Cuando se habla de feminismo radical es como colocar una etiqueta y querer salir corriendo esperando reacciones agresivas de las mujeres cuando no se compartan ideas.
Al menos, esa es la imagen que han pregonado algunos partidos derechistas de España, por si fuera poco, añaden otros componentes a la mezcla.
Y dejan un resultado antagónico, casi “satánico” que está muy alejado de la realidad, pero es por desinformación y bulos que continúa repicando en la sociedad.
Se está ante una estigmatización contemporánea de esta corriente feminista, la cual obstruye el progreso de la mujer y es censurada porque está implicada con la disrupción.
Para lograr cambios efectivos es esencial que se someta a una transformación del sistema, rompiendo con lo establecido e impulsar un nuevo orden distinto.
Eso explica porque algunos personajes y actores políticos buscan desesperadamente deformar la esencia, distorsionar los objetivos y acabar con el mismo movimiento.
De este modo, el término radical es entendido equívocamente como sinónimo de violencia ideológica, agresión y anarquía, razones suficientes como para obstaculizar su resurgimiento.
Sin embargo, su fin último es conseguir la verdadera emancipación femenina, heredado de la segunda ola feminista histórica. Puesto que los movimientos de la primera ola habían centrado sus esfuerzos en visibilizar la opresión institucional y la plasmada en el aspecto jurídico-normativo.
Una nueva generación se enciende
Las feministas radicales del presente siguen el ejemplo al poner en el centro del debate los aspectos cotidianos donde está el ejercicio de la subordinación de la mujer. Tomando la icónica frase de “lo personal es político” como referencia, para así alejar el concepto del extremismo, la intransigencia y la tendencia coactiva.
Si bien se traslada al pasado, este movimiento social nació en los años 60 con el propósito de obtener derechos civiles, proveniente de la izquierda en el contexto de una guerra en Asia.
Tales escenarios propician la realidad que se vive, mujeres anotadas en el activismo político y social para luchar contra las desigualdades que distintos regímenes pretenden acentuar.
Por ello, es que todavía existe esta denominación, de féminas que piensan en que la solución es un cambio desde adentro hacia afuera y los cimientos.
En vista de que el patriarcado, el machismo, el sexismo y la misoginia es algo con lo que se sigue lidiando cada día que transcurre, al estar tan arraigado a la cultura.
Lo personal es político
La feminista radical quiere manifestar el poder, no solo en el ámbito privado, también en el público, para derribar esa dicotomía liberal, que tiene ciertas tendencias “restrictivas“.
Entre las principales representantes del feminismo radical se encuentran Sulamith Firestone y Kate Millett, a las que se unen Monique Wittig, Andrea Dworkin y Catherine McKinnon.
Tienen en común que discuten sobre la importancia de las cuotas de paridad de género, las leyes con dicho enfoque están en contra de la prostitución y los vientres de alquiler.
Es decir, descarta cualquier posibilidad de que la mujer sea cosificada y relegada a roles de sumisión que le impidan desarrollarse en la esfera social.
Señalan que, el machismo institucional, la falta de liderazgo femenino, la educación sin enfoque de género y temas similares, entorpecen el objetivo de igualdad.
Porque existen brechas que permanecen abiertas pese a la negación de diversas formaciones políticas que obedecen a sus propios intereses, de resto no emiten nada.
Y los estudios han comprobado que exigir la paridad de género en los Gobiernos, empresas y organizaciones no se debe a “falta de capacidades o competencia“.
Según los datos del Ministerio de Igualdad, las mujeres en España tienen mejor rendimiento académico que los hombres en la enseñanza obligatoria, en el Bachillerato y también en la Universidad.
Radicales o brujas ardidas
No importa cual es el adjetivo, eufemismo o crítica que se haga en contra de este movimiento, pues va agarrando fuerza a todo lo que da.
Y no es por el uso de la violencia o el adoctrinamiento, tiene que ver más con el pensamiento racional sobre los objetivos que se persiguen para el bien común.
Clara Campoamor, feminista sufragista y abogada hablaba sobre aspectos tan fundamentales como estos, cuando el resto de las mujeres volteaban la cara.
Se actúa desde la consciencia, la equidad, la justicia para así alcanzar un futuro donde el género femenino no sea visto como símbolo de inferioridad o debilidad.
Así que desde su matiz abolicionista, nutre la vertiente radical para cambiar las reglas del tablero y configurar una sociedad más equilibrada.