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Contaminación mediática: la izquierda que rechaza a Cuba, Venezuela y Nicaragua

Cuando los medios siembran el terror y los símbolos de la izquierda son mostrados como las pesadillas de cualquier sociedad, la izquierda ascendente procura repeler estos malos ejemplos para acceder o mantenerse en el poder.

Si algo tiene la izquierda son sus múltiples matices. Como la diversidad, y la tolerancia son bastante características de la izquierda, la unidad es un verdadero desafío.

La contaminación mediática lo complica aún más, cuando a la mayoría social se le siembra el terror y los símbolos de la izquierda son mostrados como las pesadillas de cualquier sociedad, la izquierda ascendente procura repeler estos malos ejemplos para acceder o mantenerse en el poder.

Contra la izquierda latinoamericana

En Latinoamérica pueden distinguirse algunos bloques, la izquierda más moderada que en su momento representaron Brasil y Argentina, hoy día tienen en México a uno de sus principales bastiones.

El bloque más rojo, tiene como iconos a Cuba, Venezuela y Nicaragua, y hacia allá se dirige la furia mediática. Perú es un caso difícil de catalogar, pero el ataque mediático hacia el gobierno de Pedro Castillo, es también feroz.

Por su parte, Bolivia y Honduras, son dos faros de la izquierda latinoamericana que trabajan sobre la base de la experiencia de los golpes de Estado que barrieron a los gobiernos de Evo Morales y Mel Zelaya, pero los ataques a sus figuras políticas es continuo solo que todavía no pueden lograr un desgaste.

“La peste roja”

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El anticomunismo sigue siendo transversal al discurso de la derecha en el mundo. En Latinoamérica se mantiene nada más que las formas son ahora, más sutiles, sobre todo después de la década dorada para el progresismo con la influencia de Hugo Chávez y la tendencia latinoamericanista que consolidó con la UNASUR, el ALBA-TCP, y la CELAC.

El anticomunismo cabalga la línea del horror a la pobreza. Ya no es suficiente decir que el comunismo es sinónimo de totalitarismo, hay que reforzar la matriz de que cualquier alternativa al neoliberalismo, o que se llame de izquierda, es igual a pobreza.

La pobreza además se contagia, es una enfermedad peligrosa, al igual que el comunismo. Por eso la llamada “peste roja”, es una manera de catalogar a los gobiernos de Venezuela y Cuba.

Ambos casos llevan colgados el bloqueo, y el fenómeno de la migración, las dos situaciones existen, pero no se ven del mismo modo, según el interés de los medios.

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Con la matriz de la “peste roja” y la aporofobia, llega la xenofobia, porque los vectores de la pobreza son los ciudadanos de los países con gobiernos de izquierda, y son considerados una amenaza a la seguridad de las naciones que les reciben.

El mal ejemplo y los flacos favores

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Consolidada en el imaginario la matriz de la “peste roja”, el poder mediático obliga a la izquierda a generarse versiones frescas que espanten el horror de la pobreza, y la alternativa progresista surge en la escena para recoger el malestar que el neoliberalismo deja.

Porque hay que recordarlo, el neoliberalismo es una falacia, la riqueza jamás llega por goteo, y al final el modelo degenera y cae, como sucedió en Chile.

Pero los candidatos de la izquierda, en una movida aparentemente táctica, asumen el discurso de la llamada “peste roja”, tratan de sacarse de encima cualquier vestigio de totalitarismo.

Acuden a los símbolos posmodernos de algunas luchas de las minorías vulnerables, como el ecologismo, el ambientalismo, y la sexodiversidad, y al mismo tiempo, rechazan abiertamente a los pioneros de las revoluciones latinoamericanas.

Entonces Cuba es una dictadura, Venezuela es una experiencia fracasada, y la Nicaragua de Daniel Ortega es otra dictadura, con menos pobreza, pero dictadura al fin.

Los casos emblemáticos de este flaco servicio a la izquierda, y sobre todo, a la unidad latinoamericana, son los de Gustavo Petro en Colombia y Gabriel Boric, en Chile.

Lo que no comprenden algunos líderes, es que las diferencias naturales dentro de la izquierda, son maximizadas por los medios con el objetivo estratégico de condenar a muerte la unidad latinoamericana.

Lo nuevo, que no es nuevo

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Romper con el neoliberalismo no se hace refrescando sus formas ni aliviando superficialmente el malestar social. Todo proceso debe pasar por la revisión y transformación de las políticas laborales, la nacionalización de los recursos estratégicos, el fortalecimiento de las monedas nacionales, y la unión latinoamericana sobre la base de la complementariedad.

Pero por sobre todas las cosas pasa por empoderar a la mayoría social, fortalecer los mecanismos de contraloría, y democratizarlo todo, sin ello, no hay novedad, y la izquierda se debilita, porque los medios se encargan de cabalgar también sus contradicciones.

Los laboratorios mediáticos están atentos a cualquier equivocación real o aparente, si la izquierda intenta moderarse, y de manera torpe no ofrece nada nuevo, la mayoría social se vuelve apática, y acaba por quedarse con el malo conocido.