En los últimos meses se ha podido ver una tendencia muy preocupante en el Parlamento Europeo, que se está convirtiendo, progresivamente, en una tendencia al blanqueamiento del fascismo en las instituciones, con el apoyo de los partidos políticos conservadores con representación en Europa.
Ese proceso se plasmó, en septiembre de este año, con la aprobación de una resolución, por una amplia mayoría, denominada “Europa debe recordar su pasado para construir su futuro”. Se basa en una idea errónea, política y cultural, que debe ser totalmente rechazada.
En primer lugar, las declaraciones sobre la historia del siglo XX que se hacen en esa resolución contienen una serie de errores inaceptables y unas visiones completamente distorsionadas sobre la historia. El intento principal que realiza la resolución es equiparar el nazismo y el comunismo, como dos caras de la misma moneda, a partir de la consideración del Pacto de No Agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, de agosto de 1939, como el punto esencial del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, sin tener en cuenta otros hechos que se produjeron en ese período (como la Guerra Civil española, el Anschluβ de Austria a Alemania, o la desmembración de Checoslovaquia).
Además, la resolución no hace referencia a la enorme contribución de la URSS al triunfo sobre el nazismo, decisiva para la historia, o los diversos movimientos comunistas que, por toda Europa, resistieron al fascismo.
La resolución olvida, deliberadamente, que los comunistas fueron el componente principal de la resistencia al nazismo. O que en países como Francia e Italia contribuyeron al renacimiento de la democracia constitucional, que permitió reafirmar las libertades políticas, sociales y culturales.
Tampoco es un papel adecuado de un organismo político o institucional establecer una reconstrucción específica de la historia, basándose únicamente en una decisión votada (tenga mayoría o no). El uso de la historia con la intención de imponer una visión revisionista de los hechos principales se ha transformado en una herramienta en los conflictos políticos, algo que no debería producirse en una auténtica democrática representativa.
El nazismo, o el fascismo, hicieron surgir unas terribles dictaduras, que eliminaron cualquier espacio de democracia y libertad, y que persiguieron minorías religiosas, éticas, culturales y sexuales. La planificada aniquilación de esas minorías fue un intento de poner en práctica sus programas de terror.
Si tenemos en cuenta todos estos hechos, la contribución comunista a la derrota del fascismo no permite, de ningún modo, la equiparación del nazismo y el comunismo en la resolución.
La igualación del nazismo, fascismo y comunismo no puede convertirse en una forma de conmemoración de un “Día europeo de recuerdo de las víctimas de los regímenes totalitarios”, como se reclama en la resolución.
El concepto de “totalitarismo”
En los últimos años, numerosas instituciones han resucitado el concepto de “totalitarismo”, y el Pacto Hitler-Stalin se ha convertido en un elemento de ese discurso de totalitarismo entre la derecha y la extrema derecha. El pacto se presenta, en esos ámbitos, como una alianza neutral entre dos regímenes totalitarios, y que explica las dislocaciones que se produjeron en la historia europea del siglo XX.
Así, el concepto de totalitarismo es utilizado por la derecha y la extrema derecha para representar el nazismo y el comunismo como históricamente iguales.
La aplicación de este concepto conservador a nivel de las instituciones europeas ha provocado una gran cantidad de críticas. Una de las principales críticas es que esa igualación sirve también para que algunos países de la Europa oriental puedan ocultar la participación de miles de sus ciudadanos, que participaron como “auxiliares locales” en el Holocausto.
Se trata de intentos de encubrir el Holocausto, mediante la imposición de una simetría artificial entre el nazismo y el comunismo. Se trata también de una evaluación de la historia que permite aplicar una forma tradicional de prejuicios, reescritos en un contexto modernizado. Se trata, en definitiva, de reescribir la historia, desde un punto de vista nacionalista.
Una de las motivaciones principales de este proceso es ayudar a determinados países de la Europa oriental a negar, relativizar y/o minimizar la colaboración de sus sociedades en el Holocausto nazi, y cambiar su estatus e imagen, desde una nación de perpetradores a una nación de víctimas. Es decir, un proyecto para borrar el Holocausto de la historia europea.
Esto se muestra en muchas de las exposiciones y museos que se han creado en esos países. El Museo del Genocidio de Vilnius, por ejemplo, casi ha borrado el Holocausto, mientras expone numerosos materiales antisemitas. En 2017, el museo fue transformado en el Museo de las Ocupaciones y Luchas por la Libertad, un nombre que ya nos da un indicio de su contenido. Otro ejemplo es el del Museo de la Ocupación de Riga, que ensalza a los auxiliares voluntarios letones en las SS, responsables del asesinato masivo de judíos, como héroes nacionales.
La idealización del pasado también puede apreciarse en Hungría, que desde 2010 ha estado gobernada por el partido Fidesz, miembros del Partido Popular Europeo. En 2011, la constitución húngara fue reformada para definir a los húngaros como una comunidad étnica. Ese mismo año, se introdujo el 23 de agosto (fecha de la firma del pacto germano-soviético), como un día de recuerdo nacional. Y en 2017, el Primer Ministro Viktor Orbán, declaró que Miklós Horthy, el aliado húngaro de Hitler, como un “estadista excepcional”, sin entrar en su papel durante el Holocausto.
Las falsificaciones y omisiones históricas no pueden convertirse en la base para una “memoria compartida”, y menos aún pueden convertirse en un elemento común en la formación escolar, como se recomienda en la resolución. La excusa propuesta de luchar contra todos los totalitarismos, es una invitación a borrar unas páginas de la historia claramente marcadas, que recuerdan a aquellos que contribuyeron, a través de su sacrificio, a la libertad y a la lucha contra el fascismo.
El tipo de conmemoración planteado por la resolución no muestra todas las diversas memorias de la guerra. Por el contrario, profundiza los antagonismos, reabre heridas y provoca nuevos conflictos.
Los ejemplos de la Europa oriental, nos demuestran que los mecanismos políticos están detrás de los discursos totalitarios. En el contexto de un nacionalismo conservador, la responsabilidad de esos “héroes nacionales” en el Holocausto queda totalmente eliminado, al mismo tiempo que se introduce una política teñida de un falso conflicto amigo-enemigo, que permite asegurar el voto de ciertos sectores sociales.
La lucha contra el racismo y el fascismo no puede basarse en un uso falso y distorsionado de la historia.