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Museo de Bellas Artes de Castellón: Gerda Taro y Robert Capa

“Mereceríais ahora, pequeña Greta Taro

Y Robert Capa, un recuerdo visible en

Cualquier campo de batalla de entonces o

en el tronco de cualquier pino de la sierra

para que sintiéramos ondear, aunque

invisible aquella pobre bandera tricolor

que combatía por la paz mientras era

atacada por los de la guerra”.

                           Rafael Alberti. La arboleda perdida.

Entré en el Museo de Bellas Artes de Castellón (del que os prometo unas próximas reseñas), e inesperadamente, me topé en la sala de exposiciones temporales con esta sencilla pero lograda exposición, que espero consiga mover algo dentro de vosotros, como confieso me sucedió a mí. Os pongo en antecedentes.

La judía alemana Gerta Pohorille, tras ser detenida en 1933 por los nazis, consiguió huir a París, donde conoció al fotógrafo húngaro (también judío y refugiado) Endre Ernö Friedmann. Ella tenía veintitrés años, él veinte, y ambos se amaron apasionadamente.

El mundo los conocerá como Gerda Taro y Robert Capa. En realidad, fue Gerta quien “inventó” la marca “Robert Capa”, e incluso cientos de fotografías a él atribuidas corresponden en realidad a Taro, como se ha evidenciado sobre todo desde el descubrimiento de la maleta mexicana.

Él era ya por entonces mucho más famoso, el mundo mucho más machista, y ella realmente muy generosa (la pequeña “Little red fox”, como la llamaban los combatientes republicanos en Madrid). Pero esa es otra historia.

Trabajaban como fotógrafos para “Le soir”, y después de informar sobre la guerra en los frentes de Madrid, Barcelona y Aragón, llegaron a Málaga en febrero de 1937 para documentar la terrible “desbandá”.

Siendo esta una herida aun sangrante en el corazón de Andalucía, trescientas mil personas que huyeron despavoridas ante la inminente toma de la ciudad por las tropas fascistas y el temor (más bien pánico) a sus represalias.

Aunque hoy en día resulte difícil de entender, este pánico generalizado que obligó sin dudar a padres de familia a escapar con bebés o hijos de corta edad, vino motivado por las noticias, confirmadas por ambos bandos (cada uno, evidentemente, con un interés diferente), de las atrocidades cometidas por las fuerzas fascistas de ocupación y sus refuerzos africanos en aquellas localidades “conquistadas”.

En sus alocuciones radiofónicas, Queipo de Llano llego a decir “que ahora iban a ver las malagueñas lo que era un hombre”. Hay que decir que Málaga era la última ciudad andaluza que aún no había caído en manos de los rebeldes.

En su éxodo, fueron ametrallados por los aviones italianos (consta la petición de un piloto de hacerse repetir la orden varias veces, ante su incredulidad de que le ordenasen masacrar a aquella columna compuesta principalmente por civiles.

En ocasiones también fueron bombardeados desde el mar, quien conozca la N-340, la única vía de escape que pudieron tomar los huidos, sabrá que en muchas partes de su recorrido esta llega casi hasta el mar.

La profundidad del agua en la zona permitió que los buques fascistas lanzaran en algunos lugares sus andanadas desde poco más de doscientos metros. Mucho peor le fue a la mayoría de los que fueron alcanzados por sus perseguidores, a los que no pudieron seguir o a los que decidieron entregarse. Baste decir que existe una fosa común en esa zona con más de cuatro mil cadáveres.

En el ánimo de los fotógrafos estaba el mostrar con toda la crudeza posible el horror  de la violencia fascista, a la par del heroísmo de un pueblo indefenso, con la intención de mover a las naciones civilizadas de su postura de “no intervención”, y sobre todo, lograr el apoyo como esperaban, de Francia.

Y al mismo tiempo tratar de destacar las acciones del ejército republicano y de su gobierno dejando constancia con sus imágenes de la recuperación de la costa desde Motril a Almería para frenar la sensación de derrota que cundía en el extranjero

Al homenajear a los miembros de las Brigadas Internacionales, precisamente los que recuperaron Calahonda, jóvenes voluntarios del mundo entero, que ante la inacción de sus gobiernos, entendieron era su obligación luchar contra el fascismo que unos meses después entraría en guerra contra esos mismos países que hasta entonces, habían permanecido indiferentes.

Muchos de estos jóvenes, los que consiguieron regresar a sus países, sufrieron juicios y condenas, y de entre los prisioneros, los que no fueron fusilados, acabaron en su mayor parte en campos de concentración alemanes.

Su epopeya, recogida internacionalmente, tuvo como es natural más apoyo en unos países que en otros, significativamente escasa en aquellos como en Inglaterra, por poner un ejemplo, que luego tanto lamentarían el no haber reaccionado a tiempo contra el fascismo y el no haber defendido con más contundencia la legalidad republicana.

Gerda Taro. Man shaving

Robert Capa. “Group of loyalistes soldiers patrolling whit their rifles”.

Robert Capa. “Loyalist soldier smoking, leaning on a cactus”.

“La miliciana a caballo”.

Recogida internacionalmente, esta fotografía quiso simbolizar la firme determinación del pueblo español de vencer (tras la derrota de Málaga), y el compromiso y la absoluta igualdad de las mujeres.

Y tal vez intentar mover algunas conciencias extranjeras ante el hecho evidente de que las mujeres en España, estaban asumiendo con orgullo y determinación un rol que, para los criterios moralizantes imperantes en la época, no era desde luego el que les correspondía.

Como curiosidad, decir que el propio Ernest Hemingway (antifascista militante), en la producción de la película sobre su obra ambientada en nuestra guerra civil, “por quién doblan las campanas”, eligió varias fotos de Taro, entre ellas esta.

 En la cinta el personaje de María, interpretado por Ingrid Bergman, debía tener una toma lo más parecida posible a la fotografía que tanto le había impactado.

La “Desbandá de Málaga”

Cuál sería la situación de esta pobre niña que ni tan siquiera presta atención a su muñeco

El 27 de julio Gerda Caro murió en Brunete aplastada por un tanque.

En este número de “LIFE” informando de su muerte podéis ver un retrato de Gerda junto al reportaje de un dinamitero, y más arriba, la instantánea quizás más famosa de Capa, en la que recoge el momento la muerte de un miliciano y que después de esta primera toma os muestro un poco más centrada.

Robert Capa falleció años después en Vietnam en tras pisar una mina. Descansen en paz.