Cinismo imperial (I): la amenaza de la migración
El drama humano de la migración ocurre mientras el cinismo imperial subyace a la manipulación de un relato donde el que paga, se da también el cambio de vuelta.
La migración deriva de las condiciones extremas que imponen la guerra y las desigualdades. El que se va no lo hace a gusto, lo hace porque carece de esperanzas de poder vivir mejor en su propio territorio y el desplazamiento implica una especie de desgarre espiritual que no todos están dispuestos a sobrellevar.
Pero si del otro lado de la frontera, o más allá, os espera una vida idílica repleta de comodidades y certidumbre, pues a por ello. Sin embargo, en las naciones imperiales nadie espera por el migrante, mucho menos por el que llega sin dinero.
Según la ACNUR, 89,3 millones de personas se van de su lugar de origen por diversas circunstancias, principalmente el hambre y la guerra; ambas hijas de un sistema que las perpetúa en la medida en que una élite decide tenerlo todo y dejar al resto con poco.
Realidades macabras
Vamos directo al asunto del cinismo imperial. Según los propios datos de las Naciones Unidas, los dos países que más sufren el desplazamiento de sus ciudadanos son, actualmente, la República Árabe Siria y la República Bolivariana de Venezuela.
Ambos países son atacados frontalmente a través de una guerra multidimensional que los EE.UU. les plantó porque sí, o mejor dicho, por el petróleo.
Siria fue bombardeada por los EE.UU. en 2017; pero antes de ello permanecía un conflicto civil alentado por Norteamérica para sacar a Bashar Al Assad, tal y como lo lograron con Muammar Gadafi en Libia.
De Siria han partido 6,8 millones de sus ciudadanos; quienes hoy día procuran retornar lentamente, en vista de que han ido cesando los enfrentamientos.
El caso de Venezuela
Por su parte, Venezuela ha visto salir a 4,6 millones de venezolanos, en un fenómeno sin precedentes en el cual han intervenido también los EE.UU. pero bajo mecanismos más sutiles y no menos despiadados.
El hambre y las fallas en los servicios públicos, ambos resultado de las medidas coercitivas emitidas por EE.UU. desde 2014, fueron la estocada final de una operación psicológica que comenzó prácticamente cuando llegó el chavismo al poder el 1999.
Pero lo macabro reside en que precisamente el que promete libertad, no es el que está dispuesto a recibir a los libertados.
EE.UU. impone cada vez más restricciones al ingreso de venezolanos, quienes se atreven a cruzar a pie la selva del Darién para llegar a México y luego a la frontera con EE.UU.
La principal consecuencia de la guerra emprendida contra Venezuela, es hoy convertida en el relato estadounidense como una amenaza que en la realidad no es combatida, sino propiciada para luego criminalizarla y sostener un negocio clandestino que proporciona miles de millones de dólares a las mafias de la trata de blancas.
El negocio clandestino
No obstante el cinismo imperial, como ya hemos dicho, la migración es un verdadero negocio.
Citando el caso venezolano, por solo mencionar uno de ellos, los datos recopilados por el periodista Arlenin Aguillón en su trabajo “El trasfondo comercial de la migración venezolana”, revelan que efectivamente, la migración, lejos de ser una amenaza para la seguridad de los EE.UU., es un fenómeno que le aporta grandes ganancias tanto en lo económico como en lo político.
“La Organización Internacional de Migraciones (OIM), estima que esta industria genera, globalmente, más de diez millones de dólares anuales. Tomando solo en cuenta los migrantes que van desde América Latina hacia los Estados Unidos”, destaca Aguillón.
Los “beneficios” del imperio
En la reciente y poco concurrida Cumbre de las Américas, celebrada en Los Ángeles, California; los países asistentes, con Joe Biden como principal líder y anfitrión, emitieron un documento denominado “Declaración sobre la Migración y Protección de Los Ángeles”, en el cual se efectúan diversos exhortos con la finalidad de inyectarle más recursos a la “atención” de los migrantes.
“Una migración segura, ordenada y regular” es la aspiración de la Declaración de Los Ángeles, en la cual no se entra en detalles acerca de cómo se beneficiarán los miles de migrantes que tratan de cruzar la frontera con los EE.UU.
Mientras el documento expresa que el objetivo es “mejorar el acceso de todos los migrantes, los refugiados y los apátridas a los servicios públicos y privados y a la inclusión social”; la administración Biden devuelve a miles de migrantes sin ninguna garantía de su seguridad personal.
A pesar de haber aprobado la extensión, el Estatus de Protección Temporal (TPS), para los venezolanos que ya han ingresado a los EE.UU., el requisito de visado por parte de México impulsa a los migrantes a escoger rutas peligrosas como la del Tapón del Darién.
Recientemente, un camión con 53 migrantes muertos fue encontrado en San Antonio, Texas. Entre los fallecidos había 4 niños.
El drama humano de la migración ocurre mientras el cinismo imperial subyace a la manipulación de un relato donde el que paga, se da también el cambio de vuelta.