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“Cambio de ciclo” en América Latina: imposición frente a proceso

El actual cambio de ciclo que está llevando a la izquierda al poder en varios países de América Latina responde a un proceso histórico, interrumpido hace diez años por una imposición conservadora.

El espectro conservador occidental, comenzó a hablar, con un lenguaje muy positivo, del “cambio de ciclo” para referirse a la caída de los gobiernos de izquierda bolivariana a principios de la primera década del presente siglo.

Con un “alivio democrático” plagado de suspiros que se oían por todo el Atlántico, celebraron que esos regímenes, catalogados por ellos mismos como “dictaduras” estuvieran cayendo. Dando a entender en los informaciones de los principales medios de comunicación, que esos ejecutivos llegaban a su fin por sus propios errores, de los que la derecha ya había alertado lustros antes: “aumento de la pobreza“, “censura“, “persecución“… Por lo que las sociedades que los sufrían se habían cansado de aventuras alternativas, regresando al sistema neoliberal que gobernaba previamente.

Todo comenzó en 2009, con la caída de Manuel Zelaya en Honduras y la de Fernando Lugo en Paraguay tres años después. Eran los eslabones más débiles de la izquierda latinoamericana porque ambos alcanzaron el poder con fuerzas políticas de los regímenes neoliberales que durante sus gobiernos quisieron superar.

El hondureño despertó una mañana con militares tomando su casa y expulsándolo del país. El paraguayo observó cómo los medios de comunicación de Paraguay, en poder de las fuerzas sociales que lo adversaban (Iglesia, grandes latifundistas, banqueros…) le endosaron la responsabilidad de una masacre de campesinos que sirvió como base legal para un juicio político.

Hubo respuesta de ambas sociedades en contra de los dos golpes, más sostenida la de Honduras y también, por esa precisa razón, más reprimida. No cayeron esos gobiernos porque lo hubieran hecho mal sus gobernantes, no existía un malestar social, sino que las oligarquías locales con ayuda de las respectivas embajadas de Estados Unidos, perpetraron los golpes a las democracias.

Tras el ensayo en Paraguay de un golpe de estado sirviéndose de las instituciones democráticas, lo que permitía hacer pasar la violación de la democracia por una transición hacia un mejor sistema, llegaron Brasil y Argentina.

Se había producido el anhelado por las grandes empresas y bancos “cambio de ciclo“, cuya importancia radicaba en que esas organizaciones económicas recuperasen la titularidad de la explotación de los recursos naturales, pero también reforzar la idea-fuerza (puesta en duda tras tantos triunfos de la izquierda) que asevera que la izquierda cae por el peso de sus propios errores.

Sin embargo el cambio de ciclo fue impuesto. Lo sigue siendo. Venezuela y Cuba sufren unas sanciones desmedidas que no se han levantado ni ante la petición de la ONU que lo imploró por la situación de la pandemia.

Nicaragua fue atacada durante el año 2018 por un terrorismo callejero que usó una protesta legítima como justificación de la violencia. Bolivia sufrió un golpe de estado el año pasado y Ecuador votó por una continuación de la Revolución Ciudadana para después ver el regreso del neoliberalismo rechazado en las urnas, empresa offshore y apartamentos de lujo en el extranjero mediante.

Sin embargo, y a diferencia de otras décadas en las que solo permanecía Cuba, observando desde la distancia cómo caían gobiernos progresistas (Salvador Allende en Chile, Daniel Ortega en Nicaragua), en esta ocasión han permanecido además Nicaragua y Venezuela, configurando un escenario en el que las fuerzas de izquierdas no terminaron de ser derrotadas.

Pese a la manipulación del proceso histórico por parte de las fuerzas golpistas, la mayoría social de México apostó por López Obrador, superando el fraude electoral que impidió su victoria en 2006 y 2012; la ciudadanía de Bolivia rechazó el golpe y quiso regresar al socialismo, por lo que hoy Luis Arce, del MAS es su presidente; y las encuestas en Ecuador muestran que la izquierda liderada por Rafael Correa -el binomio Arauz-Rabascall- ganará en primera vuelta.

La realidad es tozuda y la izquierda gobierna no mal, sino muy mal para los que tienen tanto dinero que generan una ruptura de desigualdad en la sociedad, porque a base de impuestos y leyes en favor de quienes menos tienen, esa opción política redistribuye la riqueza. Esta es la causa de que el primer cambio de ciclo fuera impuesto y el actual sea consecuencia de un proceso histórico que responde a los intereses de la mayoría social.