La revolución cubana: un legado histórico en revisión
Cuba ha sido un parteaguas en la historia regional y en las opiniones de quienes celebran sus logros sociales y los que cuestionan su modelo político.
Cuba, a finales de la década de 1950, se debatía entre un crudo contraste social: ser una de las naciones con mayor crecimiento de la región y, como pasaba también en el resto de Latinoamérica, tener a sus clases más pobres hundidas en la peor de las miserias.
Pero todo estaba a punto de cambiar a partir del primer día de 1959. Un grupo de jóvenes de clase media, encabezados por Fidel Castro, tomó desde entonces las riendas de Cuba y, por 60 años, han convertido a la mayor isla del Caribe en un referente de críticas y elogios por todo el mundo.
Desde entonces, Cuba ha sido un parteaguas en la historia regional y en las opiniones de quienes celebran sus logros sociales y su posición numantina frente a Estados Unidos y los que cuestionan su modelo político.
A través de los años, uno de los elogios más reiterativos que consigue la isla en casi cualquier escenario es su sistema de salud, público y universal, que la ubica como un referente frente a la mayoría de naciones de Latinoamérica.
60 años después del triunfo de Fidel Castro, el país ha erradicado prácticamente el analfabetismo, cuenta con un sistema de educación público que abarca todas las enseñanzas y ha creado modelos educativos que se han utilizado en el resto de Latinoamérica.
“Los éxitos de Cuba en materia de salud son reconocidos mundialmente y dan cuenta de un nivel de compromiso consecuente y sistemático con el desarrollo de la salud por parte de las más altas autoridades de ese país desde 1959“, señala la Organización Mundial de la Salud.
También, según varios organismos internacionales e incluso, según ha reconocido en decenas de alertas de viajes el Departamento de Estado de EEUU. Cuba es uno de los países más seguros de Latinoamérica y el Caribe. Estadísticas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen muestran que la tasa de homicidios en la isla entre 2012 y 2016 fue de 4,99 por cada 100.000 habitantes
La consolidación del proceso revolucionario cubano y su legado en Latinoamérica fue en parte el resultado de la política injerencista de Estados Unidos que, sin respetar los principios de la soberanía nacional y de la autodeterminación de los pueblos, no aceptaron los actos ni reformas políticas, sociales y económicas emprendidas por Fidel Castro tras el triunfo de la Revolución Cubana.
Para Fidel la unidad de América Latina y, más aún, la de los pueblos y naciones del por entonces llamado Tercer Mundo, era esencial. Por eso creó la Tricontinental en enero de 1966, para apoyar y coordinar las luchas de liberación nacional en África, Asia , América Latina y el Caribe.
El líder de la Revolución Cubana sabía que la unidad regional era imprescindible para contener y derrotar al imperialismo estadounidense.
A finales del siglo XX, Latinoamérica viró a la izquierda gracias en parte a la llegada al poder de presidentes progresistas como Hugo Chávez (Venezuela), Nestor Kirchner (Argentina), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), por citar algunos quienes hicieron frente a la política intervencionista y divisionista de Estados Unidos en América Latina.
La creación de mecanismos de integración como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (2002) ALBA-TCP, la Unión de Naciones Suramericanas en 2008 (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeño 2010 (Celac) responden a la idea expresada en Cuba de unión entre las naciones latinoamericanas para hacer enfrentar a Estados Unidos.
Ante la arremetida de la derecha con la instauración por vía democrática o fáctica de gobiernos neoliberales, los movimientos y organizaciones sociales se han movilizados para hacer frente a las políticas impopulares que buscan impulsar una agenda pro estadounidenses.
Las organizaciones sociales se han inspirado en los ideales revolucionarios para denunciar y luchar contra las imposiciones neoliberales promovidas desde Washington, por lo que el legado dejado por Fidel Castro y la Revolución Cubana sigue presente en la región.
Sin embargo, lo tiempos cambian y la izquierda también. En pleno siglo XXI, la vieja dirigencia cubana debe calibrar el impacto de las redes sociales y el impacto que tiene el hecho de que se va perdiendo la sensibilidad por aquellos viejos procesos revolucionarios.
Las nuevas generaciones parecen no tener un compromiso tan radical con lo que era la Revolución cubana. Eso no supone cuestionar el nacionalismo cubano y la defensa de la soberanía. En este contexto parte el desarrollo de una nueva izquierda más relajada y pragmática en su proceder.
Para esta nueva izquierda, la democracia representativa, y en particular el pluripartidismo, están desacreditados pues, según considera, fracasan a la hora de tomar en cuenta las aspiraciones de los ciudadanos a una vida digna y con menos desigualdades.
Los militantes de estas nuevas corrientes se caracterizan por una orientación más liberal, promoviendo concesiones a factores económicos privados, e incluso, una abierta coexistencia con tendencias derechistas.
Si, por tanto, existe claramente una “nueva izquierda” esta, constituye por tanto más bien una nebulosa cuya ambición es ante todo experimentar, es decir, practicar nuevas formas de sociabilidad, de ciudadanía y de acción social, artística y política a nivel local, más que constituirse en una corriente política sólidamente estructurada.
Este estado de cosas está en el origen de más de un malentendido entre los militantes o personas cercanas a esta “nueva izquierda” en Cuba y los intelectuales y militantes de la diáspora, así como las redes de apoyo transnacionales que desean la emergencia de una izquierda fuerte en la Cuba post revolucionaria.
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