Escribo estas líneas todavía con el mal sabor de boca de saber que Badalona volverá a tener un alcalde como García Albiol.
Después de décadas de ser un feudo socialista, el PP gobernó la cuarta ciudad de Cataluña, en número de habitantes, entre 2011 y 2015. Durante ese período, el PP aplicó algunas de sus peores políticas en la ciudad, con un alcalde que fue denunciado por racista y xenófobo, y que llegó a ser calificado como tal en las instituciones europeas.
García Albiol llegó a la alcaldía de Badalona con una campaña llena de promesas y propuestas a cuál más polémica, que fueron calificadas de racistas, a pesar de que los tribunales exoneraron al político popular. Pero también gracias a que la antigua CiU llegó a un acuerdo para abstenerse en la decisiva votación para la alcaldía, que permitió la elección de García Albiol. Durante todo su gobierno, los partidos de izquierda fueron incapaces de llegar a un acuerdo de moción de censura que tumbase su gobierno, a pesar de las medidas y declaraciones realizadas.
En 2015 nació una confluencia de fuerzas políticas y sociales y de sectores opuestos al alcalde García Albiol, que se plasmó en Guanyem Badalona en Comú. Una coalición de partidos, formada por Guanyem Badalona (5 concejales), PSC (4), ERC (3), ICV-EUiA (2) y CiU (1) consiguió arrebatarle la alcaldía al PP (11 concejales). Después de numerosas negociaciones se logró formar un gobierno progresista que llevaría a la alcaldía a Dolors Sabater, de Guanyem Badalona, docente y activista social, en junio de 2015.
Sin embargo, ese sueño progresista desaparecería en junio de 2018, a raíz de una moción de censura presentada por PSC y apoyada por PP y Ciudadanos. Como se puede ver, el juego de estrategias socialistas en la ciudad ha sido constante.
Esta nueva etapa se inició con la llegada a la alcaldía del socialista Àlex Pastor, que desbancó a Sabater, y recuperó el control del consistorio badaloní. El gobierno de Pastor acabó hace unos días, cuando fue detenido saltándose el confinamiento al conducir ebrio por Barcelona.
Desde ese momento se activaron nuevamente las negociaciones para intentar llegar a un acuerdo entre todas las fuerzas políticas, especialmente Guanyem Badalona, PSC, ERC, Badalona en Comú y JxCat. El acuerdo incluía el reparto de la alcaldía entre PSC y Guanyem Badalona.
Pero todo se ha truncado. Cuando parecía que el acuerdo ya estaba cerrado, Guanyem Badalona y Dolors Sabater se han descartado del mismo, por el reparto del mandato entre los dos candidatos (el socialista Rubén Guijarro y la propia Sabater), por una diferencia de seis meses más de mandato a favor de Sabater. Y ese fracasado pacto progresista lleva otra vez a García Albiol a la alcaldía.
Si bien las tensiones entre PSC y Guanyem Badalona han sido constantes desde 2018, cuando socialistas, populares y la formación naranja se unieron para echar a Sabater, parecía que ahora el acuerdo era posible, para evitar un nuevo gobierno de García Albiol. Pero la oportunidad se ha dejado pasar de largo.
Nuevamente, personalismos y tacticismos políticos han hecho fracasar un gobierno de izquierdas y han dejado al cabeza de lista más votado, García Albiol, a la puerta del gobierno municipal, otra vez. En definitiva, lo que se ha conseguido es que la derecha racista vuelva al gobierno de la ciudad, decepcionando de nuevo a los sectores sociales más desfavorecidos, que son el objetivo habitual de las expresiones y ataques de García Albiol.
García Albiol, no ha ejercido nunca otra ocupación que no sea la de político. Desde los 22 años está afiliado al PP, y desde los 24 ha fungido como concejal en Badalona. Hablamos de una persona que ha impulsado medidas claramente racistas desde su partido y desde la alcaldía: repartió folletos xenófobos en 2010, lo que le valió una denuncia (que, como ya hemos dicho, los tribunales dejaron en “agua de borrajas”); en 2015 usó el lema “limpiando Badalona” en su campaña, señalando a determinados colectivos, etc.
Ahora se abre un nuevo período de inestabilidad en Badalona, un rasgo muy común en la política municipal de la ciudad en los últimos años, debido a la fragmentación del voto.
Deberíamos haber aprendido ya una vieja lección que, según parece, nos cuesta asimilar: la extrema derecha y el racismo sólo avanzan decididamente allí donde las fuerzas progresistas están divididas. Por eso, lo que ha pasado en Badalona debería llevarnos a una profunda reflexión. Tal vez vaya siendo hora de dejar los personalismos y tacticismos de partido a un lado, ante la que se nos avecina tras la crisis del coronavirus.