos inconvenientes para relacionarnos con el movimiento, había desconfianza, rechazo a los partidos y organizaciones políticas y no se entendía que la tarea prioritaria era sumarnos y ponernos a disposición. En ese escenario, se hace difícil crear relaciones de confianza con la gente y el pueblo, ya que están en una fase de rechazarlo todo, del ¡que se vayan todos!, incluidos los partidos políticos.
Esta ha sido la primera parte de la entrevista realizada a Christian Rodríguez. Próximamente publicaremos la segunda.