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La memoria de la II República y la tergiversación de la historia de España

Hace unos días se celebró el 88 aniversario del nacimiento de la II República, el período más progresista y avanzado, socialmente, de la historia española. Pero, aún hoy en día, la historia de ese período sigue siendo un campo de batalla ideológico en el que se siguen posicionando grandes sectores sociales, sin que se reconozca la verdad.

Hace unos días se celebró el 88 aniversario del nacimiento de la II República, el período más progresista y avanzado, socialmente, de la historia española. Pero, aún hoy en día, la historia de ese período sigue siendo un campo de batalla ideológico en el que se siguen posicionando grandes sectores sociales, sin que se reconozca la verdad.

Las nuevas generaciones reclaman saber lo que se les ha ocultado, debido a la tergiversación de la historia española, sobre todo en referencia a la II República, las causas de la guerra civil, la dictadura fascista y la Transición. Esa tergiversación se ha basado en el control que los sectores más conservadores han tenido sobre el academicismo y los medios de comunicación, y ha perpetuado unos conceptos que han provocado que la democracia española sea muy deficiente.

Se han desarrollado tres interpretaciones diferentes de la II República. La primera, que se desarrolló tanto durante la dictadura como durante la Transición, pero que aún perdura en la cultura democrática de nuestro país, se centraba en que fue una época caótica, responsable de la guerra civil, un caos que obligó al golpe de estado que intentaba “restablecer el orden”, a través del establecimiento de una dictadura fascista. Esa misma interpretación señalaba que la dictadura fue la verdadera fuerza democratizadora de España, que desembocó en la Transición. El proceso habría sido liderado por una monarquía que dirigió el establecimiento de una democracia moderna, comparable a cualquiera de las de nuestro entorno.

Durante la Transición apareció una segunda interpretación que se considera como “centrista”, que planteaba la idea de considerar a ambos bandos como responsables de la guerra civil, debido a los graves errores que provocaron el conflicto y los delitos cometidos, una visión equidistante, a la hora de repartir las responsabilidades. Además, se reconocía la necesidad de condenar el golpe y la dictadura, pero defendiendo su impacto modernizador y la “modélica” Transición. Y, por supuesto, el papel de liderazgo de la monarquía. En ese rol de equidistancia, se continúa considerando a la II República como la causa que derivó en la guerra civil, atribuyendo a las fuerzas progresistas la responsabilidad del fracaso republicano. Se trata de una interpretación que, incluso hoy en día, se sigue defendiendo en los grandes medios de comunicación y en los círculos políticos del país. En esta versión desaparecen las dos Españas enfrentadas, aunque, en realidad, se mantenía el dominio absoluto de una sobre otra.

La versión más minoritaria, la tercera, prácticamente marginada en la cultura política y social de España, es la que considera a la II República como el período más importante en la modernización de España, durante el siglo XX. Esta visión interpreta el golpe como el precursor de una dictadura fascista cruel y represiva, que culminó en una Transición muy poco “modélica” hacia una democracia imperfecta, que perpetuó los enormes privilegios y beneficios de los principales lobbys que habían apoyado a la dictadura.

República

El principal problema, a la hora de entender porqué se han desarrollado más las versiones que condenan a la II República es la gran diferencia que existe entre la cultura popular, en la que la televisión apenas ha mostrado otra cara que la primera o segunda versión, y la cultura académica, que sí ha aceptado una versión más progresista y real de la República. Las únicas excepciones a este desarrollo se ha dado en Catalunya y el País Vasco, donde se ha mantenido viva la memoria histórica, aunque en ocasiones presente un fuerte sesgo nacionalista.

En la cultura popular siempre que se ha mostrado la represión de la dictadura, se ha hecho desde una visión equidistante, presuponiendo que ambos bandos cometieron los mismos crímenes (maximizando los de unos y minimizando los de otros). Tal como describe Vicenç Navarro, así se subraya “un equilibrio interpretado como objetividad”. Esta representación minimizada de la violencia de la dictadura nunca ha mostrado toda la completa dimensión de la misma, nunca ha analizado el papel de los grandes apoyos del régimen franquista, como la iglesia, las grandes empresas, la banca y, por supuesto, la monarquía. También se minimiza el hecho de que las víctimas del bando franquista fueron ampliamente reconocidas durante la dictadura.

La realidad sobre la II República

 

Por mucho que algunos se empeñen en repetirlo por activa y por pasiva, la II República no fue la culpable de la guerra civil. Muy al contrario, el conflicto estalló debido a la oposición de los sectores más reaccionarios a las reformas emprendidas por la República, que afectaban gravemente al estatus de esas élites: un nuevo sistema educativo público, que atacaba a la hegemonía de la iglesia y su aparato de adoctrinamiento; una reforma agraria que eliminaba gran parte de los privilegios de la iglesia y los grandes terratenientes; leyes sociales como el divorcio y el aborto, que se enfrentaban a los valores más tradicionales de la derecha y la iglesia; los derechos laborales que permitían mejorar la vida de los trabajadores, permitiendo la organización laboral, frente a los intereses del empresariado; la reforma del ejército, que se enfrentaba a los derechos establecidos de la cúpula militar; el reconocimiento del pluralismo nacional, etc.

Todas estas reformas, propuestas por fuerzas políticas progresistas, permitieron como nunca que se alcanzase la mayor influencia de la izquierda en España. Una influencia como no había tenido nunca antes, ni ha tenido después.

Es cierto que las fuerzas progresistas de la República cometieron graves errores. Y que durante la guerra tuvieron lugar graves violaciones de los derechos humanos que deben denunciarse, aunque no fueron cometidas por gobiernos republicanos, sino por sectores de exaltados. Pero, de ahí a equipararlas en las teorías que distribuyen las responsabilidades a ambos bandos por igual, va un mundo. Si hay que distribuir responsabilidades, están bastante bien delimitadas: la guerra civil y la dictadura fue provocada por los intereses económicos, políticos y sociales de determinados grupos, que se alzaron contra un gobierno legalmente constituido, en defensa de sus propios intereses corporativos.

Estamos pagando un alto precio político, económico y social por la falta de reconocimiento REAL de lo que supuso la II República. De ahí la urgente necesidad de que las fuerzas progresistas recuperen la memoria republicana, de la guerra civil y la dictadura, mostrando también una visión mucho más crítica sobre la Transición. Es hora de recuperar sus símbolos de justicia, solidaridad y democracia.