Recientemente, el Memorial Democràtic de Catalunya ha presentado una exposición para honrar la labor humanitaria de Ruth von Wild con los niños españoles refugiados, gracias a unas fotografías recuperadas por la historiadora María Ojuel, y que explican la vida de esos niños y niñas en la colonia de Sigean.
Ruth von Wild nació en Barcelona, en 1912, en el seno de una familia suiza, afincada en la ciudad debido a la ocupación de su padre. Estudió magisterio en Francia y ejerció como maestra en la escuela suiza de Barcelona (1933-1936). Al estallar la guerra se trasladó a Gran Bretaña, aunque en 1938 decidió volver a España, para integrarse en el Servicio Civil Internacional, como voluntaria. Se trataba de una entidad pacifista, que lideraba el Comité Suizo de Ayuda a los Niños de España (una organización que aglutinaba a diferentes entidades de ayuda). En este mismo servicio civil se integraría Elisabeth Eidenbenz.
Tras su retorno a España, el hecho de que hablase castellano y catalán la convirtieron en una pieza esencial de la asistencia humanitaria a los refugiados republicanos, durante la evacuación y el exilio. Su tarea más esencial fue la atención a los niños, muchos de ellos huérfanos o separados de sus familiares.
Durante su estancia en Catalunya, la misión principal de von Wild fue coordinar la acción de la Ayuda Suiza, y velar para que la asistencia llegase a los refugiados, en colaboración con la Ayuda Infantil de Retaguardia de la Generalitat republicana, que había organizado algunas de esas colonias. También jugó un papel destacado en este proceso la asociación religiosa de los cuáqueros, que se distinguió por la ayuda material y humanitaria.
En enero de 1939 se produce La Retirada, el éxodo republicano hacia Francia en el que más de 400.000 personas cruzaron los Pirineos. En aquellos momentos, el panorama era desolador: familias enteras, cargadas con todas sus pertenencias, personas sencillas, espantados y agotados, cruzaban la frontera, para verse internados en los campos de concentración franceses.
La llegada de von Wild a Francia coincidió con la entrada masiva de esos exiliados refugiados españoles, junto con el resto del ejército y el gobierno republicano, huyendo del fascismo. Los miembros de la Ayuda Suiza se centraron en los más débiles: niños solos, madres con criaturas pequeñas o embarazadas. Así, mientras Eidenbenz se hacía cargo de la Maternidad de Elna, en junio de 1939 von Wild pasó a dirigir una colonia con 150 de estos niños exiliados, en el Château du Lac, en Sigean, con diversas situaciones personales (algunos huérfanos, otros con padres en lugares desconocidos) y diversas procedencias (campos de concentración, colonias, etc.). La prioridad de los responsables de la colonia era que, desde su llegada, los niños pudiesen recuperarse de los traumas de la guerra y el exilio y, en la medida de lo posible, volviesen a reunirse con sus familias.
Von Wild se dedicó a fotografiar a todos ellos, para facilitar la identificación e informar a sus familias de que estaban a salvo, y facilitar su repatriación. La mayoría de los niños eran menores de 12 años, y eso hacía el proceso de identificación muy laborioso. En algunos casos, eran las mismas familias las que buscaban retrasar, en lo posible, el retorno de los niños, porque no tenían medios de hacerse cargo de ellos.
“Nuestra satisfacción más grande es poder apartar a estos niños del peligro moral –y no sólo de la miseria física- de los campos de concentración, para que durante un cierto tiempo puedan ser lo que son: niños” (Ruth von Wild).
También había maestros españoles, acogidos temporalmente a la colonia, de camino hacia el exilio, y eso permitió que se organizasen clases para los niños. En agosto de 1939, los primeros niños reclamados por sus familiares abandonaban la colonia de Sigean para volver con sus familias. Esa tarea de retorno no se finalizó hasta 1940.
“Continuando la labor llevada a cabo por la Delegación Extraordinaria que, en nombre del Caudillo, viene ocupándose de devolver a España los niños que se llevaron los rojos, ha llegado hoy a nuestra capital, procedente del extranjero, una nueva expedición” (La Vanguardia, 9 de agosto de 1939).
A partir de 1940, tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la Ayuda Suiza se reorganizó en el sur de Francia, la parte no ocupada por los nazis. Ahora, su ayuda se centraba en los damnificados de la guerra europea, principalmente franceses, pero también de otras nacionalidades, incluyendo a judíos, que huían de la deportación. Lo mismo hizo Eidenbenz con algunos de los niños refugiados en Elna, enfrentándose, incluso, a la Gestapo.
Una vez finalizada la misión de Le Lac, von Wild pasó a dirigir una nueva colonia en Pringy, en la Alta Saboya, donde prosiguió con la tarea que había iniciado con los refugiados españoles: ocuparse de los niños de la guerra europea, que tuviesen una estancia feliz, lejos del foco del peligro. Esta colonia acogió, hasta 1946, a cerca de 800 niños.
Posteriormente dirigiría una residencia para niños en condiciones desfavorecidas en Alemania, entre 1946 y 1961, como miembro de la Iglesia Protestante Suiza y, más tarde, un asilo para personas sin hogar en Suiza, hasta 1974.
El trabajo para recuperar a esos niños ilustra la ingente tarea humanitaria de la Ayuda Suiza durante la Guerra Civil y el exilio, sobre todo teniendo en cuenta que muchas veces sus decisiones se enfrentaron a la actitud tibia y ambigua del gobierno suizo con respecto a la guerra en España. Esa actitud se plasmó en que Suiza fue una de las primeras naciones en reconocer el régimen del dictador genocida Franco.
Mujeres como Ruth von Wild, Elisabeth Eidenbenz, Rösli Näf y tantas otras, adquirieron un compromiso personal que las llevó a dedicar la vida a ayudar a otros, más allá de cualquier consideración personal. Y la mayoría de ellas no han tenido el reconocimiento que deberían recibir.
“Nuestro ángel de la guardia: inteligente, culta, protectora, vigilante, preocupada por los niños y las familias. No podemos olvidarla. Fue una persona excepcional; gracias a ella muchos niños y niñas españoles nos salvamos y pudimos retornar plenos de salud” (María Solsona, una de las niñas refugiadas en Le Lac).
La biografía de esta increíble mujer, en muchos aspectos paralela, pero menos conocida que la de Elisabeth Eidenbenz en la Maternidad de Elna, y que otras muchas, sirve para recordarnos que, en estos momentos de extensión de ideologías intolerantes por todo el mundo, hubo personas que siguieron los dictados de su conciencia, más allá de lo posible. Se trataba de mujeres con un perfil humano, con carisma, progresistas, con firmes convicciones ideológicas, que se comprometieron en el cuidado de los niños refugiados, poniendo en peligro, muchas veces, sus propias vidas.
Ruth von Wild murió en Thun (Suiza), en 1983.