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Consecuencias del establecimiento del PSOE en el campo de la izquierda

El establecimiento del PSOE en el campo político de la izquierda ha generado unas consecuencias negativas para UP.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), no solo ha regresado al campo de la izquierda, sino que se ha asentado en él como un integrante más del progresismo. Esta vuelta ha sido solo mediática, ya que políticamente sigue siendo una organización neoliberal que sustenta el Régimen del 78.

El hecho ha sido producido, primero, por el abandono del discurso rupturista por parte la izquierda alternativa, a la que le costó mucho tiempo asentar en el imaginario colectivo la Teoría de las Dos Orillas que formuló el ya fallecido Julio Anguita, por la que se mostraba al PSOE junto con el PP en la misma orilla que los poderes fácticos, mientras que la izquierda estaba en la orilla de enfrente, junto con la mayoría social.

De esa manera, en 2016, la unidad progresista, Unidos Podemos, casi supera al PSOE en votos, ya que había generado las condiciones necesarias para conseguirlo: establecer en el imaginario colectivo la idea-fuerza que que la alternativa a la derecha era la izquierda, y UP era su representante.

Sin embargo, al no lograrlo en ese ciclo electoral, la estrategia cambió en favor de un gobierno conjunto entre la organización de Pedro Sánchez y la coalición electoral liderada por Pablo Iglesias.

De esa manera el discurso varió, dejando en paz al PSOE para centrarse exclusivamente en la crítica contra la derecha -ya no existía el Régimen del 78-, por lo que los medios de comunicación afines al PSOE -con mucha credibilidad en la izquierda alternativa y su base social por haber apoyado a Unidas Podemos, rebajando estratégicamente su apoyo a los socialistas-, pudieron volver a posicionar a la pata izquierda de la Transición, como aliado de “los de abajo”.

Las consecuencias inmediatas de ello son una recuperación electoral del PSOE y una caída -mantenimiento en el mejor de los casos- de UP, que no logra superar el 12% de la estimación de voto; una ausencia de movilizaciones que impiden la articulación de un polo de poder alternativo con la capacidad de interpelar políticamente al PSOE para que cumpla los acuerdos firmados con UP; y un desplazamiento del tablero político hacia la derecha.

Ahora, ese movimiento hacia la derecha en el escenario político español, permite ser al PSOE de nuevo de izquierdas, -sin ni siquiera haber recuperado la redacción original del artículo 135 de la Constitución ni haber derogado la Ley Mordaza-, consecuentemente lo que hay a su izquierda se ha convertido automáticamente en la extrema izquierda. Ello le posibilita, por ejemplo, a Gabilondo expresar que no quiere pactar con Pablo Iglesias un gobierno autonómico porque sus propuestas y discurso son radicales.

Las implicaciones de este punto son fundamentales, ya que no es simplemente una cuestión meramente electoral, sino que las políticas que apliquen las instituciones responderán al neoliberalismo del PSOE, que habrá ganado la disputa por el relato, imponiendo su propuesta programática como el canon de la izquierda, complicando a UP todavía más la realización de sus propuestas, que serán fácilmente desechadas; solo hará falta tildarlas de radicales para suscitar una mayoría parlamentaria y social en su contra.

La historia demuestra que el temor al cambio es un poderoso activo de los que quieren perpetuar el status quo, los votantes que durante la segunda década del presente milenio castigaron al PSOE porque las posiciones rupturistas lo señalaron como una organización que respondía a los poderosos aunque en las informaciones aparecieran como representantes del pueblo, son conservadores con su voto.

Lo son porque temen a un cambio que los medios de comunicación han demonizado expresando que empeorará sus condiciones materiales de vida, aunque las pocas medidas que ha podido tomar la izquierda que gobierna junto con el PSOE las ha mejorado moderadamente.

Pese a ello ese conservadurismo les ha hecho regresar rápidamente al PSOE cuando se les ha vuelto a decir que son progresistas, sobre todo cuando han formado gobierno con la “izquierda radical“.

La memoria política de la sociedad es prácticamente inexistente, nadie recuerda el pensionazo de Zapatero, ni la defensa de Pedro Sánchez de la monarquía y de los intereses del IBEX 35 con el cambio del artículo 135, o la oposición del presidente a cumplir con el acuerdo de gobierno en lo referente a los derechos laborales o la ley de libertad de expresión.

Recuerdan el teatro que los medios de comunicación hacen permanentemente mostrando al PSOE como enemigo de los partidos de derecha, cimentando su posición dominante en el espectro político y social de la izquierda. Convierten los discursos en un elemento de juicio superior a los hechos.

De esta manera, la izquierda alternativa, hoy representada en UP, no tiene más opción que ser la conciencia, el Pepito Grillo del PSOE, porque son los de Pedro Sánchez lo que el imaginario colectivo considera la alternativa a la derecha, y solo puede haber una, los demás son comparsas.

Las claves para la recuperación de la izquierda pasan por abandonar el oportunismo electoral en favor de una recuperación de la movilización para consolidar un polo de poder alternativo que iguale la fuerza mediática del Régimen del 78, con el objetivo de la conquista por parte de sus ideas-fuerza en el relato que vertebra el imaginario colectivo.

Otra cuestión ineludible la supone el hecho de gobernar con el PSOE, UP ya ha visto que ni logra hacer cumplir muchos de los acuerdos; y cuando lo hace, es la organización de Pedro Sánchez la que recibe el rédito, a juzgar por las encuestas de los dos últimos años.

La mejor opción es apoyar la investidura y pasar a la oposición, desde la que se pueden trabajar leyes sin tener la obligación de justificar los hechos neoliberales de un gobierno del que se forma parte.