Dijo Quevedo: «por hipocresía llaman al negro moreno; trato a la usura; a la putería, casa; al barbero, sastre de barbas; y al mozo de mulas, gentilhombre del camino». Siglos más tarde, George Orwell también nos advirtió sobre la perversión del lenguaje a través del concepto de “neolengua”. En su novela “1984”, el autor presenta un sistema totalitario basado en el control del lenguaje y, por ende, del pensamiento de los ciudadanos; una obra sobre la manipulación del lenguaje como herramienta para limitar nuestra capacidad crítica.
El sistema capitalista siempre ha realizado un doble expolio: el de nuestra mano de obra y el de nuestro lenguaje. El capitalismo manipula la actividad lingüística con el fin de dibujar una realidad favorable a sus intereses, un mundo irreal para vender a los oprimidos. En este sentido, uno de los grandes logros del capitalismo ha sido hacer creer a la clase obrera que somos “clase media”. ¿Clase media? ¡Seguimos siendo obreros!
El lenguaje, por tanto, se convierte en una de las grandes armas de la lucha de clases: una herramienta que pretende ocultar la explotación de la clase trabajadora y la dominación capitalista bajo bonitos conceptos que disfrazan una oscura realidad.
Capitalismo: economía de mercado. Empresario: emprendedor. Clase obrera: clase media. Mejora de la competitividad: congelación de salarios. Activos ocultos: dinero negro. Modificación tarifaria: subida de precios. Gravamen de activos ocultos: amnistía fiscal. Flexibilidad laboral: abaratamiento del despido. Reformas: recortes salariales. Reorganización de servicios públicos: privatizaciones.
Todos, en mayor o menor medida, somos cómplices de esta situación. En los medios de comunicación tradicionales, financiados por el capital, leemos eufemismos elaborados para confundir. Convierten comportamientos, situaciones o conceptos inaceptables en nuevos vocablos que no solo no suenan mal, sino que se visten de “tendencia de moda”. Así nos oprimen, así nos reprimen, sin que muchos de nosotros nos demos cuenta. Los ingenieros del lenguaje manipulan nuestro pensamiento a través de eufemismos y de la distorsión, inventándose palabras que enmascaran la explotación bajo un halo de modernidad.
>>El capitalismo nunca dejará de ser un sistema criminal<<
“Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje puede corromper el pensamiento”. George Orwell.
Repasemos algunos de los neologismos con los que nos intentan engañar hoy en día.
NESTING
Disfrazado de “tendencia de moda” entre los jóvenes, el nesting consiste en no salir de casa en todo el fin de semana con la idea de poder relajar la mente y reducir el estrés de la semana laboral. Bajo este concepto aparentemente inofensivo se esconde la cara más cruda del capitalismo: el nesting solo lo “disfrutan” los pobres, los que no pueden salir de casa porque su mísero salario no se lo permite. Pagar un sueldo ínfimo al trabajador para que éste no pueda ni salir de su casa el fin de semana, vestido como algo “cool” y “trendy” para enmascarar la realidad.
MINIJOBS
La palabra por excelencia para esconder la precariedad laboral. Trabajos con los que no llegas a fin de mes y que han servido para maquillar las cifras del paro durante años, pero que lo único que nos han ofrecido ha sido pobreza.
TRABAJADOR FREELANCE
Según el neoliberalismo, a los trabajadores de hoy en día les aburre un trabajo fijo y estable: prefieren ser autónomos y adaptarse a las necesidades de diferentes empresas. De esta forma, trabajan sin horario en distintos entornos laborales, lo que les proporciona una carrera profesional variada e interesante. La realidad, sin embargo, es que la gran mayoría de los jóvenes de este país no encuentran un trabajo fijo, y tienen que subsistir de forma precaria, enlazando trabajos inestables, no por gusto, sino por pura necesidad de subsistencia.
COWORKING
No ingresar suficiente dinero para poder alquilar un espacio de trabajo para ti solo ya no es una situación triste: ahora es moderno, glamuroso, cool y de tendencia. Nos venden los espacios de trabajo compartido como un mundo lleno de ventajas, cuando en la mayoría de ocasiones enmascaran una precariedad laboral que no permite subsistir en solitario.
ECONOMÍA COLABORATIVA
Amparados bajo un concepto que evoca solidaridad y cooperación, la realidad de la economía colaborativa esconde nuevos modelos de explotación laboral a través del desarrollo de las nuevas tecnologías. Bajos salarios y disminución de los derechos laborales disfrazados de trabajos flexibles.
>>Economía colaborativa: nuevas formas de explotación laboral<<
JOB SHARING
El lenguaje capitalista riza el rizo con este nuevo vocablo: en vez de crear más empleo –y de más calidad– te invitan a compartir tu trabajo y tu salario con otras personas. De esta forma, la empresa se aprovecha de distintos perfiles en distintos horarios, pagando por el precio de uno.
SALARIO EMOCIONAL
Cuántas veces hemos oído eso de: “pero es que para mí el salario no lo es todo”. Trabajadores que “prefieren” horarios flexibles o buen ambiente laboral antes que un sueldo digno. El capitalismo ha logrado, de nuevo, convertir lo que debería ser habitual en un lujo al que no todos los trabajadores tienen acceso.
TRABACACIONES
El capitalismo, ahora ya sin máscaras, se ríe en nuestra propia cara y le pone un nombre: trabacaciones. La lucha de nuestros abuelos por unas condiciones de trabajo dignas se viene al traste escondida bajo un concepto cool. Trabajar en vacaciones -con tu portátil y móvil desde la playa o la piscina del hotel-, se convierte en una tendencia chic que te hace ganar puntos en tu empresa y mostrar al jefe tu gran implicación. Hasta que te echen (porque nunca lo olvides: cuando ya no les sirvas, te acabarán echando igual, por mucha llamada que hayas atendido bajo la sombrilla de la playa).
COLIVING
En el mismo sentido del “coworking”, el coliving se viste de figura novedosa cuando no es más que el hecho de compartir piso porque no tienes posibilidad de pagarte uno tú solo. La dificultad para acceder a la vivienda, más patente si cabe en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, y los trabajos precarios han vuelto a hacer necesario compartir piso para poder emanciparse, pero esta vez con un vestido cool para revertir su verdadero significado.
Y LOS NIÑOS, ¿PA CUÁNDO?: LOS SINKIES
La próxima vez que la abuela os pregunte cuándo pensáis aumentar la familia, le podéis decir que nunca, porque sois sinkies (single + income + no kids). Un neologismo para describir a las parejas en la que ambos trabajan pero que no tienen hijos porque su mísero salario no les llega ni para vivir ellos decentemente.
“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi pensamiento”. Ludwig Wittgenstein.
En definitiva: éstos y otros conceptos disfrazan la miseria y la precariedad bajo una terminología fresca y moderna. El uso de las palabras no es neutro: utilizamos los términos que queremos para que nuestro interlocutor entienda lo que queremos transmitirle.
El capitalismo es experto en mantener las injusticias en base a disfrazarlas. El lenguaje de las clases dominantes se traslada a la clase obrera, perpetuando sus privilegios. El lenguaje es un arma y como clase obrera debemos rearmarnos para analizar el discurso del enemigo y combatirlo.
El neoliberalismo infiltra sus ideas de forma minuciosa para hacerlas pasar por otra cosa, y la clase obrera las interioriza sin percatarse. Romper con el lenguaje capitalista, engañoso y sutil, es un deber de la clase obrera: periodistas, profesores, cada uno de nosotros en nuestro entorno, debemos tomar conciencia de clase para percatarnos y no dejarnos manipular por una terminología que pretende anular nuestra capacidad crítica.