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VOX: la bestia fascista no ha encontrado campo fértil

VOX ha visto quebrarse la posibilidad de hacerse del poder en Andalucía, con unos resultados deplorables en la jornada electoral.

Las elecciones en Andalucía dejan varias cosas para pensar. Entre ellas, una de las más interesantes, ha sido el desplante que le ha hecho el electorado sureño a la ultraderecha populista enraizada en la tolda verde, Vox.

A pesar del aguijoneante discurso de Macarena Olona, su pobre participación, más propia de una recién llegada a la política que de una mujer imbricada en la razón sensible de una región como Andalucía; ha encontrado en los resultados obtenidos un reflejo desdibujado de sus apetitos.

El freno impuesto a VOX responde ciertamente a varios factores. Entre ellos, la poca conexión con la base organizada, la poca potabilidad de la candidata, el retorno del voto del Partido Popular a su casa y sobre todo el rechazo de la gente por un proyecto radical, clasista y alejado de lo esencial: las carencias de la gente.

A pesar de ser Andalucía una comunidad plagada por problemas de todo tipo, social, laboral, económico, humano y un largo etcétera; la voracidad de la bestia fascista no ha encontrado campo fértil para su andar.

Las intenciones de convertir a Andalucía en el previo de un posible crecimiento exponencial de las apetencias de Vox, muy por el contrario, han servido para desnudar al rey; para señalarle y dejarle en un rincón de la política española, de dónde esperamos no tenga capacidad para salir.

A diferencia de Castilla y León, el abierto interés del presidente de la junta de Andalucía, Juanma Moreno, por gobernar en solitario, es decir, sin necesidad de recurrir al voto de Vox; respondía a un cambio de estrategia en el seno del partido del recién estrenado Alberto Núñez Feijóo.

A claras luces la idea es alejarse de los extremos, y esto es lo que representa Vox en la vida política española.

Su magra mejoría, solo dos escaños más de los que lograron en la última contienda; los ubica sí como tercera fuerza andaluz, por encima de la desmadejada izquierda. Sin embargo, su campo de acción no crece ni se profundiza.

Son buenas noticias por lo pronto.

El PP y su triunfo ha sido clave para este desenlace. Las incontables veces que Moreno apeló al gobierno en solitario, encontró espacio fecundo en los votantes naturales de su partido. Sirvió para incorporar en el imaginario colectivo lo innecesario que era buscar apoyos sospechosos cuando se podía caminar de manera autonómica.

En fin, el PP ha hecho lo que debió hacer la izquierda andaluza, aún desconcertada y burocratizada; perdida en sí misma y sus egos, ha perdido el norte y sentido.

Debió ser la izquierda el cortafuegos contra las posturas casi ficcionadas de Macarena Olona y su laberíntica decadencia.

En fin, queda tiempo para reflexionar, valorar las bajas y seguir apuntando hacia mejores derroteros.

Como tarea pendiente queda alejar la idea en el electorado español, de que Andalucía es lo que puede ser España en su totalidad.