Casado y Feijóo: dos derechas en un partido sin rumbo
Las diferencias entre Feijóo y Casado en cuanto a su ejercicio político son más que notorias, destacando el discurso, su postura ante los escenarios de negociación con VOX, el tema sobre el rey emérito Juan Carlos I, la Hacienda, la gestión del COVID-19 y la Reforma Laboral
Tras las últimas decisiones de los barones del PP y la partida de Pablo Casado, Alberto Núñez Feijóo se posiciona como la persona destinada a encabezar un partido sumergido en profundos conflictos internos, donde al mismo tiempo su honorabilidad está puesta en tela de juicio debido a sus controvertidos antecedentes judiciales.
En la medida que avanzan las horas, el escenario político español es testigo de las dimisiones del séquito de Pablo Casado, lo cual lleva a un nuevo liderazgo de los populares de cara a los próximos comicios en Andalucía, el cual, perfilará sus aspiraciones para las elecciones por la presidencia de España.
A lo interno del PP, las miradas apuntan a Feijóo como el posible encargado de enderezar, a juicio de los derechistas, el rumbo del partido. En este sentido, el dirigente gallego afirma que “tenemos que estar a la altura y tomar decisiones, yo entre ellos“, todo ello en el marco de la actual búsqueda de los nombres que conformarán su guardia pretoriana en el difícil reto de hacer oposición a la izquierda.
Feijóo asumiría la direccionalidad del PP desde una posición políticamente cómoda, es decir, por aclamación conservadora y sin tener que batirse con otros candidatos. El oriundo de Galicia cuenta con el apoyo total de las estructuras territoriales del partido, que ven en él la mejor y prácticamente la única opción.
De igual forma, los cercanos a él dentro del partido confían en su carácter alejado del populismo, una cualidad que ha formado parte de la receta ganadora que ha llevado al Gobierno a los últimos presidentes populares y que lo convierte en una suerte de referente moral del PP.
En los actuales contextos, resulta evidente que el PP necesita una figura destacada en el Congreso que mantenga a los populares como la principal voz de la oposición, ante un VOX en avanzada a raíz de los últimos resultados electorales que le están permitiendo consolidarse como la principal oposición del Gobierno en el Hemiciclo, al mismo tiempo que sigue captando seguidores entre los votantes inconformes del PP.
Se acepta como un hecho que el 2 y 3 de abril se celebrará un congreso nacional extraordinario para investir como presidente a Alberto Núñez Feijóo, mismo que tendrá que aprender a vivir con Isabel Díaz Ayuso como presidenta del PP madrileño, la cual no ha ocultado sus aspiraciones a la presidencia de España.
Por otra parte, las diferencias entre Feijóo y Casado en cuanto a su ejercicio político son más que notorias, destacando inicialmente el discurso. Las formas discursivas del presidente de la Xunta son sosegadas y más moderadas que las del presidente derechista saliente.
Esto lo hace un político con verbo poco encendido y sin grandes aspavientos. Esta aparente calma en su oratoria nada tiene que ver con su dureza ideológica, siendo un barón bastante conservador en el marco de la defensa de los valores de la derecha y el capitalismo.
Otra diferencia sustancial entre Feijóo y Casado, es su postura ante los escenarios de negociación con VOX. El actual partido de Santiago Abascal siempre dividido por las opiniones dentro de las filas de los populares. A menudo despierta el debate sobre a qué tipo de derecha se circunscribe el PP, a una moderada o a una radical. Figuras como Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso han sido siempre proclives a pactar con el partido de extrema derecha.
Esta última incluso salió investida presidenta con los votos de VOX y negoció con ellos los Presupuestos Generales madrileños. Tras los comicios en Castilla y León se ha mostrado partícipe a firmar allí una alianza. Feijóo, hasta ahora, no ha tenido que lidiar con los ultras, pero sí ha avisado que resulta “imposible” pactar con los que quieren echar a su partido.
Otro punto de inflexión entre Casado y Feijóo ha sido el abordaje del tema sobre el rey emérito Juan Carlos I y la polémica con la Hacienda. Aunque prófugo de la justicia y encontrándose a más de 7.500 kilómetros de Madrid, también es tema de debate entre los derechistas.
Feijóo desea el retorno de su rey, aunque ha dejado claro que “las decisiones a nivel personal o en su vida privada se pueden discutir“, es una posición sutilmente diferenciada a la abierta defensa de Casado a la figura del monarca. Además, se ha mostrado favorable a que regularice su situación con Hacienda.
En otro respecto, la situación del COVID-19 en España ha sido álgida respecto a su abordaje, incluso dentro de la derecha. En este sentido los criterios de Casado y Feijóo también se diferencian. El gallego ha sido más conservador en sus posiciones ante la pandemia.
Asimismo, otra linea de contraste se puede observar a raíz de los debates enmarcados en la ya aprobada reforma laboral, instrumento legislativo introducido por la izquierda por medio de UP y Yolanda Díaz.
Mientras Casado y compañía hacían gala del “no” a todo lo que haga el gobierno, el presidente de la Xunta señaló que no suponía una derogación de la normativa que aprobó Mariano Rajoy en 2012 y que tan solo conlleva “modificaciones de algunos párrafos“. Se decantó por dar un “sí” al texto. Ayuso, por su parte, la tildó de “innecesaria“.
El gallego durante su primera legislatura fue acusado de favorecer la promoción de la empresa Eulen S.A a través de contratos públicos millonarios. En esta polémica estuvo involucrada su hermana, Micaela Núñez Feijóo, quien figuraba en algunas empresas investigadas.
No conforme con eso, la mayor controversia llegó a raíz de unas fotografías donde Feijóo aparecía en un yate junto al narcotraficante Marcial Dorado, condenado en 2009 a seis años de prisión bajo el delito de blanqueo de capitales procedentes del tráfico de drogas.
Ante la inminente transición que definirá la nueva dirigencia del partido derechista, resulta inevitable contrastar la praxis política entre un Pablo Casado, debilitado y vilipendiado por su propia gente, y un Alberto Feijóo, conservador algo más veterano, pero con un historial igual de dudoso.