Progresismo en Latinoamérica 2022: Gustavo Petro y Lula Da Silva
Garantizar certezas, sería el norte de Petro y Lula, y ello podría dejar para después la integración latinoamericana.
El 2022 prometió cambios en la configuración geopolítica de Latinoamérica con Petro y Lula. La llegada al poder de Gabriel Boric en Chile, y de Pedro Castillo en Perú, significó, al menos en principio, la caída de dos bastiones de la Alianza del Pacífico y del Grupo de Lima.
En consecuencia, EE.UU. se quedaría sin dos gobiernos aliados, además de Honduras en Centroamérica, que vio caer 12 años de dominio del Partido Nacional. Quedan Colombia y Brasil, dos potentes seguidores de la política imperialista e injerencista de los EE.UU.
Las encuestas dicen que ello podría cambiar por voluntad de las mayorías, sin embargo, es probable que esto no suceda exactamente como se espera.
El retorno del Latinoamericanismo
La época dorada del Latinoamericanismo vio surgir el rupturismo con el consenso de Washington, puso a temblar al Monroísmo, y colocó en la palestra y hasta de moda, el orgullo latinoamericano.
Hugo Chávez, Fidel Castro, Rafael Correa, Evo Morales y Néstor Kirchner; impulsaron el fracaso del modelo integracionista meramente económico, y crearon alternativas a la Organización de Estados Americanos (OEA) como la Alba TCP, la UNASUR y la CELAC.
Este es un punto de coincidencia, los países latinoamericanos sólo pueden salir del subdesarrollo unidos, desde la complementariedad, respetando las asimetrías. Pero EE.UU. tiene clara su estrategia, evitar el retorno del integracionismo y la consolidación de cualquier instancia de integración que no pueda controlar.
Las formas de intervenir se han vuelto más sutiles. Siempre se pueden empujar los golpes de Estado financiando la desestabilización social y económica; para muestra, el episodio en Bolivia de 2019.
Sin embargo, los métodos deben cambiar. Así que ahora, es mejor permitir una especie de desahogo del malestar que el neoliberalismo genera, entonces pueden pasar algunos gobiernos en apariencia progresistas que le sirvan al sistema hegemónico para oxigenarse.
¿La izquierda rosa o una calle ciega?
La izquierda rosa es un término que nos atrevemos a acuñar en función de caracterizar un sector alternativo latinoamericano que se queja del neoliberalismo, pero en el fondo no lucha contra él.
Brasil y Argentina ocuparon el lugar de la izquierda rosada cuando Venezuela, Bolivia, Cuba y Ecuador, hacían grandes esfuerzos por desmontar la red de ventajas que el neoliberalismo había instalado en perjuicio de las mayorías.
No obstante, la moderación no sirvió para darle estabilidad política ni a Brasil, ni a Argentina. Ambos gobiernos acabaron derrotados, al menos temporalmente, por el Lawfare; el método más eficaz, junto a la guerra mediática, para sacar a los gobiernos incómodos para el imperialismo.
El caso más reciente es el de Perú, donde Pedro Castillo ha querido una y mil veces congraciarse con los aliados de EE.UU. para evitar un golpe de Estado, que sigue siendo una amenaza.
Castillo optó por hacerse parte de la izquierda rosa, y llegó rápidamente al final de la calle ciega.
En dos oportunidades, la derecha ha impulsado la vacancia por incapacidad moral, acompañado de la orquesta mediática que magnifica cualquiera de sus errores.
Los pasos tácticos de Petro y Lula
Basta de contexto. Gustavo Petro y Luis Inácio Lula Da Silva quieren deslastrarse por completo de la sombra comunista, no quieren ligarse a ninguna revolución, de hecho, procuran abandonar caminos andados en términos de propaganda política de izquierda.
Sucede también, que la antipolítica es una tendencia bastante trabajada desde las redes sociales, con el llamado “shitposting” y la cultura de la cancelación, a la delantera de una estrategia de control social que se pierde de vista.
La izquierda más “roja” ha sido un poco torpe para entender esto. Sin embargo, abandonar todas las conexiones con los más vulnerables podría revertirse, en aquel punto, donde ya no se sepa con exactitud a quién representa cada quién.
Pero Petro y Lula, advierten una llegada al poder plagada de contradicciones en la que el progresismo sería una fresca opción a los desgastados gobiernos neoliberales que, entre otras cosas, no supieron cuidar de la gente en la pandemia.
Garantizar certezas, seguridad en todos los ámbitos, sería el norte de Petro y Lula, y ello podría dejar para después la agenda integracionista latinoamericana. Todo está por verse.