El magnate lleva tiempo instrumentalizando unas donaciones que representan un gasto menor de lo que le correspondería tributar.
El sistema capitalista, conocedor de sus limitaciones y contradicciones, cuenta con sus propios mecanismos para tratar de paliarlas o, al menos, hacer que pasen un poco más desapercibidas. Los impuestos son uno de ellos.
Es cierto que cada vez existen más anarcocapitalistas (imagínense la cara que pondrían Bakunin o Kropotkin al leer esto), que afirman eso de que “los impuestos son robo y violación”. Aún con ello, esta herramienta es la más básica y sencilla de entender: cuanto más tienes, más pagas.
>>La donación de Amancio Ortega, ¿una inversión en favor de los negocios de una de sus hijas?<<
Siempre hay quien trata de ahorrárselos escapando a otros países que cuentan con menor presión fiscal y que escapan del yugo comunista que, según ellos, somete a España. Entre estos tenemos a numerosos youtubers que han trasladado su residencia a Andorra, y a patriotas de pulserita como Feliciano López, quien lleva días exaltado por redes sociales defendiendo a la ultraderecha española, eso sí, desde su torre de marfil en Qatar.
Rompemos el confinamiento para celebrarlo?Nos importan otras cosas al 99,9% de los españoles.. https://t.co/P0o6Y6fJMZ
— Feliciano López (@feliciano_lopez) April 14, 2020
Propaganda, caridad e ingeniería fiscal
El caso más paradigmático es el del gallego Amancio Ortega. Para nada le importa a la mitad de este país que este magnate utilice ingeniera fiscal para ahorrarse en impuestos el doble de lo que ha donado: “si, comparativamente, solo serían 200 euros para ti, dónalos” suelen decirnos si cuestionamos algo.
Cuando una donación tiene nombres y apellidos, y además pertenecen a alguien que tiene bastante que tapar, esa donación se convierte en propaganda. Carles Puyol costeó, sin decir nada a nadie, el tratamiento de cáncer de otro futbolista y amigo, Miki Roqué. Más Puyol y menos Ortega.
Al César lo que es del César. Una donación es algo que ayuda y que se debe tener en consideración (esconda lo que esconda detrás). Amancio Ortega marcó parte del debate electoral del pasado mayo con su gesto, en un contexto marcado por las disputas entre las izquierdas y una ultraderecha que ha dado muestras de querer cargarse la sanidad pública.
¿Quién es un empresario para decidir cómo distribuir el gasto en sanidad? Amancio donó 300 millones de euros para combatir el cáncer, lo que representa la mitad de lo que había eludido en 2016 (¡imaginen cuánto llevará ahora!).
Visto el gesto, hay que decir que la gente no solo se muere de cáncer. Tenemos a profesionales de la administración de unas y otras ideologías que, en sus respectivas comunidades, deciden para qué se destinan los fondos públicos, y a profesionales de la salud que, política a parte, les aconsejan. Ahí reside la importancia de los impuestos: en que quien deba gestionar lo público, quien está preparado para ello, lo haga. Zapatero a tus zapatos, o en este caso, Amancio, a tus ropitas.
Así se crea un imperio: deslocalización, explotación y precariedad
Este hombre “hecho a sí mismo” es el objeto de admiración de liberales, conservadores y ultraderechistas ibéricos. Tanto es así que estos convocan a vecinos para que le canten el cumpleaños desde el balcón. No es para menos, ya que comenzó en un garaje y acabó consiguiendo un imperio.
Eso sí, a la que abandonamos dicho garaje, sus métodos se tornaron bastante reprochables. Pago de impuestos online en Irlanda, de otros en Holanda, traslados de ropa desde Suiza y producción deslocalizada en países subdesarrollados. En cuanto a estos últimos, los trabajadores solo perciben en forma de salario un 0,4% del precio de cada prenda. Por si luego te cuentan que la plusvalía no existe.
Con todo esto señalado, podríamos hasta pensar que Zara no es una marca española. Sin embargo, su historia en nuestro país también merece ser mencionada. Comenzó con una red de subcontratación para mujeres que, en muchas ocasiones, trabajaban desde sus casas costeándose sus propios medios para poder producir la ropa. La excusa ofrecida era que nunca les iba a faltar su puesto de trabajo.
Estas mujeres, la mayoría del mundo rural, trabajaban en cooperativas o como falsas autónomas. Hasta en esto fue innovador Amancio. El número de precarias gallegas, igual que los beneficios y al contrario que los sueldos, que solo sumaban amenazas y horas extra sin pagar, fue creciendo de forma exponencial.
No obstante, esto solo duró hasta 2005, año en el que prácticamente toda la producción se trasladó a países del sudeste asiático en busca de un aumento de los beneficios reduciendo costes y derechos. Adiós a la promesa del trabajo garantizado. El documental “Fíos Fóra” dibuja estas realidades, aunque con dificultades por lo complicado que fue encontrar mujeres que quisieran ofrecer su testimonio.
La bola de nieve se fue haciendo mayor en los países en vías de desarrollo. Los planes de deslocalización siguen buscando nuevos horizontes, ahora con la mirada puesta en África, un territorio todavía más rentable y con menos derechos laborales.
En cuanto a los hechos ya acaecidos, Inditex tuvo que pagar multas millonarias en Brasil por trabajo esclavo y, más grave aún, se llevó por delante la vida de más de 1100 trabajadoras en Bangladesh. Fue en 2013 tras el derrumbamiento de un edificio en la capital del país. Este sistema mostró entonces de lo que es capaz y, al igual que con la situación actual, que la vida y las personas son secundarios para el capital.
Citas y proyecciones a modo de resumen
Ya que hablamos de la situación actual, en Galicia, la tierra de Amancio Ortega, han sido bastante protagonistas por redes sociales. Desde Escuela Unitaria, un proyecto de formación de Santiago de Compostela, se dedicaron a hacer proyecciones con mensajes reivindicativos, de apoyo a colectivos como las personas trans o, simplemente, de entretenimiento para sus vecinos. De entre todos ellos quiero destacar el siguiente a modo de resumen: “Amancio Ortega me regaló un mechero, pero me robó los porros”.
El tema de las donaciones sale a la palestra cada poco tiempo. Cuando el mesías Amancio vuelve a hacer gala de su caridad, el debate en las redes sociales se torna encarnizado entre aduladores y detractores. Por parte de estos segundos, no tarda en hacerse viral quien recuerda las palabras de Friedrich Engels, padre junto a Marx del comunismo.
Engels, que por su origen privilegiado conocía perfectamente el modus operandi de estos magnates, ya denunció hace casi 200 años una realidad que, en este aspecto, no ha cambiado: “primero chupáis la sangre a los trabajadores y luego practicáis con ellos autocomplacencia filantrópica, presentándoos ante el mundo como benefactores”.