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¡Bielsa, carajo!

Me enteré del ascenso del Leeds United en un receso de una reunión de trabajo y pensé ¡Bielsa, carajo! Lo pensé tan fuerte que lo escucharon todos y tuve que explicar de qué iba la frase. La explicación fue más o menos así:

Bielsa es Marcelo Bielsa, director técnico del Leeds United, un tradicional club que milita en la serie B del fútbol inglés desde hace 16 años. En 2018 incorporaron a Bielsa a la dirección técnica y hoy acaban de salir campeones del ascenso, lo que los habilita para jugar la próxima temporada en la Premier League.

¿Eso es todo, un ascenso?, pudo pensar alguien. Por eso proseguí: eso no es lo importante. Lo importante es que Marcelo Bielsa es parte de la escasa reserva moral del fútbol. Me explico mejor: el fútbol es un negocio lleno de subterfugios y es un deporte lleno de mañas, envuelto en la premura del éxito, en la urgencia del resultado, en el fin que justifica los medios.

Recopilación de anécdotas y enseñanzas de Marcelo Bielsa

En ese pantano de exitismo y deshonestidad, Bielsa resuelve con nobleza: el año pasado, en uno de los partidos clave para lograr el ascenso, uno de sus jugadores sacó provecho de un engaño ilícito y marcó un gol. Los rivales protestaron y el personaje de estas líneas ordenó algo insólito: que su equipo le permita al rival marcar un gol sin resistencia alguna, para volver al empate previo. Y así se hizo. Esa decisión y una derrota posterior impidieron al Leeds United ascender el año 2019. La honestidad sobre el resultado. Fair Play en estado puro. ¡¿Cómo no decir “¡Bielsa, carajo!”?!

¿Cómo no decir “¡Bielsa, carajo!” al recordar que en su primer entrenamiento en el Leeds United pidió a sus jugadores que salgan a recoger basura en las calles durante tres horas, porque ese es el tiempo que un obrero debe trabajar para poderse comprar una entrada al fútbol?

¿Cómo no decir “¡Bielsa, carajo!” -insistí- si hace pocas semanas, en medio de la pandemia, promovió que jugadores y cuerpo técnico acepten una rebaja en sus sueldos para que los casi 300 empleados operativos del club conserven su trabajo y su salario?

Pep Guardiola ha dicho él unas palabras que merecen el mármol: “Es quizás el mejor entrenador del mundo en términos de cómo ayuda a los jugadores a ser mejores”. Difícilmente se podría decir más de un hombre dedicado a liderar equipos de trabajo.

Bielsa, a quien no le faltan títulos en sus vitrinas incluyendo una medalla de oro olímpica en Atenas 2004, relativiza frecuentemente el éxito y jerarquiza los medios de lograrlo: “No creo que vaya a ser mencionado en ningún libro. En todo caso, no querría que fuera por ganar un título. Me gustaría más que fuera por las normas de conducta que usé para desarrollar mi tarea” […] “No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, lo importante es el tránsito, la dignidad con que se recorre el camino en la búsqueda del objetivo”

Marcelo Bielsa tiene, además, un profundo sentido de la excelencia y un enfoque tenaz en el estudio y la planificación: cuando los dirigentes del Leeds United lo contactaron por primera vez, él ya sabía las alineaciones y disposición táctica de todos los equipos de la Championship inglesa.

Marcelo Bielsa celebrando su primer título con Newell’s Old Boys. 1990

En breve ejercicio kantiano, imaginemos unos cien Bielsas en nuestros gobiernos, unos mil en las empresas de nuestro país y unos cuantos millones en las calles. ¿No viviríamos acaso en una mejor sociedad? ¿No debiera ser un imperativo elevar la praxis de Bielsa a conocimiento masivo como ejemplo de buena ciudadanía?

En breve ejercicio político, imaginemos que Bielsa es un hombre de izquierda y que su tránsito por el deporte es solo una extensión de su posición ideológica. Pues bueno, ¡es de izquierda!

¿Y por qué “carajo”?, me preguntaron.

Hace 30 años, cuando ganó su primer título con Newell’s Old Boys, un grito suyo se inmortalizó: alzado en hombros en la vuelta olímpica, las cámaras captaron a un eufórico Bielsa agitando una camiseta en la mano y gritándole a la tribuna “¡Newell’s, carajo!

Mi expresión, por tanto, fue solo un homenaje a ese grito; estas líneas, una limitada muestra de admiración a su trayectoria. Y su campeonato reciente, una fiesta para el fútbol y para la sociedad.