Brainwashed: la crítica de George Harrison al nuevo siglo que apenas llegó a conocer
El pasado 25 de febrero se celebró el 76º aniversario de George Harrison, es por ese motivo por el que en el dominical de hoy nos centraremos en la figura del músico británico y en su último proyecto, “Brainwashed”, que fue publicado de manera póstuma tras su muerte a causa de un cáncer de pulmón.
Siempre he querido imaginar qué siente una persona que sabe que va a morir. Si sabe a qué va a dedicar el resto de su tiempo o con quién va a pasarlo. Lo cierto es que yo tengo un hijo e intentaré estar con él todo lo que pueda, pero más allá de eso no tengo muchas razones para seguir aquí.” George Harrison.
Si comenzar el relato de la vida de un artista en una época concreta de su madurez resulta un ejercicio de elipsis muy complejo, hacerlo sobre un George Harrison que sabe que está viviendo sus últimos momentos de vida podría ser considerado como un acto de rebeldía hacia la cultura de la juventud. Y si además, la senectud de un músico de la envergadura de Harrison ha de competir contra una etapa tan apoteósica como la que el británico dedicó a ser el guitarrista de una banda tan popular y mítica como The Beatles; la derrota resulta aún más evidente.
Deseado por numerosas mujeres, amante de la India y de personalidad calmada y humilde, el integrante místico de la banda británica por excelencia será recordado para siempre por canciones que compuso para The Beatles como “Here comes the sun”, “Something” o “While my guitar gently wheeps” y también por otros éxitos que llevó a cabo en solitario tales como “What is life”, “I got my mind set on you” o “Blow away”. Canciones en las que queda patente su genial dominio de la guitarra siempre unido con una voz especial que fue mejorando su afinación con el paso de los años.
Pero “Brainwashed” estaba lejos de ser un CD digno de aquel joven popular que vivía su vida entre viajes, lujos y espectáculos. Aquel que a pesar de haber sido erróneamente calificado como “el tercer beatle” era aclamado por la crítica gracias a su brillante y personal ejecución de la guitarra eléctrica. “Braiwashed” es ese tipo de proyecto musical rodeado de un aura de tristeza, aislamiento social y una cierta agonía disfrazada de metáforas y lenguaje irónico.
Este relato se convertirá en la historia de la vejez de un músico en solitario que no pudo nunca vencer al interés de aquellos tiempos de plenitud en la que triunfaba siendo parte del cuarteto de Liverpool. La de un hombre que, a pesar de llevar toda su vida tratando de encontrarse a sí mismo entre rezos y creencias orientales diversas, nunca supo definirse ni acostumbrarse al mundo que le rodeaba. Tal y como comentó el propio George Harrison en el documental de la grabación de “The making of Braiwashed”: “Si estoy en mi jardín me encuentro bien, pero si salgo ahí afuera no siento que este sea mi planeta”.
No obstante, una declaración aún más conmovedora fue la que hizo con respecto a la propia asunción de su enfermedad terminal. “Siempre he querido imaginar qué siente una persona que sabe que va a morir. Si sabe a qué va a dedicar el resto de su tiempo o con quién va a pasarlo. Lo cierto es que yo tengo un hijo e intentaré estar con él todo lo que pueda, pero más allá de eso no tengo muchas razones para seguir aquí”.
Lo cierto es que si hay algo que hace especial a este disco es la complicidad entre padre un padre y su hijo. Dhani y George Harrison trabajaron juntos en el estudio de grabación instalado en Friar Park, la impresionante mansión neogótica situada en la localidad de Henley-on-Thames en la que residía la familia Harrison y que era propiedad del exbeatle desde los años 70.
Dentro de Friar Park el proceso fue largo y un tanto agorafóbico, pues Harrison involucró de una forma muy especial a sus amigos y familiares sin apenas salir de su propia vivienda. George había decidido contar únicamente con músicos y profesionales de confianza para elaborar su álbum. Como ya hemos dicho, su principal apoyo fue su propio hijo, quien no solo se dedicó a las labores musicales y de producción, sino que también fue el principal diseñador de la llamativa portada del CD. Una portada que captura con gran ingenio todo el fundamento crítico del disco, del cual hablaremos más adelante.
Cuando en tu reproductor suena “Brainwashed”
Con una duración de poco más de 47 minutos, “Braiwashed” es capaz de recoger la esencia de una personalidad única. En tan solo 12 canciones, Harrison hace un resumen de su propia identidad e inquietudes, a la vez que demuestra que la creatividad constante y tener un estilo reconocible no son dos conceptos reñidos, sino virtudes indispensables a la hora de hablar de un auténtico artista. George Harrison reafirma este talento en cada una de sus composiciones, las cuales deben ser analizadas en conjunto para conocer el carácter del británico.
Misticismo, pasión por la naturaleza, crítica y sentido del humor, “Braiwashed” es como un mantra que desafía a la muerte del artista rodeando toda su vida y emociones. Cuando en tu reproductor suena “Braiwashed”, Harrison renace con versos y acordes bajo el brazo. Versos donde los principios de un hombre parecen no tener final.
Desde el cálido abrazo de “Any Road”- donde Harrison nos calma y nos dice que si no tenemos objetivos claros simplemente sigamos cualquier camino- hasta el estilo ácido y ecologista de “Pisces Fish”, pasando por geniales “Stuck Inside A Cloud” o el colosal cierre del disco con la canción “Braiwashed”, que da nombre a todo el proyecto de una manera muy acertada, ya que el objetivo del músico es hacernos reflexionar sobre “el lavado de cerebro” al que somos sometidos desde la escuela y que promete ir a más a medida que la publicidad tiene un mayor peso en nuestras vidas. “Brainwashed” es un disco perfecto para los amantes de cada una de las facetas de George Harrison, especialmente aquella que es transversal a un sistema alienante y que es amante de la artesanía y la pureza. “Solo somos personas tocando guitarras y proyectando voces sobre micrófonos”, afirmó el músico sobre último trabajo.
Sin embargo, Harrison no solo se despidió de nosotros con una crítica al presente que vivía en aquellos años 2000, sino también con una réplica hacia las estructuras del pasado que continúan teniendo poder en una sociedad que se supone avanzada. A la vez que los alardes místicos que lo llevaban acompañando durante décadas ponían la cara positiva y el alma cándida al CD, otras formas religiosas tradicionales como el catolicismo eran caricaturizadas. En “Vatican Blues”, un ingenioso George convertido en un claustrofóbico y excatólico nos describe su hilarante y demoledora visión de la religión en la que fue criado.
Pero sin duda, bajo mi punto de vista, si una canción debe ser destacada sobre las demás fue aquella que no necesitó de los esforzados pulmones de George para dejar una emotiva impronta. Hablamos de “Marwa Blues”, una composición donde la siempre agudísima guitarra que caracterizaba el estilo del artista se deshacía entre sus dedos, cual si las notas fuesen aquel último trozo de arena que quedaba por caer en el receptáculo de un reloj. Cada silencio, cada acorde y cada rasgueo de “Marwa Blues” parece acercarse cada vez más a la leve cintura del paso del tiempo.
Puede que tal vez esta agonía no fuese la intención del artista, y menos en un CD que parece que querer negar el propio valor material de la vida. Sin embargo, esta magnífica pieza que se encuentra en la mitad del camino en la lista de canciones es capaz de fundirme la tristeza y angustia a través de la mezcla del Raga Marwa con un George Harrison sin filtro, calmado, en plena ebullición, dispuesto a abandonar un planeta al que nunca perteneció.