El origen conceptual de la palabra geopolítica se remonta a principios del siglo XX. Rudolf Kjellen, un jurisconsulto y político sueco quien publica en una de sus obras titulada “El Estado como forma de vida” el pensamiento científico de su tiempo, utilizando por vez primera el término “Geopolitik”.
Si bien la acuñación del término se le debe a Kjellen, no debemos dejar de lado la multiplicidad de aporte de otros autores que nutrieron su concepto a lo largo de varios siglos. En estos términos, no se busca considerar a la Geopolítica como algo perteneciente a las ciencias geográficas.
Mas que los factores geográficos, es de vital importancia tomar en cuenta los factores humanos, sociológicos, orgánicos, económicos, históricos y también estratégicos.
Podríamos decir que la Geopolítica es la conjugación de todos y cada uno de las variables antes mencionadas. El sistema llamado Estado debe dilucidar cuáles de estos factores le resultan más favorables para obtener un mayor desarrollo y saber cómo fijar objetivos políticos.
Antes de entrar de lleno con la definición de geopolítica, es conveniente diferenciarla con un concepto que, aunque asociado, no guarda completa similitud con la misma.
Debemos diferencia a la “geopolítica” de la “geografía política”. La segunda puede ser considerada una rama de la geografía, por otro lado, la Geopolítica la podemos ubicar mas en el marco de la Ciencia Política. La Geografía Política observa al Estado como un ente estático, mientras que la Geopolítica toma en cuenta el crecimiento, cambio, la evolución y la dinámica de las fuerzas políticas y terrestres que conforman el Estado.
Otra diferencia que cabe destacar es que la Geografía Política se ocupa de la descripción del Estado como espacio físico, y la Geopolítica busca estudiar y centrar su atención en las circunstancias vitales que hacen vida dentro de un Estado, y a su vez, entre los Estados en sus relaciones espaciales.
Según Michele Taneman, la Geografía Política moderna, al menos como la concebimos actualmente, es una disertación geográfica de la política. La Geografía Política, como tesis de las relaciones entre espacio y poder, nació con la obra “Politische Geographie” (Geografia Politica), de Fiedrich Ratzel y publicado en 1897. No se figura que dicho personaje haya sido el precursor en sobre el contenido o en manejar esa nomenclatura.
Dicho razonamiento o afiliación de la extensión geográfica y espacial de la política son muy añejos. Logramos hallarla en Aristóteles, Maquiavelo, Montesquieu y en otros numerosos filósofos de la Antigüedad, de la Edad Media o de la Época Moderna.
En este punto se intenta, más que definir el concepto en sí de Geopolítica, es llegar a una aproximación de nos permita conseguir un certero entendimiento del tema. Resulta complicado precisar uno único concepto de Geopolítica dada la multiplicidad de enfoques en esta área.
Por tal motivo se busca exponer los elementos más esenciales del concepto de Geopolítica y concatenar dichos elemento más adelante con la situación geoestratégica de Venezuela.
En política exterior Venezuela ha desplegado el marco conceptual del denominado “socialismo del siglo XXI” como una táctica que simboliza, no solo un canje con los principios que situaron la política exterior venezolana hasta comienzos del año 2000, sino también la ampliación, defensa y expansión del ideal bolivariano.
Se ha trazado y consumado un proyecto geopolítico internacional que espera servir de enunciado de un pensamiento continental para agrupar a las fuerzas de izquierda que viven en el hemisferio y que están afrontadas ideológicamente con los Estados Unidos.
Dicha aspiración apunta la conformación de nuevos polos de poder en un intento por provocar el debilitamiento de la hegemonía estadounidense y en el que la variable energética juega un papel fundamental.
Análogamente, ha edificado alianzas extra regionales instituidas en valores políticos compartidos, especialmente con Irán, Siria, Bielorrusia y Rusia, mientras que con China, India y Vietnam, Malasia y otros, se intenta una mayor relación económica, social, cultural, científica y tecnológica.
El petróleo ha sido una variable primordial a la que apelado la administración venezolana para conseguir los propósitos geopolíticos. Se plantea una nueva ilustración de la integración regional concordada en la visión inculcada en el ideario del libertador que convocaba a la ordenación de una confederación de Naciones Unidad por una alianza que comprendía todos los ámbitos políticos.
Desde esta perspectiva, se diseña la afiliación de Venezuela al MERCOSUR, esto responde a una apuesta política cuyas intenciones se registran en ese punto de vista estratégico que el gobierno nacional ansía tomar de cara al nuevo mapa geopolítico regional.
La búsqueda de nuevas representaciones y características de integración que se aparten del pensamiento tradicional para suplirlos por otros de mayor contenido ideológico que accedan fortalecer su cruzada contra el modelo neoliberal de la economía utilizando y capitalizando las variables nacionalistas, los sentimientos indigenistas y las corrientes anti estadounidenses.
Las contribuciones de la teoría jurídica de la soberanía trascienden resultando realmente ventajosas para esclarecer el horizonte jurídico. Por otra parte, conviene fortalecer los bríos encauzados a asentar la legitimación del poder soberano en los medios democráticos de creación de la voluntad política.
Para ello se demanda de la presencia de una generalidad de personas emancipadas, y esta última tiene como postulados altos niveles de alfabetización, tolerancia, volumen de análisis racional del entorno y ejercicio frecuente de las libertades de pensamiento y de voz.
De manera paralela al avance de los elementos y procesos de integración debe proporcionarse, ineludiblemente, un proceso de socialización hacia la conformación de una cultura política en generalizada y una conciencia constitucional local.
La unificación política de los ciudadanos de los heterogéneos Estados, requiere de maneras en los que, como ya hemos ilustrado, priorice el ejercicio discursivo del poder político y la intervención reflexiva de las personas.
Posee vital relevancia la inserción de propuestas sobre “participación social” en la agenda de los asuntos de unificación regional, extremo frecuentemente desatendido. Logramos concluir que lo que está en conflicto no es la concepción jurídica de soberanía, sino el de legitimación, la soberanía como elemento de emancipación.
Debemos impedir que los pasos para la integración valgan para resaltar esta crisis. Más que nunca, requerimos de un ciudadano eficaz, de sociedades autoconscientes, de espacios públicos que faculten la creación libre de opinión.
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