Cuando hay beneficios son para el empresario, pero cuándo hay pérdidas ¿que las paguen los trabajadores? Así se pronuncia la activista colombiana Piedad Córdoba al mirar cómo pasan por encima de los derechos laborales quienes llevan en sus venas el ADN de un neoliberalismo destructor de la humanidad
Por eso, sugiere al Presidente de Colombia, Iván Duque que subsidie nóminas de minipymes y no reduzca los salarios a los trabajadores, para salvar empleos y reactivar economía. Pero el egoísmo y el “¡sálvese quién pueda!” se practica más que el evangelio en varios países de una América Latina que tiene, desde hace siglos, una enfermedad más letal que el COVID-19.
La OIT estima que la epidemia de COVID-19 podría cobrarse casi 25 millones de empleos en el mundo. Ante esta perspectiva, la promoción de una política activa destinada a fomentar el pleno empleo, productivo y libremente elegido (de conformidad con el Convenio sobre la política del empleo, 1964), tendrá que incluir medidas selectivas para estabilizar las economías y abordar los problemas de empleo y los ingresos, y a salvaguardar la continuidad de las empresas.
En caso de suspensión o reducción de las ganancias de un trabajador o en caso de despido a causa de las repercusiones económicas de la pandemia de COVID-19, o por razones de seguridad y salud, el trabajador debería tener derecho a recibir subsidios o asistencia en caso de desempleo para compensar la pérdida de ganancias, de conformidad con el Convenio sobre el fomento del empleo y la protección contra el desempleo, 1988.
Los trabajadores que han perdido sus empleos deberían tener acceso a medidas de promoción del empleo, lo que incluye servicios de empleo y de formación profesional con vistas a su reintegración en el mercado laboral.
Pero en la región más cristiana del mundo y al mismo tiempo más inequitativa, los trabajadores han sido los más afectados en la pandemia. Poco importa que Mujica diga desde su Uruguay que hay que vivir con sobriedad y que tener dinero para gastar en ‘pavadas’ no brinda felicidad.
Da lo mismo que el papa Francisco haya denunciado durante su misa matinal dedicada al Día del Trabajador y a San José Obrero, que en el mundo sigue habiendo “esclavos, hombres y mujeres obligados a trabajar de forma forzada, injusta o mal pagada”.
Por eso el papa argentino expresó su cercanía con las personas “creyentes y no creyentes” que celebran el Día de los Trabajadores y “luchan por una justicia laboral” y también por aquellos empresarios que “dan trabajo con justicia aunque pierdan” riqueza. Pero además de buena fuente conocemos que hay sectores de la Iglesia Católica que han dicho que si en una comunidad hay grandes diferencias entre ricos y pobres, no se está viviendo con radicalidad el cristianismo.
“Los hombres son criaturas muy raras: la mitad censura lo que practica; la otra mitad practica lo que censura; el resto siempre dice y hace lo que debe” decía el estadista y científico Benjamin Franklin (1706-1790) desde su EEUU, que hoy registra más de 30 millones de despidos.
México perdió 346.878 empleos tan solo del 13 marzo al 6 de abril, una tendencia que apunta a una pérdida de 600.000 puestos de trabajo en abril, el segundo mes del brote de COVID-19 en el país, estima Elías Micha, director general de Tallentia MX, asociación empresarial especializada en recursos humanos. Según las proyecciones el país centroamericano perdería hasta 1,5 millones de empleos en 2020 sin un paquete de medidas adecuadas, que debería representar 6 % del PIB, según un informe de BBVA.
Ecuador, como dice el cantautor argentino Piero en su Guajira Por La Unidad, “cada día está peor”. El Gobierno de Lenín Moreno proyecta que medio millón de personas podrían entrar al desempleo como efecto de la COVID-19, esto sería un alza de la tasa del 9 % al 10 %. Ese indicador oficial está retrasado por la crisis sanitaria. Al final, los ecuatorianos nunca saben cuando Carondelet dice la verdad.
El expresidente, Rafael Correa al saludar a los trabajadores por el 1 de mayo expresó su solidaridad con los ecuatorianos que han perdido su trabajo y agregó “no aceptemos lo inaceptable: despedir trabajadores es último recurso, no el primero. Que el Gobierno despida trabajadores en esta emergencia, es criminal. Pagar deuda y atrasar salarios, es injustificable”.
Brasil cerró el primer trimestre del 2020 con más de 13 millones de desempleados y Bolsonaro dio licencia a los empleadores para despedir más gente en medio de la pandemia. Para ellos, los trabajadores solo son una postal.
Dios no es argentino pero los trabajadores hoy tienen algo de amparo con Alberto Fernández, a la cabeza de la Casa Rosada, desde donde prohibió los despedidos injustificados de los trabajadores, en la crisis por la pandemia, y advirtió que será duro con quienes así lo hagan.
El “enorme esfuerzo del Estado” en cuestiones como “la continuidad de los salarios y esperando que pronto eso pase para que todos empiecen a producir y vuelva al orden que deben tener“. Si algo debe enseñarnos la pandemia es la regla de la solidaridad. Aquí nadie se salva solo. Para los empresarios de lo que se trata es de ganar menos, no de perder. Bueno les tocó la hora de ganar menos.
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