Solamente tiene una explicación, basada en la objetividad y la veracidad, y responde al qué, cómo, dónde y cuándo. Sin embargo, queda abierta la posibilidad de interpretación, que podemos entender como la forma específica en la que alguien lo relata; la búsqueda del porqué.
Por ejemplo, una chica delgada camina por la calle cuando un hombre le silba y le grita “guapa”. Detrás de ella, pasa una mujer con sobrepeso y el hombre reacciona mostrando un gesto de rechazo.
Dos terceras personas presencian la escena. Una de ellas cree que se trata de una buena acción ya que el hombre está lanzando un piropo; mientras que la otra persona considera que se trata de una acción repugnante porque cree que una mujer no tiene que recibir ningún tipo de comentario ni gesto por su físico.
El ejemplo muestra dos interpretaciones del hecho, una positiva y otra negativa, que a su vez derivan en una opinión. Sin embargo, el hecho es el mismo. Todo lo demás se genera alrededor de él.
De cada interpretación surgen diferentes puntos de vista. Por un lado, la opinión es positiva porque entiende que se trata de un comportamiento bueno, que no causa ningún daño a la otra persona sino que, además, puede elevar su autoestima al alabar su apariencia física.
Según ello, la chica a la que lanzan el piropo se sentiría halagada y, en cierto modo, aumentaría su bienestar personal. Pero, si nos centramos en el lado opuesto, la acción que se lleva a cabo es repugnante, ya que este hombre estaría promoviendo una imagen de la mujer como un objeto sexual.
Todo ello fomentando además una intolerancia hacia un conjunto de la población por el estado físico en el que se encuentran y una continuación de un canon de belleza machista y basado en unos valores retrógrados.
Podemos entender que la opinión es libre ya que son esas personas las que, llevando a cabo su propia interpretación, obtienen diferentes opiniones. De ahí aquello de que “el hecho es sagrado, pero la opinión es libre”. Sin embargo, ¿hasta qué punto es eso cierto?
Todos somos criados en diferentes espacios, dentro de los cuales existen diferentes valores, y estos valores nos generan diferentes pensamientos. Recibimos distintas influencias constantemente, aunque en la mayoría de las ocasiones ponemos filtros para no dejar pasar aquello que no se ajusta a nuestro criterio.
De esta forma, nuestra opinión solamente puede ser libre si nosotros mismos hemos sido testigos de ese hecho, ya que, si la información llega a nosotros a través de otro canal, la interpretación puede ser negativa o positiva, correcta o incorrecta, coherente o incoherente, pero lo que no será es propia y, por tanto, libre.
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