El 5 de noviembre de 2005 quedó en la historia popular latinoamericana como el día en que un grupo de gobernantes,entre ellos Néstor Kirchner presidente de Argentina, Tabaré Vázquez presidente de Uruguay, Nicanor Duarte Frutos presidente de Paraguay, Luiz Inácio Lula da Silva presidente de Brasil y Hugo Chávez presidente de Venezuela se unieron para decirle en la cara al presidente de la nación más poderosa del planeta, George W. Bush, que no. ¡NO AL ALCA!
Ese mercado común que Bill Clinton y los presidentes de la “larga noche neoliberal” de los 90 habían imaginado desde Alaska hasta Tierra del Fuego que debía firmarse en la IV Cumbre de las Américas de Mar del Plata en Argentina.
“Vamos a decirlo: ALCA, ALCA, ¡al carajo! ¿Quién enterró al ALCA? Los pueblos de América enterramos al ALCA, hoy, aquí en Mar del Plata”. Palabras pronunciadas por el presidente de Venezuela Hugo Chávez en noviembre de 2005. Fue el momento culminante de trabajosas negociaciones entre tres líderes que habían coincidido en tiempo y lugar para darle un rumbo al continente como no lo había tenido en 200 años de historia.
No al ALCA fue un amplio movimiento político-social llevado adelante por gobiernos, partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales de todo el continente americano, con el fin de oponerse al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), establecida por los gobiernos americanos en 1994 siguiendo con el proyecto de Estados Unidos, que debía entrar en vigor en enero de 2005.
El ALCA era un proyecto del capitalismo internacional y de las élites económicas de los países más ricos, claramente definido por la política exterior de Estados Unidos, que buscaba convertir a América en una enorme zona de libre comercio subordinando el resto de las economías a sus intereses, y que, de concretarse, hubiese significado para el continente entero la coronación absoluta, bajo el liderazgo hegemónico norteamericano, de las pesadas décadas neoliberales y un reaseguro de la continuidad de ese costoso rumbo por varias décadas más.
Además, numerosas organizaciones sociales latinoamericanas han definido al ALCA como un proyecto anti-democrático, excluyente y poco transparente, pues la ciudadanía en su conjunto, diversidad de pensamientos y posturas, no está representada en ninguna de las negociaciones de los ejes temáticos.
El proyecto está orientado a defender los intereses de una minoría, representada por las grandes corporaciones multinacionales, por sobre los intereses de una amplia y diversa mayoría de comunidades, culturas y pueblos de las Américas.
Con la implementación de proyecto del ALCA las empresas de los países desarrollados tendrían más poder que los propios gobiernos latinoamericanos. “Es un proyecto de sometimiento a nuestros países que amenaza no solamente a nuestro continente sino a todo el mundo”. Manifestaba la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo.
El ALCA tenía como ejes centrales la desregulación de los mercados, la libre circulación de capitales y mercancías y la privatización de los servicios públicos, con lo que se reforzaría el poder de las grandes corporaciones multinacionales, en especial estadounidenses, y se debilitaría la capacidad -ya escasa- de los Estados de poner en práctica políticas activas que reactiven la economía, promuevan el desarrollo económico y la integración social.
Dentro de algunas de las consecuencias que la región podría haber sufrido con la aplicación del ALCA, se podrían mencionar: desconocimiento total a los derechos territoriales y culturales de los pueblos indígenas, proceso de apropiación física de los territorios de comunidades rurales por parte de empresas transnacionales, la biodiversidad de las áreas silvestres quedará bajo el control de las grandes empresas, la diversidad de rubros de consumo o de renta campesinos sería desplazada por el no acceso a mercados.
Toda esa inédita y potente convergencia de voluntades políticas, que terminó torciendo el deseo del gigante del Norte, se constituyó –para decirlo finalmente- en el puntapié inicial de la reconfiguración regional que vino tiempo después, la cual se cristalizó en el surgimiento de nuevas instancias de integración –el ALBA, la UNASUR y la CELAC-, surgidas de forma soberana y respondiendo a los intereses reales de los países latinoamericanos principalmente con los gobiernos progresistas de la década de oro, y la reformulación de otras tantas, tales como la del Mercosur.
Es decir: aún sin ser consciente del todo, aquel encuentro movido por la resistencia sembró las condiciones de posibilidad de aquello que llamamos un nuevo tiempo regional, que incluye, entre otras cosas, las emergencias de espacios sin precedentes de vinculación entre los países de la región evidenciaron avances sociales, económicos, culturales e integracionistas de fuerte alcance.
Si bien ese proyecto librecambista fue derrotado en 2005, EEUU logró de alguna manera reconstruirlo, a través de la celebración de Tratados de Libre Comercio (TLCs) con varios países de la región.
La búsqueda por construir una sociedad más justa y solidaria es lo que sigue movimiento a los sectores sociales de todo el mundo a luchar contra la explotación del hombre por el hombre. Es esta misma búsqueda la que movió el rechazo al ALCA y a buscar caminos alternativos al capitalismo desenfrenado que el proyecto representaba.
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