Materialismo, política y el arte ejemplar
Lo más relevante a la hora de analizar por parte de los expertos en este conflicto es basarse en su trayecto histórico y en los equilibrios de balanzas políticas históricas de cada parte, nada más.
En el mundo del arte, como en el de la sociología, existe una corriente que poco a poco se abre grandes caminos en el campo del análisis no solo sociológico o científico, también en el de la producción material tanto de objetos como de artefactos.
Bruno Latour es el principal referente en este campo del estudio de las ciencias y las tecnologías, que conlleva lo que muchos analistas ya han clasificado como la moderna teoría del materialismo.
Latour basa sus estudios en reclamar por principio una nueva alianza entre humanismo y ciencia. Sus análisis siempre hacen hincapié en la necesidad de unir los conocimientos y las experiencias de estas dos grandes ciencias que, según este sociólogo, filósofo y antropólogo francés, son la base para encarar un futuro más entendedor de todo aquello que se produce gracias a las manos de los humanos y los “microchips” de las computadoras.
Ya son muchos los trabajos realizados con los métodos de Latour en el mundo de la ciencia para descarnar conflictos, descifrar procesos irresolubles, o simplemente generar escalas de valor de los medios tecnológicos para avanzar en sectores tan “poco tecnológicos” hasta hace pocos años como el arte. Veremos en breve que esto no es ni ha sido exactamente así.
El “nuevo materialismo” de Latour se basa en el análisis exhaustivo de los procesos, de los objetos y de los artefactos que están creando una amplia escuela donde destacan Franco Berardi, Timothy Morton o Benjamin Bratton que conforman junto con Latour una nueva idea para encarar las múltiples realidades de futuro. Muy recomendables son algunas de sus obras; La futurabilidad, Caja negra, Ecología oscura, La construcción de los hechos científicos o Ecología sin ecología.
Y como he señalado anteriormente, es especialmente relevante como las tesis de Latour están influyendo en el mundo del arte y de la crítica del arte. Quiero poner especial énfasis en un trabajo de Fernando Domínguez Rubio publicado en 2015 por la revista cultura Material Culture con el título; En la discrepancia entre los objetos y las cosas; un enfoque ecológico.
Este largo artículo resulta muy interesante para la propuesta de este artículo por la nueva y compleja mirada que Domínguez Rubio desencarna en un ejemplo; la Mona Lisa de Leonardo da Vinci.
Propone este profesor adjunto en el Departamento de Comunicación de la Universidad de San Diego (EEUU) segmentar esta obra en toda la infraestructura que recae en ella y en el cuidado de ella. Sugiere valorar la complejidad de su proceso creativo (valoración artística que propone el museo) así como de los materiales empleados para preservar tanto la obra como los equipamientos que la sostienen (conductos de aire reciclado, puntos de luz canalizados para rebajar la contaminación lumínica en la obra, el cuidado del espacio donde se sitúa la Gioconda). Todo es un complejo llamado obra que se define no solamente en lo que vemos, sino en aquello que no vemos, pero que es fundamental para sostenerla.
Y en este ejemplo me baso para explicar la finalidad de vincular la política en todo este nuevo pensamiento sociológico para así entender y no solo convivir con las consecuencias de infinidad de malas praxis políticas que llegan hasta el nivel más alto del juego político: la política internacional. El cambio que se sugiere en este artículo es inmenso, culturalmente imposible de alcanzar en el momento en que vivimos, pero es una forma de crear no solo teorías o análisis, sino identificar artefactos, actores, objetos participantes.
El ejemplo más evidente de tratar por su actualidad y por su gravedad en las consecuencias es sin duda el conflicto ruso-ucraniano.
Si vamos más allá de titulares y de propaganda de guerra que se genera en ambas partes, podríamos analizar las causas de este conflicto con una mirada mucho más profunda de lo que ha llevado a este embate bélico.
Lo más relevante a la hora de analizar por parte de los expertos en este conflicto es basarse en su trayecto histórico y en los equilibrios de balanzas políticas históricas de cada parte, nada más. El resto lo pone un actor que muchas veces acaba distorsionando las realidades, pero que puede ser de utilidad si se mirara la política internacional, mejor dicho, los intereses de los estados desde un prisma más profundo y sensible: el medio de comunicación.
Es muy importante ver cómo los dos principales actores en disputa (EEUU y Rusia) han aireado sus desencuentros en los medios de comunicación sin que estas desavenencias que todos hemos podido oír fueran toda la razón para llegar al extremo que se ha llegado. Algo ha fallado de nuevo. Evidentemente, la mayoría respondería que los intereses de ambos lados han sido el detonante, pero hay más.
Putin no airea de la misma manera que Biden. Hay un matiz que se escapa a nuestros ojos que concierne en cómo el mundo occidental depende de los medios para no solamente justificar sus acciones, sino para mantener una opinión pública en orden. En cambio, el mundo ruso airea sus opiniones en los medios de comunicación para confirmar, incluso para burlarse (algo imposible en la prensa seria occidental) sin generar grandes debates, el debate ahí es una cosa más íntima.
Ese es un matiz notorio a la hora de abordar un conflicto político como el que vivimos, se muestra aquí fundamental el uso de los medios, pero falta el rigor de entender las formas de usar los medios.
Otro tema es el de los espacios. Resulta muy evidente que la resolución de un conflicto de histórico calado no se resuelve con reuniones cortas ni con declaraciones más o menos institucionales. Toda resolución de conflictos políticos necesita espacios de distensión, más amables, menos sometidos a la presión de los medios y de personajes, que por el solo hecho de estar ahí ya suponen un estorbo. Véase; Irlanda del Norte, Colombia, Acuerdos de Minsk, Suráfrica, etc.
En este caso me viene a la cabeza cómo se llevó a cabo en poco más que un fin de semana el acuerdo de paz de Irlanda del Norte. Todo estaba dispuesto en una gran tienda de campaña con todo tipo de servicios y atenciones para todos los actores. Lo importante era estar ahí y disponer de espacio y herramientas para consumar el acuerdo. La prensa como el chismorreo se prohibió hasta que no se llegó a un acuerdo.
Otro caso es el del papel de los asesores políticos. Son muy necesarios, claro que sí, y al mismo tiempo suponen su presencia, crear marcos políticos muy acotados a las realidades personales.
A nadie se le escapa que los asesores son personas que se deben a sus jefes, y que en su opinión está en juego su carrera, salirse del guion, así como generar propuestas que convenzan u originen respeto entre los suyos, es fundamental para su supervivencia.
Resulta muy interesante para ver claro este razonamiento leer el último libro de Barack Obama, Tierra prometida, para comprobar cómo grandes decisiones como la de apoyar o no con recursos públicos la crisis bancaria norteamericana de 2008, en definitiva, fue tomada por una sola persona, Barack Obama ¿Significa esto que los asesores no pintan nada? No, pero están sujetos a una presión, a una autoridad que los ve, los mira y los usa cuando y como quiere, depende de ellos entender su visión, su opinión y sus amistades para legitimar su opinión, y estos son factores humanos que no están a la luz pública; y ahí se escapan seguro, infinidad de factores erráticos que han llevado a la política al bloqueo.
Hay más, mucho más por analizar en un conflicto tan complejo en esta guerra que no bien de ahora precisamente: el papel personal de Zelensky, el carácter y la psicología de Putin y Biden, la edad de ambos, las relaciones personales, sus relaciones con la prensa, sus relaciones personales con el mundo económico, sus formas de gobernar etc.
Paraos a pensar en todo esto veréis y como solo que preguntarse todo se ve un poco más lejos y mucho más cerca.
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