Mi amiga Carla es feminista y de izquierdas. Y no le gusta el fútbol. Lo considera un deporte cargado de signos y praxis machistas y sostenido por una subestructura capitalista de ultranza. De alguna forma coincidimos. Por eso cuando decidí el tema de esta entrega, pensé en ella. “Debes ser hincha del San Pauli”, le escribí. Y le envié algo de información del club.
El FC St. Pauli (o San Pauli) fue fundado en 1910 en Hamburgo. Aunque desde tiempos del régimen nazi sus directivas y su afición ya habían dado muestras de resistencia a la violencia sistémica del gobierno, no es sino hasta inicios de los años ’80 que se empieza a consolidar su identidad social y política que lo ha vuelto en la actualidad en un club de culto.
Para entender al St. Pauli es necesario ubicarnos en Hamburgo, el mayor puerto de Alemania y uno de los quince mayores del mundo. La ciudad per se es uno de los dieciséis estados que componen la Bundesrepublik Deutschland (República Federal de Alemania). La ciudad-estado de Hamburgo tiene un PIB per cápita cercano a los 50 mil dólares, el más alto de su país y uno de los mayores del planeta.
Tanta riqueza, y en régimen federal, es una placenta muy poco amigable para un movimiento socialista. Dicho de otra forma, en entornos de riqueza es más probable que se gesten colectivos culopropistas, excluyentes y supremacistas. Pues el St. Pauli, nacido y desarrollado en el distrito de Hamburg Mitte, las entrañas mismas de la próspera Hamburgo, ¡es de izquierdas!
Desde los ’80 el St. Pauli se fue convirtiendo en un “hub” contracultural. Mientras en las gradas de los estadios de Europa proliferaba el movimiento “hooligan” con violentos tintes nacionalistas, en el mundo del St. Pauli la afición y la directiva se organizaron para que prevalezca una identidad inclusiva y solidaria. Había nacido así una cultura institucional sustentada en la cohesión social sus hinchas.
Ser hincha del San Pauli va más allá del fútbol. En 1993 la afición del club junto a otros colectivos sociales fundaron la Asociación de Hinchas Activos del Fútbol, para ayudar a librar al deporte rey de acciones de xenofobia, homofobia y sexismo.
Eso fue solo el inicio; luego han participado, promovido y gestionado cientos de acciones de inclusión social a través del deporte en Hamburgo y en países en vías de desarrollo. Las iniciativas Kiezkik, Viva con Agua y FIFI Wild Cup 2006 son solo algunas de ellas.
A diferencia de muchos clubes europeos, el St. Pauli no tiene un dueño sino que le pertenece a su afición, ese organizado colectivo antisistémico que ha convertido a un club de uno de los enclaves más ricos del planeta en un emblema de la defensa de las minorías, en un crisol de la inclusión y en un lugar que acoge diariamente a sus más de 20 mil afiliados para la práctica de cerca de veinte disciplinas deportivas, incluyendo algunas para personas con discapacidad.
Después de ver todo lo que ha gestado el sanktpaulismo, irremediablemente hay que mirar a nuestra Latinoamérica plagada de pobreza, de machismo, de exclusión y de desigualdad de oportunidades. Y hay que mirar a nuestros clubes de fútbol, sus prioridades, sus signos.
El fútbol, al que Eduardo Galeano llamó lo más importante de lo menos importante, debe servir para convertirnos en mejores, no para ahondar y exacerbar nuestras taras.
Fútbol y política es un tándem que debe acercar soluciones estructurales a los problemas de quienes sufren exclusión en todas sus formas. Carlos Viñas, doctor en Historia y autor de Fútbol en el país de los soviets, me ayuda a sustentarlo: “Son dos conceptos indisociables, el fútbol es política porque es un acto social”.
Del mismo Viñas, y esto específicamente sobre el St. Pauli: “Si este club centenario persiste con cierta solvencia económica y gran seguimiento es porque quizá sea el último espacio para este fútbol alternativo. Este club es un ejemplo que demuestra que otro fútbol es posible”.
Otro fútbol es posible. Y otras aficiones también. Como mi amiga Carla, quien luego de leer sobre el St. Pauli me escribió: “¡Lo lograste, me encantó ese equipo, lo voy a seguir! Eso me devuelve la fe en la humanidad y en los valores”.
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