Fobia al venezolano: la espantosa consecuencia de las sanciones
A Venezuela la prepararon para vaciarse y a los extranjeros les indujeron a creer que la migración venezolana traía una enfermedad contagiosa.
“Me iría demasiado” fue la célebre frase de un documental del 2011 que resonó en el imaginario colectivo. “Caracas, ciudad de despedidas” ya insinuaba un relato que acabó empujando a millones de venezolanos a salir de su país.
Las sanciones de EEUU contra Venezuela estaban lejos de sentirse. Dos años después, todavía los venezolanos podían costear unas vacaciones en Europa con su remuneración salarial.
No fue una moda inocente. A Venezuela la fueron preparando para vaciarse. Este fenómeno pasó por debajo de todas las mesas y se fue haciendo cada vez más potente.
Primero fue la juventud. Las redes sociales mostraban “aleatoriamente”, invitaciones a Canadá, EEUU, becas a Irlanda, y muchas ofertas algunas de ellas engañosas para permitirle a los venezolanos evadir al gobierno de Maduro y a la llamada “peste roja“.
Luego llegaron las sanciones. Las ordenes ejecutivas de Washington que comenzaron en 2015 no eran solo contra el gobierno de Nicolás Maduro. Un efecto tenaza fue cerrando las posibilidades de supervivencia a millones de familias venezolanas y desencadenaron el efecto alimentado desde antes de la muerte de Hugo Chávez.
El estado de bienestar había terminado y llegó la asfixia, desde 2016 a 2019 4,6 millones de venezolanos se fueron.
¿Porqué se fueron los venezolanos?
La asfixia económica fue una de las principales razones. El Bolívar, la moneda venezolana había sido destrozada mediante un ataque feroz.
La especulación con la moneda en físico, la creación de páginas paralelas que tazaban el cambio dólar-bolívar fueron algunos de los métodos de ese ataque al Bolívar.
Sucesivamente, la manipulación de los precios en función de ese dólar acabaron la capacidad adquisitiva del venezolano, ello sumado a la especulación y el acaparamiento configuraron un cuadro catastrófico para un ciudadano acostumbrado a vivir holgadamente.
Por otra parte, la inseguridad que en Venezuela tiene varias aristas entre otras, el paramilitarismo, desplazó a familias así como a pequeños y medianos empresarios que huyeron de amenazas como la extorsión, el secuestro, y el robo a mano armada, principalmente, en la zona fronteriza.
La precarización del trabajo sobre todo en la administración pública, fue otra de las variables que pesó en la decisión de los migrantes venezolanos. La crisis de los servicios públicos, coadyuvó a fomentar la estampida.
La corrupción, la delincuencia organizada, y los abusos de autoridades policiales y militares existen. Todo eso que aflora con las condiciones de “sálvese quien pueda” que imponen una guerra económica como la que sufre Venezuela trastocan la cotidianidad de sus ciudadanos y los inducen a pensar en irse.
Finalmente, la necesidad de facilitar la captación de dólares para sostener la supervivencia de las familias que siguen en Venezuela, hizo que muchas de ellas, enviaran a sus hijos y nietos a trabajar en el extranjero bajo cualquier condición que se presentare.
La migración no es asunto exclusivo de quienes se oponen a Maduro
No todos los venezolanos que salen son antichavistas. Una masa de venezolanos que mantiene su apoyo al chavismo salió, empujada por situaciones extremas como el hambre, la carencia de medicinas, y la inseguridad.
Profesores universitarios, médicos, enfermeras, educadores, y personal que labora en instituciones gubernamentales no tuvo otra opción que salir. El manejo de este flujo es ampliamente discutido, y su abordaje, ya ha sido reconocido como un problema que excede la diatriba partidista.
Pero los márgenes de maniobra del Estado venezolano siguen siendo estrechos, en tanto las sanciones y el bloqueo se mantienen.
Venezuela es una amenaza
“Mami mis amiguitos no quieren jugar conmigo porque soy venezolano”, le dice un niño a su mamá en Colombia, país vecino de Venezuela.
En décadas pasadas los colombianos también migraron en masa “a salvarse en Venezuela”, como dijo Rubén Blades en su celebre tema Caminos Verdes.
Un sentimiento antivenezolano se fue cultivando desde que Hugo Chávez avanzaba en su gobierno. Aquellos que pudieron viajar gracias al boom de los “cupos cadivi”, sintieron de cerca la embestida del desprecio que tejieron las grandes empresas de comunicación.
Venezuela era Chávez y Chávez un delincuente, y los venezolanos comenzaron a ser temidos, y rechazados.
Por ello, la matriz de la delincuencia venezolana es quizá una de las principales razones por las cuales países como Perú y Chile, observan conductas violentas, como las que se presentaron en Iquique, la semana pasada.
La fobia al venezolano lo toca todo, y nuevamente, este producto de un ataque al cerebro reptil de quienes lo sufren, la propaganda sale de la derecha, pero los toca a todos.
Hay inclusive factores de la izquierda latinoamericana que muestran desprecio hacia los venezolanos. Más de un dirigente ha debido apartarse del gobierno venezolano por razones tácticas, activa o pasivamente guardando silencio.
Lo que sucedió en Iquique
“Yo soy nacido, criado, y malcriado en Iquique, y siempre he vivido en esta zona del norte, y esto que estamos viviendo es terrible, porque el problema es que en Venezuela han abierto sus cárceles y parte de esa gente esta llegando a Chile”, declaró un agricultor chileno a AFP.
3 mil manifestantes avalaron la destrucción con fuego de los hogares improvisados por venezolanos que viven en las plazas de Iquique. Familias enteras, con niños incluidos, que cruzan país por país por tierra, llegan a lugares como Iquique a salvarse de una guerra que no dispara misiles pero asfixia con hambre.
El problema siguen siendo las sanciones
“La presión internacional” que proclamó el grupo político de Juan Guaidó, no ha servido para debilitar a Maduro ni para frenar el deterioro social de Venezuela.
En 2017, Julio Borges se refirió a la crisis venezolana como a una enfermedad contagiosa a toda la región. Los portadores de esa enfermedad eran, obviamente, los migrantes como los que fueron atacados en Iquique.
Mientras la Administración Biden no deje sin efecto las sanciones, permita el intercambio comercial normal entre Venezuela y otros países, y se recuperen los más de 30 mil millones de dólares pertenecientes al Estado venezolano, las condiciones seguirán empeorando.
Entonces los venezolanos poblaran las plazas y los caminos. Los venezolanos malvivirán dentro o fuera de su país, gracias a la intransigencia de la clase política que jamás se preocupó por sus Derechos Humanos.
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