El llamado sismo del Ángel ocurrió en la madrugada del domingo 28 de j00ulio de 1957 a las 2:43 horas (hora de la ciudad de México). Tuvo una magnitud de 7.6 MW y el epicentro se localizó en las costas de Guerrero, muy cerca de Acapulco.
Este sismo llama la atención porque se manejó en torno a él un discurso centrado en el dolor que provocó entre la población el derrumbe de la columna del Ángel de la Independencia, que al parecer trataba de ocultar las verdaderas cifras de la tragedia y desviar la atención.
Algunos de los derrumbes de los que se tiene información son los siguientes: cine Cervantes, ubicado en la calle de Lecumberri del centro histórico; edificio enfrente del parque del Seguro Social sobre avenida Cuauhtémoc, tuvo que ser demolido; edificio en avenida Morelos esquina con Paseo de la Reforma.
Asimismo, el edificio multifamiliar presidente Juárez, ubicado en la colonia Roma, a unos pasos del actual metro Centro Médico; una casa en construcción de dos pisos en la cerrada Romero de Terreros, en la colonia del valle; las escuelas ESIA y la ESCA ubicadas en la Ciudad Politécnica.
El derrumbe más aparatoso ocurrió en un edificio ubicado en las calles de Frontera y Álvaro Obregón, donde se reportaron 33 muertos. Cabe señalar que este edificio tenía apenas cuatro meses de ocupación. La mayoría de los inquilinos eran de origen hebreo.
En general, hay gran incertidumbre en cuanto al número de víctimas humanas que cobró el sismo. El quinto Informe de Gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, presidente en turno al momento del sismo, reportó la muerte de 53 personas en la Ciudad de México; pero tan sólo en el día siguiente al suceso, el periódico Excélsior reportaba ya 35 muertos.
En cuanto a la respuesta colectiva, el informe menciona que: “El comportamiento de la colectividad fue ejemplar. Reveló su entereza, puso de relieve su elevado sentido cívico y su gran espíritu de solidaridad social. Las autoridades cumplieron con su deber y se comportaron a la altura de su misión, especialmente el Ejército, la Policía y los Bomberos. Igual conducta asumieron las Cruces Roja y Verde. A todos, a todos ellos reitero el reconocimiento del Gobierno por sus virtudes cívicas, que deben ser acrecentadas incesantemente, como corresponde a un pueblo de tanta categoría moral como es el nuestro”.
En estas líneas se puede ver una exaltación de pretendidos valores de solidaridad social y categoría moral de las autoridades. Puede verse que el énfasis se hace en la labor de autoridades y organismos de gobierno. De hecho, no se menciona explícitamente a la sociedad civil como partícipe en las acciones inmediatas.
La devoción de la que supuestamente era objeto el Ángel de la Independencia también puede apreciarse en el informe presidencial: “Porque es símbolo enaltecido para toda la nación, informo con el mayor agrado que la Columna de la Independencia está siendo reparada con fervor patriótico, como digno guardián que conserva las cenizas de los héroes de la Independencia; y que, en un plazo aproximado de cuatro meses, la estatua del Ángel de la Independencia quedará nuevamente enhiesta y firme, como emblema de nuestras libertades”.
Este fragmento parece bastante pretencioso. Por un lado, denota la vieja tradición del Estado mexicano de exaltar los valores patrióticos materializados en monumentos. Por otro lado, pudo haber tenido la intención de distraer la atención de los verdaderos problemas, contentando a la sociedad con la reconstrucción de una estatua. Cabe preguntarse si realmente la población le tenía tanta estima a la columna del Ángel.
Algunos sectores de la población mantuvieron una actitud crítica ante la situación. El Excélsior reportaba que, por el derrumbe de dos escuelas en la Ciudad Politécnica (hoy Zacatenco): “Entre los estudiantes del politécnico cundió ayer la agitación por la mala construcción de los edificios. Arrojaron la culpa a las autoridades de la Secretaria de Educación y del propio instituto, por el ahorro de dinero para las obras. Los estudiantes manifestaron que no asistirán a las clases hasta en tanto no se determine la peligrosidad de los edificios”.
En el derrumbe ocurrido en la calle de Álvaro Obregón esquina con Frontera, en la colonia Roma, la multitud quería ayudar al rescate de los aprisionados, pero fue detenida por la fuerza por personal del ejército y policía. Al parecer, en algunos casos la ayuda en la remoción de escombros por parte de la sociedad civil se encontraba limitada por parte de las autoridades.
Muchos de los edificios que se derrumbaron o resultaron dañados, tenían poco de haber concluido su construcción, o estaba en proceso, tales como el mercado de la Merced, el edificio de A. Obregón y Frontera, un nuevo edificio de la Penitenciaría y una casa en Romero de Terreros.
El periódico Excélsior del día siguiente a la tragedia, pone de manifiesto la falta de escrúpulos de los técnicos involucrados en la construcción, sin mencionar explícitamente a algún funcionario o empresario.
Si se revisa con detenimiento la ubicación de los derrumbes del sismo de 1957, se podrá notar que estos están dentro de la misma área delimitada en el mapa de derrumbes que proporcionó el gobierno de la Ciudad de México, a raíz del sismo ocurrido en el año 2017.
Esta recurrencia en las zonas afectadas se debe a la edificación de gran parte de la ciudad encima de suelos fangosos, producto del pasado lacustre de la Ciudad de México, lo cual repercute en la propagación y magnificación de las ondas sísmicas.
El presente texto es un extracto de una investigación escolar realizada en conjunto con Ángeles Tufiño, Diana Guzmán, Jesús Aguirre y Sabás Fernández.