‘Chernobyl’, otra serie norteamericana con discurso anticomunista
El pasado 26 de abril se cumplieron 34 años de una de las tragedias nucleares más devastadoras que ha tenido el mundo: el accidente de Chernobyl. Este hecho ocurrió en 1986, en la central nuclear Vladímir llich Lenin, ubicada en ese entonces en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticasv(URSS).
Algunas producciones audiovisuales se han realizado en torno lo suscitado. La más reciente cumple este mes de mayo un año de su estreno. La serie fue producida por HBO, creada por Craig Mazin y dirigida por Johan Renck.
La miniserie plantea que el desastre de Chernobyl obedece a una negligencia netamente política, en la que se trató a toda costa de encubrir lo sucedido. Además de restarle importancia a los efectos devastadores de lo ocurrido.
También dirige su atención a los personajes que advirtieron que lo ocurrido era bastante más grave de lo que se quería mostrar al mundo. Señala que la posterior negligencia generó mucho daño no solo a los ciudadanos que colaboraron, sino también a la población en general.
Hay algunos errores históricos y clínicos que la serie comete. Sospecho que con el propósito de dar forma a su relato de deconstrucción. El helicóptero que se accidenta varias horas después de la explosión, al tratar de introducir en el reactor cargas de plomo, boro y arena para aplacar el accidente, no se estrella sino hasta seis meses después y por otras causas. Los mineros que entraron a trabajar al bloque que hervía en calor, nunca estuvieron desnudos. No era cierto la posibilidad de una segunda explosión como lo dijo Ulana Khomyuk (Emely Watson).
Como muchas producciones audiovisuales, y más tratándose de recrear un hecho histórico y mediático, se intenta apelar a las emociones desde lo melodramático, llegando casi a lo grandilocuente visualmente, por así decirlo. La cantidad de sangre que se muestra en la serie se acerca más a las producciones típicas del gore. El sangrado no es un síntoma de los efectos de la radiación, más sí las quemaduras, que sí fueron mostradas de forma impecable.
Los vómitos no son un signo inmediato de los efectos de la radiación. La mayoría de síntomas aparecen de forma tardía. Las personas que han estado expuestas a la radiación no pueden “contagiar” a nadie de radiación, por lo que sería inútil no permitir el contacto con otras personas, tal y como lo demuestra la serie. Bastaba con cambiar la ropa y realizar un correcto baño, como para evitar emitir niveles dañinos de radiación. Algunas imágenes crudas como la heridas del bombero casi al final de la serie son exageradas.
Pero además de esto, y no queriendo pasar desapercibida, la serie repite el tradicional guión anticomunista. El comunismo “quita libertades“, “te bota de tu casa“, “te hace pasar hambre“. Así es el mensaje en la escena donde una anciana se niega a dejar su casa en el proceso de evacuación para que no muera por los efectos de la radiación, y que esgrime como argumento que no es la primera vez que la quieren sacar de su casa. Que los bolcheviques ya lo hicieron una vez, y que sus familiares murieron a causa de una hambruna en época de Stalin.
Los personajes del aparato estatal soviético son retratados como enajenados, como falentes de empatía. Militares que matan a una vaca para coaccionar a la anciana a dejar su casa. Otros matando animales. Una cúpula política, rígida y arrogante que parece más bien una secta. La ridícula escena de la reunión frente al retrato de Lenin, donde aquel anciano sugiere algunas ideas absurdas, y es aplaudido.
Una burocracia que obstaculiza y hace del poder una disfunción sistemática y altamente contaminada. La palabra “camarada” repetida como un mantra o código de una organización criminal. Los ministros escoltados por soldados armados. El estereotipo del soviético tomando vodka en un día de trabajo. En conclusión, una plantilla de soviéticos hipermodelados y sin un ápice de nobleza ni de conciencia social.
¿Será que dentro de todo este caos arquetípico que la serie pretende mostrarnos hay luces que destaquen y que se puedan dilucidar? No se dice nada de la coordinación que hubo tiempo después desde el gobierno soviético para organizar políticas y medidas frente a las consecuencias en los ciudadanos.
Tampoco se menciona que el sistema de salud pública de la URSS brindó la atención gratuita a todos los pacientes que lo necesitaron. No se habló de los héroes ni del sinnúmero de historias de solidaridad del pueblo ruso. Nada de la participación de Cuba que salvó a muchos niños afectados por la catástrofe en Chernobyl.
Desde luego, no se trata de negar las fisuras que tenía el sistema soviético. Un segmento de la burocracia con muestras de desconexión con lo que no salga de sus formatos y cajones. Una palabra absoluta que no podía ser interpelada por un otro con un discurso ajeno a lo dispuesto detrás de un escritorio. Y es que no había total cabida para el relato científico. Burocracia y ciencia se repelían. ¡Ah! Pero una cosa son las erradas marcas burocráticas que se notan, y otra es la esencia del comunismo, como si de análogos se trataran, pero no es así.
No podían faltar en el guión frases en la que Estados Unidos saca pecho. En el capítulo 4, el científico Valery Legasov, interpretado magistralmente por Jared Harris, recomienda “vehículos lunares” como mecanismo para tapar el núcleo del reactor. Entonces el guión le hace decir al soviético, Borís Shcherbina (Stellan Skarsgård): “No logramos llevar a un hombre a la luna, si quiera hay que alejar a un hombre del techo”.
Con esta escena dejan entrever esa presunción –que ya nos tienen muy habituados– de haber sido ellos, los estadounidenses, los primeros en llegar a la luna.
En repetidas ocasiones el protagonista Valery Legasov hace una comparación entre Chernobyl e Hiroshima. Señala que esta catástrofe es mucho mayor que la Hiroshima. Algo así como “Nosotros hicimos horrores en Hiroshima, pero ustedes son peores”. ¿Cómo puede realizarse una falsa analogía con el objeto de poner sobre la pantalla a la peor versión?
Hay una pregunta que bien cabe hacerse. ¿Por qué habría la maquinaria mediática estadounidense empeñarse en reforzar la idea de que el comunismo no puede ser una alternativa al discurso capitalista? ¿Acaso hoy en día no hay más de un botón de muestra de que el sistema capitalista deja ver sus fracturas sociales y sus cloacas económicas?
Se podría hacer un paralelo con la tragedia actual que el mundo está atravesando. En Chernobyl, al igual que en muchos países que actualmente padecen las trágicas consecuencias de la pandemia, lo político ha trascendido a lo científico. Craso error, ya que el discurso científico es el que debería dirigir las decisiones políticas. Lo político tiene un límite, y es en ese límite en donde se construyen otras voces con otros saberes.
Y es cuestionable eso de que la política tiene algún saber. Por ello, en Terricolandia el mendigo es rey y el sabio es un ermitaño. Ergo, el sujeto político hace de su ego lo imponente, donde la palabra del saber queda relegada a las cuatro paredes de otro lugar donde no se cuece lo sustancial, sino lo aparentemente inocuo.
Mientras tanto es el pueblo el que pone los muertos. Los bomberos (30 muertos aproximadamente) que acudieron con prontitud a enfrentar la tragedia en Chernobyl estaban desprovistos de los equipos necesarios para proteger su salud. Algo que, desde luego, es responsabilidad de las autoridades a cargo. La pandemia de hoy tiene también ese elemento. Médicos y enfermeros haciendo frente al virus sin equipos de protección.
¿No son estos los días en los que se ha destapado al capitalismo como un montón de castillos de naipes que se derrumban sobre los miles de muertos? Mientras haya grandes sectores de la sociedad excluidos de las “mieles del capitalismo” y que ponen el cuerpo al sistema hay que seguir repensando en otra opción posible. Un sistema donde no impere el beneficio para un segmento de personas, ya sea por burocracia estatal o por acumuladores de capital.
Chernobyl, más allá del contexto político e ideológico que tiene, está bien lograda en los elementos propios de una producción. El reparto se merece todos los aplausos. La fotografía es bastante aceptable. La adaptación histórica, la música y el vestuario es excelente. Bien merecidos los diversos premios que ha recibido y la aceptación que ha tenido.
HBO señala que la serie ha sido un éxito. En la 71.ª edición de los Premios Primetime Emmy ganó la categoría de mejor serie limitada, mejor dirección y mejor guion. Mientras que Jared Harris y Emely Watson recibieron nominaciones por su actuación.
Los usuarios de Internet Movie Database le han dado una excelente puntuación: 9.7/10. Rottem Tomatoes indica que ha tenido una aprobación del 90%. La serie Chernobyl ya tuvo la atención mediática que pretendía. Nuevas generaciones empiezan a construir una opinión a partir de la matriz digerida que las grandes empresas de streaming por demás ideologizadas quieren proyectar.