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Máscaras, cabelleras y pasiones: la Lucha Libre mexicana

Pasiones en común

Uno de los iconos culturales más representativos y populares en América Latina y principalmente en México es el de la Lucha Libre, un deporte con gran acogimiento entre la población a grados de convertir a luchadores como “Héroes”, ”Leyendas” o “Ídolos” y en algunos casos, una mera encarnación del mal. La Lucha es todo un fenómeno deportivo y cultural.

La Lucha Libre forma parte de lo deportivo pero también de la teatralidad, pues encarna los valores y símbolos de una realidad que se traspasa más allá del cuadrilátero; remite a un drama de la sociedad espectadora, es el Ring un lugar de sangre y de risas, de traiciones y llantos, se vive ahí una misticidad: el Bien representados por el bando de los Técnicos y el Mal por el bando de los Rudos.

México y la Lucha Libre

Los orígenes de la Lucha son difíciles de prescindir, se cree que ésta tiene sus primeros manifiestos en Europa, en la segunda mitad del siglo XIX; se sabe también que en plena Revolución de 1910 estuvieron en el país compañías como las del italiano Giovanni Relesevitch y la de Antonio Fournier. Tiempo después en plena Construcción de la Nación, en 1933 se fundó el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) por Salvador Lutteroth.

Desde este entonces es de suma importancia la contribución de luchadores extranjeros, y principalmente en este momento histórico pues refuerza una identidad nacional al enfrentarse a otros países y atribuirle a la victoria típicos valores mexicanos, como la picardía, el orgullo, el ingenio o la pasión.

No es difícil de imaginar por qué la Lucha Libre forma parte de México, y es que desde que empieza a cimentarse como un Estado-Nación después de la llamada Revolución Mexicana de 1910 ha ido de la mano, construyendo mexicanos a la par que luchadores.

Javier Solís cantante mexicano de música ranchera, comparte sonbrero con El Santo, luchador.
El Santo comparte sombrero con otro ídolo mexicano, Javier Solís.

Hay ciertas particularidades de este deporte, más allá de las características del mismo: se utilizan las llaves y contrallaves, siendo un deporte de contacto, son permitidos el uso de manos, piernas y cabeza. Este deporte parte de la lucha grecorromana y el judo.

En México hay cuatro categorías; Hombres, Mueres, LGTB y Mini ( luchadores enanos o de baja estatura). Estas categorías pueden insertarse solo en dos bandos bien definidos el de los Técnicos y el de los Rudos.

La Lucha Libre es un deporte-show al cual tiene acceso la clase baja, modelando sobre el ring una narrativa simple, donde el hombre correcto, tras sufrir ha de conseguir la victoria, en contra del malvado que pese a sus artimañas no pudo con el sentido de Justicia Divina, pero pese a su simplicidad, revela también los labores y valores de la sociedad mexicana, se vuelve un lugar donde la violencia y el dolor pueden ser sometidos a una justicia, quizá irreal, pero al fin justicia, en un país donde solo así se cumple ese vacío.

Máscara y Cabellera

Es el cuadrilátero un lugar donde los hombres dejan de serlo para convertirse en ídolos de la población, ahí hay una entrega hacía los espectadores, de tal manera que no hay hombre común con un rostro, el nombre del hombre nunca importa, nunca se habla, en cambio se grita el nombre del luchador y se reconoce la máscara que porta, la máscara se convierte en el contacto directo con su otro yo.

No todos los luchadores usan máscara, pero quienes la usan, ésta se convierte en un objeto que va más allá de su propia mortalidad, pues es objeto de devoción, identidad, odio o pasión por parte de los espectadores.

La lucha se encarniza donde se ponen en juego la máscara o cabellera como apuesta, en el caso de la pérdida de la máscara como derrota sobre el ring, el luchador debe entregársela a su contrincante presentándose por primera vez con su nombre de pila, y pronunciando bajo llanto y gritos por última vez su nombre de luchador. En el caso de la cabellera, el luchador que haya perdido se ve en la penosa acción de cortar el cabello lo más corto posible y de igual manera entregar a su contrincante el símbolo de su victoria.

En ambos casos hay un sentimiento de pérdida y humillación a grados tan altos que muchos tras perder la máscara es sinónimo de no volver a pisar el cuadrilátero y ser olvidado. Por ello la máscara se convierte en la representación de la Gloria o la Muerte social tras la pérdida de ella. Si nunca se pierde la máscara, esta figura pública se hereda a un sucesor que cargará, en cierto modo, una tradición y el deber de defender el honor de su familia.

Libres Luchas

Este deporte forma parte de millones de familias y se convierte en un estilo de vida y trabajo remunerado para muchos, en algunos otros casos este deporte ha servido como un catalizador donde se puede mostrar la violencia sin ser juzgado, en algunos caso es utilizada como un tipo de terapia donde sin querer el Ello y el SuperYo logran estar en equilibrio.

La creatividad es una parte esencial de este deporte, es la creación de un personaje, que vaya más allá de los límites de su creador, las personalidades de los luchadores es de tantas gamas, que los hay silenciosos, oscuros, brillantes y hasta voladores.

A lo largo del tiempo ha seguido ganando adeptos y enemigos, se ha trasformado a los gustos y expectativas de la sociedad a la par que sigue otorgando de sentido nuestro sentido del bien. Es una teatralidad donde todos forman parte, con esto no quiero decir que la pelea sea falsa, los golpes y la sangre son reales, cosa que lo hace más colorido. La lucha libre es un fenómeno que, como mencionaba, sobrepasa la televisión y el ring.

Esta teatralidad meramente popular es sumamente flexible y me atrevo a decir, funcional entre la población, juega con caracteres del folclore y misticismo que son difíciles de escribir pero no de imaginar.