Entre cantos, comida, flores y rezos, suben pobladores a las faldas del volcán Popocatépetl, de cerros y peñascos, cuevas, lagos… Es la petición para el agua a los “señores del monte” u otras entidades sobrenaturales. Estos ritos se llevan a cabo a principio del mes de mayo, pues es el tiempo indicado de trabajar el campo, para recibir las cosechas en el segundo semestre del año, segundo rito en agradecimiento.
Es una tradición en México, la petición de lluvias, que reclama una complejidad aún más grande, que es la misma complejidad del Tiempo, la sistematización hecha mito y hecha rito, con sus reflejos y repercusiones culturales, sociales y por supuesto económicas.
La transformación de la naturaleza fue en un principio el ejemplo del pasar del tiempo, del orden al desorden, la percepción del tiempo fue, es y será el orden primigenio de toda sociedad.
Lo señala Patrick Johansson en su artículo “Tiempo y Muerte en el Mundo Náhuatl Prehispánico” :
“En el contexto cíclico indígena, estas dos estaciones [se refiere a la temporada de lluvias y la temporada seca] no se encuentran en una simple relación de consecución sino en una alternancia rítmica que atañe a los latidos […]”.
Tiemperos o Graniceros; un oficio de prestigio en las comunidades de México
¿Quiénes son los capaces de conocer el temporal? Son personas que parecen comunes y corrientes, la vecina o el compadre, sin embargo en algún momento de sus vida pasaron por un acto que les dio el “don” o el “poder” de entender el tiempo – entiéndase como sinónimo de temporal-.
Hay relatos diversos tantos como graniceros hay, sin embargo, suelen ser constantes como la de haber estado a punto de morir y recordar haber tenido alguna revelación o mandato, en sueños o que les haya caído un rayo, estas son algunas de las iniciaciones más cotidianas.
Estas personas son las encargadas de leer mediante diferentes métodos, el pronóstico del temporal, si habrá buenas o malas cosechas, de alejar o llamar a las lluvias, de controlar que esta lluvia sea del tamaño e intensidad adecuada para no ser perjuiciosa, de ir a hacer ofrendas a los “espíritus” que viven en las montañas o cuevas; en algunos casos a parte de tener el “don” de hablar con el tiempo, también tienen el “don” de curar a gente enferma, gente que no encuentra salud en la medicina occidental, como ya he hablado en otra publicación “Alma, cuerpo y enfermedades culturales”.
Se les ve yendo hacia el monte con canastas, machetes u objetos cotidianos para hablar con las nubes y el viento para que no dañen las cosechas.
Dentro de las comunidades son bien conocidas estas personas puesto tienen un status social alto, de prestigio, pues depende de ellos la salud y bienestar colectivo en torno a la agricultura y por otra parte la sanación de males.
Los tiemperos no cobran por su oficio, es un deber y un don que fue dado, según ellos mencionan, por seres superiores, ellos optan un papel servicial frente a las demandas de estos seres que les hablan en sueños o de maneras no humanas.
Tal era la sistematización del tiempo y de la naturaleza, que dicen los abuelos que hace años, cuando no había contaminación y el tiempo no estaba enfermo, como reloj se asomaban las lluvias en los días predecidos.
Los graniceros se especializan en la lectura de varios fenómenos metereológicos como los vientos o rayos, los torrenciales, el de granizo, agua, viento, etcétera.
Hoy en la actualidad es más difícil encontrar a graniceros actuando, la mayoría son gente adulta, de la tercera edad, que pocas veces deja sucesor, tomando en cuenta también que dados los cambios climáticos tan acelerados es difícil acoplar los saberes milenarios a un mundo expuesto al frenesí del consumismo.