No me gustaría estar en el pellejo de ninguno de los cinco ministros de Unidas Podemos en el actual Gobierno de coalición. El estrés emocional al que deben estar sometidos es solo apto para mentes muy equilibradas. El ataque de la derecha desde antes de la formación del Gobierno era asumido como parte del juego de la democracia burguesa.
Ya sabían que circularían bulos, mentiras y medias verdades lanzadas desde los medios de comunicación y redes sociales neoliberales. Y también encajarían los golpes de la extrema izquierda, esos revolucionarios que siguen esperando a su vanguardia, ante la más mínima concesión a los dirigentes del Mercado.
Pero lo que no pensaron es que tendrían que sopesar tanto sus palabras de respuesta a los ataques de la derecha política y mediática que mejor sería que permanecieran en silencio.
Tomemos el ejemplo del ministro de Consumo Alberto Garzón. El mercado persa en el que se ha convertido gran parte del comercio mundial del material sanitario, controlado por verdaderos bandidos, ha provocado el alza exagerada de los precios de los elementos más necesarios desde el inicio de la que finalmente fue declarada como pandemia de la COVID-19.
Es la consecuencia lógica en un sistema capitalista cuando la demanda sobrepasa a la oferta, y más cuando se trata de la salud de las personas.
La tarea de los partidos del bifachito provisional (Ciudadanos ha dejado en cuarentena su deriva a la ultraderecha) es la destrucción de la coalición PSOE-UP, auxiliados por toda la caverna mediática. Como en sus genes tienen marcado a fuego el libre mercado, menos cuando hay que socializar las pérdidas, no quieren ni oír hablar de la intervención de los precios de ninguna mercancía, el Mercado lo sabrá regular.
El que no tenga para pagar los productos sanitarios que acarree con las consecuencias. Sus ataques van orientados a la mala gestión de los recursos, como si se les hubiera quitado la competencia en Sanidad a las comunidades autónomas. Pero cuentan con el poco interés de la población en desentrañar sus mentiras. Son maestros en sacar ganancias a río revuelto.
Es comprensible el malestar de la extrema izquierda en la coalición de UP con el partido bisagra del Régimen del 78. La fuerza de la coalición de izquierda es floja, su número de diputados es muy corto. Pero se consiguió frenar un nefasto Gobierno trifachito, en el que Vox no sería un convidado de piedra como por ahora lo está siendo en las CCAA.
A la extrema izquierda se le supone un discurso basado en el análisis y el estudio de la situación, en caso contrario sus palabras no pasan del chascarrillo tabernario. Pues en esto último ha caído en sus críticas al ministro Garzón en lo referido al control del precio del material sanitario básico para combatir al coronavirus.
A no ser que la revolución haya estallado en mis narices y yo no me haya enterado, la Administración debe actuar conforme a las leyes vigentes. Y aquí han demostrado algunos extremistas su deslealtad con el comportamiento que se les presupone. Si se hubieran interesado en las disposiciones decretadas por el actual Gobierno no habrían hecho el ridículo exigiendo al ministro de Consumo que interviniera los precios sanitarios.
El Real Decreto Ley 7/2020, de 12 de marzo estableció que será la Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos la que fije los precios de venta al público del material sanitario sin receta médica.
Entre los componentes de esa comisión interministerial no hay ninguno adscrito al Ministerio de Consumo, ni siquiera como vocal, a la que asisten como tales los representantes de las Consejerías de Sanidad de las CCAA que no forman parte de pleno derecho de la comisión.
La animadversión al Gobierno de coalición no debe separar a la extrema izquierda de su camino de la crítica fundamentada al mismo, no debe caer en la práctica marrullera de los adoradores del neoliberalismo.
Pero lo que realmente es doloroso de la situación política es la falta de respuesta de los ministros de UP a los ataques furibundos de su labor en el Gobierno. El bifachito provisional trata poco menos que de criminal a Garzón cuando insinúa que el Gobierno tratará la intervención de los precios del material sanitario; y habla del Gobierno en sentido colegiado por evitar cualquier situación de discusión.
Preguntado el compañero Garzón en la televisión pública por el plazo que se daba su ministerio en intervenir los precios de las mascarillas, este replica que se está estudiando el asunto, en vez de responder con un sencillo “no tengo arte ni parte en este asunto, pregunten en la Comisión Interministerial de Precios de los Medicamentos”.
Tanta condescendencia en el tratamiento a la oposición y medios de comunicación puede costarle muy caro a UP. Quizás con la aceptación del PP de hablar sobre la reconstrucción nacional la dilatación en las respuestas precisas sea tal que cuando se produzcan estén tan fuera de lugar que provocarían la hilaridad en vez del reforzamiento de su postura.
Quien se muestra débil recibe el rechazo de los votantes. El mayor beneficiado sería su actual socio de gobierno, el partido que siempre ha engullido o finiquitado a quien se ha aliado con él.
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