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Emiliano Zapata (II): el auge de la Revolución agraria mexicana

Segunda y última parte de un contenido histórico sobre la participación de Emiliano Zapata en el contexto de la Revolución Agraria en México. Durante la primera entrega se sentaron las bases argumentales que deben ser leídas para entender el texto que se reproduce a continuación. Para ello haga click aquí.

 

Después del fraude electoral de 1910, estalla la revolución. En este contexto Emiliano Zapata tomó resoluciones acerca de los problemas que había con la hacienda, la cual ya no quería arrendar la tierra. Por lo tanto, Zapata por sus medios comienza a repartir las tierras que reconocían como suyas antes de firmarse el denominado “Plan de San Luis”.

En este sentido, es menester comprender qué proponía dicho plan. pues provenía de Francisco I. Madero, el cual desconocía la reelección de Porfirio Díaz y llamaba a la revolución para derrocar a la dictadura. Se prometía a los “pequeños propietarios”, poseedores de terrenos que habían sido injustamente despojados por la hacienda, que se les restituirían sus propiedades.

Zapata decide participar activamente, planteaba un movimiento que venía de los maderistas. El 11 de marzo en villa de Ayala, Morelos (México), Emiliano Zapata junto con Pablo Torres de Burgos y Rafael Merino se levantaron en armas y convocaron a una asamblea general donde leyeron el “Plan de San Luis” y vociferaron la famosa frase que conocemos como “¡muera el mal gobierno!” “¡Viva la Revolución!”.

Citando la obra de Pablo Moctezuma titulada “Vida y Lucha de Emiliano Zapata”, “se fundó, afiliada a la Casa del Obrero Mundial, la Federación de Sindicatos de Obreros del DF, que enarbolaba los principios de la lucha de clases, la socialización de los medios de producción, la acción directa, la eliminación de la intervención del Estado en los conflictos obrero-patronales propugnando por la huelga parcial y general revolucionarias”.

Era evidente que Victoriano Huerta tendría esta alarma y clausuraría la Casa del Obrero Mundial con el fin de debilitarla. Tal y como la historia nos ha mostrado, Victoriano Huerta fue derrotado y obligado a renuncias y huir del país, pues éste trató en múltiples ocasiones de engañar a Zapata y dividir a los revolucionarios.

Respecto a este hecho histórico Moctezuma señala lo siguiente: “Zapata no quiso tratar con los porfiristas, el 19 de junio definieron su posición en un Acta de Ratificación del Plan de Ayala, en el que señalaban que buscaban el mejoramiento económico de la gran mayoría de los mexicanos y que se oponían a la infame pretensión de reducirlo todo a un simple cambio en el personal de los gobernantes”.

Declaraban que lucharían hasta que el contenido del “Plan de Ayala” fuera elevado a precepto constitucional, confirmaron la expulsión de Pascual Orozco y el nombramiento de Zapata como jefe de la revolución, sosteniendo que lucharían hasta que todos los personajes que rodearon a Huerta fueran despojados de sus cargos.

Zapata siguió firme en no negociar con los porfiristas y decidiendo entonces hacerlo con los carrancistas. Sin embargo, como bien se apunta en la obra “Vida y Lucha de Emiliano Zapata” la ciudad de México no estaba abierta hacia los revolucionarios completamente, sino que sólo a los rancheros norteños, evidentemente bajo cargo de Alvaro Obregón (un hombre blanco bien acomodado en el sector político).

Una vez más tomando el poder que debía ser de otras manos que lucharon por ello, no sólo por tener que ver en la política o por contactos sino porque las luchas y el apoyo que se brinda también fue ganado por la experiencia y por la ayuda que los campesinos brindaron.

Desafortunadamente, en aquel momento Zapata cayó muerto, pero se convirtió una de las figuras más importante para México y el sector campesino e indígena, pues no sólo supo entender las demandas de los campesinos, sino que también luchó por ellas.  Convirtiendo esta lucha en una de las primeras Revoluciones Agraristas en todo México, así como en la más importante hasta nuestros tiempos.

De este modo memoria de Emiliano Zapata queda inmortaliza en la siguiente frase: “No somos personalistas, somos partidarios de los principios y no de los hombres”.

 

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