El discurso del rey: un discurso de oportunidades perdidas
Algunos esperaban un discurso histórico. En lugar de ello, Felipe VI ha preferido ignorar los problemas de la institución.
Algunos esperaban un discurso histórico. Yo, sinceramente, me esperaba lo que tuvimos: un discurso vacío de contenido crítico, sin sustancia real, lleno de palabras huecas. En lugar de ese discurso histórico, el “preparado” ha preferido ignorar los problemas de la institución. Supongo que prefiere esperar a ver si los problemas desaparecen. O si le sirve el recurso de su hermana, de seguir diciendo que él no sabía nada de lo que sucedía en su casa…
Si el discurso del “preparado” fue, como dijo un diario de amplia difusión “la mejor defensa de una institución obligada a mantener su neutralidad ideológica como salvaguarda de los derechos de la ciudadanía”, vamos mal. Vamos muy mal.
El “preparado” ha ido perdiendo de vista, paso a paso, la realidad social del país: apoyando el 155 en Catalunya, en lugar de apoyar una vía de diálogo; durante la pandemia, por no salvaguardar abiertamente, la unidad política frente a la crisis; por no defender a un gobierno elegido democráticamente en las urnas frente a los ataques antidemocráticos de algunos sectores políticos; por no hacer referencias públicas a la hediondez que emana de los negocios de su padre (y que podrían llegar a salpicarle a él mismo); por no oponerse pública y explícitamente al escandaloso comportamiento de grupos de militares.
Pero la sociedad española reclama, cada vez más, una mayor sensibilidad hacia un escándalo de proporciones ya demasiado grandes como para pasar de puntillas de esa forma por temas que alarman, y mucho. Con la falta de compromiso real con la condena de estos comportamientos, el “preparado” se ha equivocado, una vez más, con sus planteamientos. Ha apostado por defender esos comportamientos, por encima de los intereses de la institución.
La pandemia
La pandemia ha sido el gran tema del discurso. Lógicamente, es un tema que merecía tener una consideración especial en esta época trágica. Sin embargo, había otros muchos temas que centraban la atención en su intervención. Y estas han sido las grandes ausencias las que más llaman la atención.
Pidió un “gran esfuerzo colectivo, en el que cada uno siga dando lo mejor de sí mismo”, una frase especialmente escandalosa, teniendo en cuenta las informaciones sobre el tren de vida de algunos de los miembros de la familia real, que se saltan confinamientos, usan las tarjetas opacas del abuelo, derrochan a manos llenas, etc. “La angustia de apenas llegar a cubrir las necesidades básicas”, parece que no hace referencia a los miembros de su familia, sino que, el esfuerzo se refiere a los de siempre.
Manifestó su preocupación porque la crisis económica “derive en una crisis social”. Alguien debería explicarle que ya estamos inmersos en una gravísima crítica social, económica y política. “Ni el virus ni la crisis económica nos van a doblegar”: ya hay muchos a los que la crisis ha doblegado, que han perdido sus trabajos, sus hogares y sus esperanzas.
“Vamos a salir adelante”. Pero algunos lo tendrán más fácil que otros.
Las correrías del “emérito”
Algunos esperaban una condena clara y explícita de la corrupción de quien utilizó la institución monárquica de forma deshonesta y corrupta.
Pero el discurso fue un prodigio de formas elusivas para pasar por alto, en la medida de lo posible, el escándalo del “emérito”, origen del mayor desgaste de la imagen de la monarquía, al menos desde el inicio de su declive, con el caso Noos. Desde entonces, la institución monárquica se ha visto envuelta en una serie recurrente de escándalos económicos y familiares, que tienen casi siempre de protagonista al “emérito”.
Evitó cualquier referencia a las fechorías de su padre. Y eso ha servido para avivar las polémicas sobre la desconexión entre la sociedad y la monarquía, a pesar de lo que quieran decir algunos sectores políticos. Pero tampoco aclaró su papel en la trama que, por las informaciones que van apareciendo, es más destacada de lo que parece.
El tema pasó desapercibido, en medio de una alusión generalizada, de soslayo, en un párrafo de apenas 40 segundos, insulso. Es decir, una sucesión de tópicos, a pesar de las graves noticias de fraude fiscal, de las tarjetas opacas (utilizadas, según parece, por gran parte de la familia), las cuentas en paraísos fiscales, los regalos a examantes, etc.
Esto ha llegado a un punto en que ya no se trata de una vulneración de unos “principios morales y éticos”, como dijo en el discurso, sino que, tras admitir su culpa con la regularización de una mínima parte de lo defraudado, se trata de un [¡presunto!] delito penal, no moral.
Los otros grandes ausentes del discurso
Tampoco se hizo referencia explícita a otros grandes temas ausentes en el discurso. Por ejemplo, el escándalo de los militares que reclaman el fusilamiento de 26 millones de ciudadanos españoles, a los que se refirió de forma tangencial, señalando los “avances y progresos conseguidos en democracia”. Nada más.
Se refirió también al “respeto a la pluralidad y las diferencias”. ¿Acaso una crítica velada a las declaraciones xenófobas, racistas, de la extrema derecha? No. Ni mucho menos. Sólo una referencia vacía más.
Otros grandes ausentes fueron, en algunos casos, los habituales. La violencia machista, que ha costado la vida a 42 mujeres asesinadas sólo en 2020 (y más de un millar de asesinadas desde 2003); tampoco se refirió a las desigualdades sociales, económicas y laborales, entre hombres y mujeres. No se refirió al drama que supone la inmigración, cuando casi un millar de personas murieron o desaparecieron en el Mediterráneo.
La manipulación política de la institución
El rey ha demostrado, con su inactividad ante algunos hechos, que está totalmente dispuesto a permitir que la derecha, la extrema derecha y la ultraderecha asimilen su figura para atacar al estado, al gobierno y a la democracia española.
Ha permitido que la oposición tache al gobierno actual de “ilegítimo”, sin recordar que los resultados de las urnas son sagrados. Ha permitido que militares, en activo y retirados, utilicen la institución como figura de referencia a la hora de reclamar un golpe de estado, o que están dispuestos a fusilar a “26 millones de hijos de puta”.
La valoración
Sorprende que nadie del entorno del rey sea capaz de explicarle la realidad social a la que se enfrenta. Supongo que nadie es capaz de explicarle al rey que está desnudo.
Como siempre, la derecha y la extrema derecha han destacado, con una actitud totalmente acrítica, como siempre hacen, que el “preparado” estuvo, en su discurso, a la altura de las circunstancias, de lo que se esperaba de él. Convenció a los “creyentes”. Siguen diciendo que está comprometido con los valores tradicionales y constitucionales. PP, Cs y VOX han asumido el discurso porque contiene los elementos básicos que a ellos les interesa.
Que los principales valedores de la casa real sean los miembros de un partido condenado por corrupción, como el PP, considerado como una “organización criminal“, o un partido como VOX, de la ultra-extrema-derecha, dice mucho del papel de unos y de otros.
Las críticas a la institución han llevado a una defensa a ultranza por parte de empresarios, políticos, militares, jueces, etc., que han provocado el efecto contrario al esperado. Pero el silencio del “preparado” demuestra que asume y acepta la pleitesía de esos sectores minoritarios, distanciándose, más aún, del resto de la sociedad mayoritaria.
Esto provoca el rechazo de la izquierda y de los nacionalismos, que no se ven identificados con la monarquía, que ya comenzó con el discurso del 3 de octubre de 2017 sobre Catalunya.
El PSOE, como siempre, prefiere navegar entre dos aguas: el apoyo (con algunas fisuras entre sus votantes) y la esperanza de que sigan aclarándose los escándalos reales, en beneficio de la institución. Será difícil, si las investigaciones sobre el “emérito” siguen su curso. Unidas Podemos declaró que el discurso, directamente, “no había dicho nada”. Más claro, el agua. Los partidos nacionalistas señalaron que fue un discurso vacío, sin transparencia, sin alusión a algunos temas candentes, decepcionante, etc.
Con cada silencio del rey se convierte en el rey de un único sector social, y no de todos los españoles. Dejando que la derecha y la extrema derecha monopolicen la institución está asumiendo una deriva ideológica que lo aleja de la supuesta neutralidad política de la monarquía, y que lo vean como una marioneta de esa ideología.