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Cómo envejece el régimen del 78. Gerardo Iglesias y el sistema imperfecto

El exsecretario general del PCE, Gerardo Iglesias, sigue pendiente de una serie de cuidados y de una operación para poder reducir sus dolencias.

La historia del político de izquierdas Gerardo Iglesias, exsecretario general del PCE, es en parte la historia de muchos hombres y mujeres que, dando todo de sí por una causa histórica como lo fue el período de cambio del 78, al llegar a la vejez terminan abandonados a su suerte, rodeados de la soledad y sinsabores que les arroja de vuelta un sistema imperfecto y apalancado en profundas contradicciones.

A pesar de formar parte de partidos u organizaciones que luchan por transformar la realidad, esta les muestra de la manera más cruda en sus cuerpos y vidas, los deberes que aún arrastra la sociedad actual en relación a reivindicaciones sociales de larga data.

Esto, en parte, nos revela esa relación compleja y laberíntica que tejen la vejez y la política.

En un país como España, con un claro envejecimiento de sus índices demográficos, uno de los más altos del mundo; es importante hoy mirar más allá de la sociología electoral y revisar con detenimiento qué ha pasado con quienes han tributado desde la historia construida.

Últimos acontecimientos

Las últimas noticias conocidas sobre Gerardo Iglesias son de antología. Hace unos días, en una entrevista dada al medio El Confidencial, seguía denunciando con dignidad la lamentable situación que padece desde hace años como consecuencia de malas praxis: cinco brutales operaciones, la indiferencia del aparato público y retardos médicos por doquier, además de un sinfín de desafortunados acontecimientos que le acompañan desde su accidente en la mina como trabajador.

En palabras de Iglesias: “No quiero ir de valiente, pero si no fuera una persona con una infancia muy dura, bregada en cárceles y torturas (durante el franquismo), no hubiera aguantado. Soy consciente de que el proceso de desmoronamiento es muy rápido, pero no estoy dispuesto a claudicar. Voy a defenderme hasta el final. Las noches son un infierno, pero no quiero sucumbir con la boca cerrada, no es mi estilo. No he venido a este mundo a soportar hostias en una mejilla y a poner la otra”.

Estas son las declaraciones de un hombre que ha luchado en desventaja con el establishment, pero no cederá ante la ignominia.

Desde el 2014, espera por una operación que pudiera aminorar su terrible situación. Sin embargo, aún espera como muchos una respuesta del sistema público de salud.

La política española debe revisar su actuación frente a esta primera línea de luchadores por la libertad. La deuda histórica es impagable, pero al menos debe ser tomada en cuenta. Cada vez son menos, ¿a qué esperan?