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La corona en decadencia (II): una caída inevitable

Segunda y última parte de un contenido descriptivo sobre la corrupción, impunidad y decadencia de la monarquía española. Durante la primera entrega se sentaron las bases argumentales que deben ser leídas para entender el texto que se reproduce a continuación. Para ello haga click aquí.

La guillotina de la opinión pública juzga siempre antes que los tribunales y la casa real sabe que le espera un auténtico calvario porque la justicia es lenta y saldrá mucha basura, porque la hay. Y ya llueve después del caso Urdangarín, al que increíblemente en seguida veremos salir de prisión.

Porque los del régimen del 78 saben que se juegan la corona, han puesto a Felipe y Letizia a trabajar un poco (más), organizando una gira por todo el país para dar una imagen de cercanía y de interés por los españoles, y por sus problemas económicos más aun con el coronavirus.

Pero en España el verdadero virus es la corona y su conexión con las élites y los ricos españoles que tras cuarenta años de transición han conducido a este país al paro, a la pobreza, la desigualdad y la falta de derechos.

La casa real tradicionalmente ha jugado el papel populista de lavar la cara de la oligarquía ante un pueblo siempre demasiado dócil y confiado. Pero el pueblo también abre los ojos y se harta de engaños. Ha podido aceptar una institución privilegiada, antidemocrática y obsoleta, pero a cambio de que al menos su conducta sea o parezca ya no ejemplar, sino mínimamente ética y sacrificada.

Pero el pueblo no acepta nunca del poder una conducta mentirosa, depravada, frívola o corrupta. Juan Carlos I está acabado y la monarquía en crisis, muy tocada. El pueblo sabe también que un jefe de estado corrupto en un sistema republicano, puede ser juzgado como un ciudadano normal, y ser despedido a su casa si a los cuatro años su conducta es inapropiada.

Digamos la verdad que nadie quiere decir: Juan Carlos de Borbón ha gozado cuarenta años legalmente de derecho a delinquir con impunidad. Hay que acabar urgentemente con esa figura antidemocrática recogida en el artículo 56.3 de la institución de la “inmunidad jurídica” del jefe del estado. Es propia del absolutismo y de las dictaduras, intolerable en un estado de derecho e incompatible con la igualdad ante la ley y con una justicia igual para todos.

Como el escándalo y la indignación popular es tan grande que puede acabar con la propia monarquía española, se ha pactado entre la casa real y el presidente una huida turística vergonzante de Juan Carlos de Borbón fuera del país para alejarle de Felipe VI y que su cercanía corrupta no le contamine.

Triste y trágico final para un rey que había logrado vender una imagen de limpio y demócrata: verse obligado a vivir fuera de su país como un apestado para la propia corona y para todos los españoles. El proceso judicial va a ser lento, pero es inevitable y va a hacer mucho daño a una monarquía que lleva años pegándose tiros en los pies y siendo en la práctica el principal aliado de la alternativa republicana.

La corrupción ha hundido siempre a los borbones y este caso no será distinto. Esperemos que en España se abra paso una República, ningún sentido tiene que en pleno siglo XXI la jefatura del estado se herede en España como una propiedad privada, como una finca en Extremadura.

Democracia es República y la República es más democrática que la monarquía. Sobre todo, si la monarquía es tan corrupta. Pero hay que traerla. Es el momento de reclamar la República moderna que necesita nuestro país en el siglo XXI: laica, federal, plurinacional y solidaria.

Porque con la imposición durante la transición de un jefe de estado “real” y apoyado por el dictador y por la CIA, no sólo se nos robó durante 40 años la República que había que haber legítimamente devuelto al país, sino la posibilidad de ejercer una soberanía popular y democrática verdadera, tarea imprescindible y aún pendiente, la de que los ciudadanos podamos decidir sobre el modelo de estado que queremos para España.

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