El reto de Petro: transformar 500 años de clasismo, racismo y odio político
El candidato a las elecciones presidenciales en Colombia, Gustavo Petro, tiene retos importantes a los cuáles enfrentarse.
Es lamentable sabido que la violencia política y de clase colombiana es una de las más desoladoras y destructoras del tejido social en América Latina.
De esto está completamente seguro Gustavo Petro, candidato prácticamente ganador de al menos un puesto en la primera vuelta dentro del balotaje colombiano del próximo domingo 29 de mayo.
Su certeza meridiana sobre la violencia como correlato de lo político en su país, responde no solo a su experiencia personal plagada de persecución y amenazas, sino también a las historias y vivencias que ha logrado recoger del pueblo profundo durante su larga vida política.
Esta realidad, le ha de hacer pensar hasta dónde puede en una primera instancia empujar hacia un cambio sustancial y radical del destino del país granadino.
Hasta qué punto puede instaurar un gobierno de corte progresista moderado o un gobierno de amplia base con un fuerte sentido por la innovación en lo que a gestión pública y transformación social se requiere.
La violencia en la política
Se cuentan por miles las víctimas, los presos políticos desmovilizados, desaparecidos y pare usted de contar. La violencia estructural en Colombia es, en fin, un agente potenciador de la transfiguración de lo cotidiano en miedo e incertidumbre.
Incluso en los procesos eleccionarios, la violencia como en pocos escenarios es responsable activa de ganadores y perdedores. Es un actor interviniente y decisor, un agente vivo que interfiere en lo público y lo privado.
Mantener el poder
Es por ello que Gustavo Petro, de ser elegido y legitimado por las estructuras de poder colombianas ha de tener tino y mucho mimo a la hora de desplegar su programa y acción política.
Una vez asumido el poder, es necesario mantenerlo y emplearlo para los objetivos políticos históricos planteados.
La izquierda latinoamericana estaría dando una gran lección al mundo, pero se hace imprescindible sostener el espacio de lucha ganado y de ahí comenzar a construir puentes hacia el desarrollo de lo programado.
La historia de la izquierda suramericana en este joven siglo ha sido prolifera. Desde distintos perfiles y formas organizativas, los movimientos y partidos han sabido remar hacia procesos victoriosos.
De ganar Gustavo Petro no estaría solo en el continente. La internacionalización de la lucha le favorece en lo práctico y estratégico.
Es por ello que mantener el poder y asumir un ritmo pausado pero seguro, le auguraría una apropiación simbólica y real del terreno político de un país convulso pero con ganas y posibilidades reales de avanzar y transformar 500 años de clasismo, racismo y odio político.
Cambiar la violencia por resultados, es un reto y una necesidad histórica para el pueblo colombiano de a pie que sigue a Petro y su discurso fuerte y sensible, hacedor de nuevos horizontes de sentido y solidaridad.