Se ha dicho por activa y por pasiva, también desde las páginas de Elestado.net: no les importan los hechos, no les importa la verdad, no necesitan excusar sus mentiras y sus bulos: les salen gratis. Este discurso de odios y mentiras se ha convertido en una nueva normalidad en nuestras vidas: los vemos en el Congreso, en los medios de comunicación, en el día a día, en las redes sociales.
Se trata de un discurso que no aporta razones o argumentos, que se basa en el insulto y la agresividad, con una fuerte carga de emotividad y banalización de temas tan importantes como el machismo, la homosexualidad o la inmigración.
El objetivo final de ese discurso es, única y exclusivamente, hacer caer un gobierno libre y democráticamente elegido, que puede gustarnos más o menos, pero que salió de las urnas, con un compromiso histórico. La derecha no ha sabido aceptar democráticamente los resultados de esas urnas, y por eso no va a permitir que gobiernen.
Todo vale, para ellos, para tapar su falta de propuestas, su corrupción o buscar un rédito electoral cortoplacista, que no va más allá de la próxima cita en las urnas. Y tapan la falta de propuestas de ese discurso recurriendo al odio y la intransigencia hacia los “otros”, los que no piensan como ellos.
Estamos viviendo la situación más extraordinaria, posiblemente, de la historia de España: somos víctimas de una pandemia que está asolando nuestra economía y sociedad, pero venimos ya de una crisis económica que ha provocado una expansión de la pobreza que aún no alcanzamos a poder valorar. Pero todo eso les da igual.
Sólo buscan la confrontación, expanden la mentira, utilizan a las víctimas, cuando más necesaria tendría que ser la unidad y la colaboración de todos los sectores sociales, políticos y económicos. Esto provoca un problema de falta de cohesión social, que profundiza las desigualdades sociales
A pesar de erigirse en defensores de la “sacrosanta” identidad de España, apropiándose del concepto de la nación y de sus símbolos, vemos una oposición desleal, que entorpece y resta apoyo, que no coopera, que desacredita las medidas que los expertos consideran urgentes y esenciales para superar la pandemia, etc.
Esa postura de brutal oposición limita la capacidad de actuación del gobierno. Pero también mina las instituciones del país: crisis de confianza de la ciudadanía, crisis de una monarquía corrupta hasta sus raíces, que socava la necesaria reconciliación y la memoria histórica de las víctimas, que fomenta la ignorancia y la agresividad. Es así que en Europa se sorprenden del nivel al que se llega para desestabilizar al gobierno.
A todo esto, se suma el blanqueo que la derecha “democrática” (lo que el “Manifiesto por la democracia” llama la derecha extrema) está haciendo de la extrema derecha de VOX: PP y Ciudadanos les han permitido llegar a las instituciones, gobiernan ciudades y comunidades autónomas con ellos, sólo por conseguir llegar, de nuevo, al poder.
Pero esto provoca que la extrema derecha marque la agenda política de esas instituciones, como se ha demostrado, repetidamente, en Madrid y Andalucía. A pesar de la intervención de Pablo Casado, durante la moción de censura, contra Abascal y su formación, sus palabras no resisten a sus hechos.
Por ejemplo, el PP sigue en una deriva reaccionaria contra la memoria histórica real y democrática de España, y afrentando a los personajes que la representa, como demostró con la retirada del monumento a Largo Caballero o la retirada de los nombres de los represaliados en el cementerio de La Almudena.
Se trata de una vergüenza histórica dedicarse a la persecución de figuras democráticas, porque son propuestas que incitan al odio, a la confrontación y al rencor, que es lo que busca la extrema derecha. Posiciones como esta hacen evidente que las palabras de Casado han sido sólo banalidades como estrategia electoral, pero nada creíbles.
Mientras en Europa se plantea el “cordón sanitario” contra la extrema derecha, en España los partidos de la derecha siguen empeñándose, imprudentemente, en algo que puede ocasionar sinsabores y perjuicios a la sociedad.
Al mismo tiempo, se han internado en la deriva radical de la estela de VOX, con discursos extremistas que buscan reescribir la historia y desprestigiar a figuras que son un referente de la libertad y la democracia en España.
Es la misma extrema derecha que incapaz de condenar la dictadura de Franco, cuando no se vanagloria de la misma, que no quiere hablar de memoria histórica, porque no entra en sus cálculos electorales la reparación de las víctimas y de sus familias.