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La historia del “gaslighting” ó luz de gas

¿Cuántas veces no te han dicho “estás loco/a”? Si es así, debes aprender a distinguir si eres víctima del llamado "gaslighting".

Después de la repentina polémica y debate que desató la última entrada en la que explicaba el mansplaining, surgió esta idea de plantear términos novedosos de los cuales quizás no se hable mucho. Entre ellos está el gaslighting, o en su traducción al español, “luz de gas”.

Su origen se remonta a un hecho bastante curioso e interesante, pero no se puede pasar por alto que pretende nombrar a una de las prácticas más frecuentes en los últimos años.

Por si había alguna duda, el gaslighting puede ser muy nocivo para la salud mental de quien lo recibe, persona que probablemente necesite terapia al salir de ese círculo vicioso.

Ahora bien, la Real Academia Española (RAE) traduce el término gaslighting como «hacer luz de gas a alguien», y lo define como “intentar que dude de su razón o juicio mediante una prolongada labor de descrédito de sus percepciones y recuerdos”.

De ahí que, el mismo Diccionario de la Lengua Española, explicó que esta locución tiene su origen en el filme Gaslight, de George Cukor. Se tradujo al español como “Luz que agoniza”, y la protagonista era sometida a ese proceso.

Por otro lado, también se atribuye el origen de la expresión a la obra de teatro homónima de Patrick Hamilton, en 1938.

El arte de manipular

Según la psicóloga de la Universidad de Buenos Aires, Valeria Bedrossian, el gaslight consiste en manipular a una persona por medios psicológicos para cuestionar su propia cordura y someterla, generando dependencia de su agresor.

Añade que, aunque se trata de una expresión coloquial para definir lo que en psicología clínica se llama descalificación, en la actualidad se utiliza este término con mayor frecuencia, aunque sigue siendo útil para reconocer de una manera más sencilla este comportamiento.

Para poner un poco en contexto, en la cinta cinematográfica Gaslight, las luces de gas de una casa de la Inglaterra victoriana se encienden y se apagan sin explicación alguna. Además sucede constantemente.

Por eso, el personaje interpretado por Ingrid Bergman empieza a caer al borde de la locura, ya que la situación sube de nivel paulatinamente. Después aparecen los ruidos extraños que escucha durante la noche.

Tras esos eventos, los objetos empiezan a desaparecer y es señalada como culpable, puesto que su marido y las sirvientas de la casa le dicen que todo “vive en su imaginación”.

Supuestamente, ella es la única que escucha y percibe estas cosas, por lo que empieza a cuestionar su propia cordura cuando las personas que están en el entorno reafirman ese pensamiento.

Por si fuera poco, durante la película le revelan que su madre falleció en un manicomio por una afección parecida. Ese hecho solo hace acelerar el proceso de locura inducida.

Una estrategia para dominar

Pues no, ella no se estaba volviendo loca. Resulta que el juego de la luz, la oscuridad, los ruidos y las voces que escucha son producto de la conspiración que está llevando a cabo su esposo. El objetivo es simple: lograr que ella enloquezca.

Y si la historia les resulta familiar, hay un montón de películas que reflejan este tipo de comportamiento, el cual suele ser preferido para el género de terror, misterio y suspense en la mayoría de las ocasiones.

Jack Nicholson, en El Resplandor de Kubrick (The Shining, 1980), también tiene ese modus operandi, ya que intenta convencer a su esposa de que los acontecimientos del hotel embrujado en el que se están hospedando son producto de su imaginación, y que el comportamiento psicópata que él empieza a mostrar no es real.

Un patrón similar

En esos dos casos hay elementos muy similares, pero lo cierto es que distinguir si una persona está siendo víctima de gaslighting es sencillo, pues solamente requiere de cierta observación.

Entre los factores más comunes está que un individuo comience a sentir mucha confusión, incomodidad, o percibe que algo no está bien pero no entiende el qué, ya que alguien más le está diciendo que eso no es así como piensa.

Por esa razón, la persona dudará de sí misma. Según explica la psicóloga Bedrossian: “Es un nivel de violencia pasivo-agresiva en la cual la persona, diga lo que diga, siempre está desestimada”.

“Es una situación paradójica en la cual la víctima no puede defenderse. Si lo quiere hacer, muchas veces no hay evidencias concretas”.

Si bien se le llama “abuso psicológico sutil” por la forma en que se aplica, tiene efectos muy negativos que pueden afectar a la autoestima, la seguridad, la estabilidad mental y la cordura de una persona.

En palabras de diversos expertos en la materia, los efectos que puede provocar el gaslight continuado en una persona, pasan desde la confusión primaria a la pérdida de autoestima o el estrés, hasta llegar incluso a la ansiedad o a la depresión.

Así que dudan de su propio raciocinio y memoria, por lo que depositan este control en quien infringe la manipulación. Es entonces cuando el agresor adquiere mayor fuerza.

En relaciones amorosas

Esta práctica no tiene género, así como también puede surgir en cualquier tipo de vínculo emocional. No obstante, suele ser más frecuente en relaciones amorosas.

Un gaslighter quiere tener el dominio en la relación, por lo que se valdrá de todos los mecanismos para someter al contrario. Esto implica repetir falsedades hasta que se conviertan en “verdades”.

Así que si alguien se enfrasca en intensificar una disputa a través de más ataques, más culpas, más negaciones y frases del estilo “estás actuando como una loca” o “estás exagerando”, lo mejor es huir porque ahí está la gran red flag.