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¿A quién beneficia la trampa de las rebajas?

Un 89% de la población española comprará algo durante las rebajas de enero, con un gasto medio aproximado (según los estudios) de entre 150 y 240 euros. Aunque muchos lo hacen de forma consciente, buscando ahorrar durante las rebajas, la mayoría no lo hace así: compramos más, productos que no necesitamos y que, en ocasiones, ni nos interesan.

Las rebajas y las empresas

El objetivo primordial de las rebajas, tal como se planteó a comienzos de la década de 1930 en Estados Unidos, es que las empresas puedan deshacerse del stock acumulado en sus almacenes: lo que se pierde al rebajar el precio de los productos debería quedar subsanado con un mayor volumen de ventas. Esto permite liquidar la mercancía que no se ha vendido durante la temporada e invertir ese dinero en renovar los productos.

El beneficio económico se vería incrementado por una serie de beneficios periféricos, que pueden ayudar a mejorar el negocio. Por ejemplo, las rebajas suponen una magnífica oportunidad para llegar a nuevos clientes o fidelizar a los clientes habituales, crear una imagen más atractiva o sugerente, etc.

Para algunos establecimientos, las rebajas suponen casi el 30% de sus ventas anuales totales.

Pero la tendencia actual ha provocado que las rebajas pierdan su sentido original, liquidar los stocks, para convertirse en una estrategia más de marketing.

Esa es la materia de la que están hechos los sueños y los cuentos de hadas en una sociedad de consumidores: transformarse en un producto deseable y deseado (Zygmunt Bauman)

La desregulación de las rebajas

Desde el cambio normativo de 2012, que no fue bien acogido por todas las empresas, las grandes empresas cambian de estrategia cada año, adelantando o alargando los períodos de rebajas. Esto ha provocado que el debate sobre esta liberalización continúe aún hoy, años después de que se desregularizara.

Esta situación de desregulación ha llevado a que se sumen continuos descuentos durante todo el año (Black Friday, segundas rebajas, etc.), que imponen una serie de problemas a los pequeños comercios: se unen al carro, aumentando las ventas en rebajas y se reduce su margen de beneficios; o mantienen la estructura tradicional y se arriesga a que sus clientes se pasen a la competencia. El problema de esta segunda opción es que las pequeñas empresas son mucho más vulnerables ante cualquier pérdida de rentabilidad.

El modelo actual ha llevado a un descontrol de los períodos de rebajas y a que las grandes empresas realicen constantes campañas de descuentos y promociones. Un ejemplo de esta situación lo acabamos de ver estas últimas Navidades. Si las rebajas antiguamente comenzaban el 7 de enero, algunas empresas las adelantaron, incluso, a antes del 25 de diciembre. En plena campaña de compras navideñas, lo que claramente perjudica a los pequeños comercios. Esta fiebre de los descuentos permanentes ha generado un profundo cambio en los hábitos del consumidor.

>>La mentira del Black Friday<<

Las grandes empresas señalan que la posibilidad de volver a la regulación de los períodos de rebajas es imposible. Porque se trata de un debate superado por el comercio digital, que no puede ser constreñido por fechas y períodos de rebajas, que no respetarían esos períodos de rebajas. Para estos grandes operadores, la única opción es adaptarse al nuevo entorno, una opción muy poco viable en el caso del pequeño comercio.

Pero para el pequeño y mediano comercio, que se ve obligado a adherirse a costa de una fuerte reducción de márgenes, se convierte en un problema, porque no pueden seguir el ritmo de los grandes. Y esto ya está mostrando sus consecuencias: la desaparición del pequeño comercio de proximidad. Las promociones perpetuas están “desgastando” los resultados económicos de los comercios tradicionales.

Este tipo de ofertas puede acabar siendo un arma de doble filo: si las promociones se vuelven constantes, los consumidores pueden llegar a acostumbrarse a comprar únicamente durante las rebajas, con lo cual se gana menos y puede llegar a dañarse la imagen de los artículos. La tendencia a la compra por impulso también se ve afectada por la omnipresencia de los descuentos.

Los problemas para los consumidores

Ya hace tiempo que las asociaciones de consumidores alertan de esta extensión de los períodos de rebajas. El principal peligro es comprar por comprar, debido a una ceguera que se produce debido a la publicidad de los grandes descuentos. El problema es que creemos que ahorramos dinero porque el producto nos cuesta menos, pero estamos gastando nuestro dinero por un producto que, tal vez, no necesitamos.

Las rebajas no sólo favorecen a las tiendas, sino que también ayudan a los consumidores, que se pueden beneficiar de esos precios reducidos. Pero hay que tener mucho cuidado: las rebajas son períodos de confusión, engaños y muchos falsos mitos. Algunos estudios de las organizaciones de consumidores señalan que el 88% de los consumidores, han observado descuentos que no eran reales durante la temporada de rebajas.

>>El engaño del Black Friday<<

Esto ha llevado a una “cultura del consumo”: siempre estamos en un proceso de promoción, y siempre necesitamos adquirir más bienes. En nuestra sociedad, pocas cosas tienen tanta influencia como el consumismo. Está estrechamente ligado a la creación del sentido que uno se da a sí mismo. Nos auto-realizamos a través de las cosas que consumimos y, aunque tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas, siempre buscamos algo más.

La situación laboral

Para las rebajas de enero de 2020, se prevé un incremento de la contratación del 5,6%, con respecto al mismo período del año anterior. Lo que se traduce en entre 125.000 y 150.000 contratos nuevos en toda España. Unos 24.000 en Catalunya, la comunidad que, según Adecco, creará más puestos de trabajo en este sector, pero con importantes diferencias según las diferentes comunidades autónomas.

La extensión de los períodos de rebajas se ha expresado en un beneficio en el empleo, tanto el que se ocupa de las tiendas como el que se genera alrededor, como la logística.

Sin embargo, la mayoría de éstos serán empleos temporales, con una duración media de un mes: el 40% de la contratación en las rebajas no duran más de un mes. Esta efímera creación de empleo se refleja, a su vez, en los datos del paro de febrero.

Se trata de contratos muy reducidos en duración y con un fuerte peso de la precariedad laboral y la estacionalidad, que refleja la evolución de los últimos años. A pesar del crecimiento de los beneficios empresariales en los últimos años, los trabajadores no se benefician de esa mejora del sector. Además, es un tipo de empleo que dificulta aún más la conciliación de la vida laboral y familiar.

El comercio es un sector altamente precarizado, en el que las patronales no quieren garantizar las subidas salariales. Con un salario medio por debajo de la media, con salarios de las épocas de crisis que se ven también afectados por los sucesivos incrementos del IPC, que reduce aún más su poder adquisitivo.

Soluciones

La principal solución está clara: hay que recuperar los períodos de rebajas claramente establecidos en el calendario. Un calendario oficial de rebajas garantizaría una mejor promoción de las rebajas y pondría fin a la desorientación de los compradores, que ya no tiene claro cuál es el mejor período para realizar sus compras.

También debemos transformar la perspectiva que tenemos de lo que supone el consumo para nuestras vidas. No podemos cometer el error de permitir que sean nuestras posesiones lo que nos defina. Los objetos no nos harán felices, aunque nos pueda hacer la vida más fácil (o más difícil en otras ocasiones). No necesitamos tantas cosas, cuando estamos intentando llenar un vacío que podemos llenar con otras muchas cosas.