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VOX promueve el neofascismo europeo en su más reciente cumbre

El bajo impacto de VOX dinámica política derechista en España lo han llevado a buscar alianzas estratégicas con otros grupos conservadores dentro del continente.

El pasado 29 de enero, VOX recibió en la ciudad de Madrid a diferentes líderes derechistas de Europa. Como invitados destacados figuraron el primer ministro húngaro, Viktor Orbán; su homólogo polaco, Mateusz Morawiecki; la líder del Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen; así como los representantes de diversas formaciones de la ultraderecha europea.

Durante las últimas décadas, en Europa las organizaciones políticas de ultraderecha han tenido un repunte en su influencia gubernamental. Se trata de partidos que se han posicionado mediante el uso de discursos marcadamente xenófobo y populista, los cuales buscan beneficiarse de las debilidades de los partidos tradicionales para consolidarse en las estructuras de poder.

En países como Francia, Holanda o Austria los partidos derechistas han alcanzado un considerable apoyo electoral. Por otra parte, en España la derecha, durante gran parte del periodo de vigencia del Régimen del 78, apenas ha dispuesto de espacio político y su discurso ha tenido un impacto muy débil entre el electorado.

Sin embargo, en el año 2018 el surgimiento de VOX, ha añadido un particular impulso dentro de conservadurismo español de cara al electorado. De igual forma, durante los últimos 20 años, en Europa se ha experimentado un auge del espectro político conservador en la vida de los europeos.

En este sentido, se ha manifestado en la palestra pública un nuevo grupo político, la extrema derecha populista, que tras diferentes procesos electorales ha llegado a cargos de poder, así como a una inusual institucionalización política.

Ejemplos de esta realidad ha sido el Frente Nacional (FN) francés o el Freiheitliche Partei Osterreichs (FPO) austríaco. Estos son partidos políticos que se caracterizan por explotar sin complejos el discurso de la inmigración, del racismo o el de la indignación social para incrementar su perfil electoral.

El fenómeno de la derecha en Europa tiene la particularidad de que su posición electoral se manifiesta de manera desigual en los distintos países europeos, aunque su influencia política es cada vez más creciente.

Así, podemos observar que en Holanda (Partido por la Libertad), Austria (FPO), Hungría (Unión Cívica Húngara), Francia (Front National) o Finlandia (Finns Party), la proliferación de la extrema derecha es muy elevado, mientras que en otros países como Portugal o España su relevancia política es mínima e incipiente.

En España el método desintegración y crispación social se contextualiza más en el ámbito político que al social. En este sentido, la derecha ejerce la continuidad de una praxis política que la ha caracterizado en el tiempo por los discursos hostiles que denotan un intento de normalización del odio.

Todo ello ante la ausencia de una agenda política sistematizada que pueda movilizar voluntades por medio de la razón en vez de la emocionalidad y el rencor. Mediante la tesis “amigo – enemigo”, el conservadurismo español plantea polemizar en cada aspecto de vida para captar atención electoral.

El bajo impacto de la dinámica política derechista en España la ha llevado a buscar alianzas estratégicas con otros grupos conservadores dentro del continente. Esto puede suponer la creación de un movimiento que podría ser un primer paso para la conformación de un grupo de extrema derecha en la Eurocámara tras la expulsión del Fidesz del PPE.

En este sentido, el líder de VOX, Santiago Abascal, junto al primer ministro húngaro, Viktor Orban; la presidenta de Rassemblement National, Marine Le Pen; y el líder de la Liga, Matteo Salvini, han suscrito una declaración conjunta sobre el Futuro de Europa en la que rechazan el proceso de federalización que, a juicio de los conservadores, busca imponer en la Unión Europa.

La derecha acusa a la unión europea de querer “transformar las instituciones europeas en órganos que prevalezcan sobre las instituciones constitucionales nacionales”. Esta declaración, también fue firmada por el expresidente polaco y del Pis, Lech Kaczynski, y la líder de Fratelli d’Italia, Goigia Meloni.

Por otra parte, con el fin de ampliar su base electoral, el conservadurismo español plantea polemizar cada aspecto de la vida social, trayendo la conflictividad como contexto natural para el sustento de sus discursos basados en la xenofobia, homofobia, nacionalismo, fanatismo religioso y la promoción de fórmulas neoliberales.

El matonismo y la agenda de crispación son formas de hacer política desfasada y sin ninguna correspondencia con la sociedad española del siglo XXI. Sin embargo, la ultraderecha mediante anacronismos políticos intenta ganar espacio en una España donde aún existen dolientes del Régimen franquista en los estamentos más conservadores.

Tras la aparición de VOX en el escenario político español, se ha reavivado el debate sobre la naturaleza ideológica de la extrema derecha en el país ibérico. Dicha aparición viene concatenada al fenómeno del surgimiento de la actual ultraderecha en Europa.

En este sentido, el caso español muestra un conjunto de peculiaridades que lo han definido como una excepción a la actual tendencia derechista en el “viejo continente”. La ultraderecha en España opera muy disgregada y presenta poca cohesión política, realidad que busca cambiar VOX por medio de sus métodos de crispación social.

Asimismo, desde una concepción más orgánica, la extrema derecha representada por PP, Ciudadanos y VOX muestra un singular tribalismo reaccionario, antiinmigración y un acentuado “populismo exclusivista”.

Hay una serie de elementos que pueden identificarse en la derecha española que pueden dar muestra de una marcada lejanía con los preceptos democráticos históricamente aceptados. En España se evidencia la existencia de formaciones de carácter xenófobo y autoritario que buscan incidir en la vida pública.

El contexto de conflictividad y un pasado muy relacionado con periodos autoritarios o fascistas en la historia española, dificulta extremadamente su implantación. Si bien, en España la llamada transición no supuso un cambio sustancial con relación al franquismo, la derecha aún cuenta con una serie de estigmas dentro de la sociedad que bloquea el protagonismo de los partidos conservadores.