Hace un mes y dos días yo estaba en la playa disfrutando del principio de mis vacaciones. Había ido con la idea de no mirar tanto el móvil y desconectar todo lo posible. Estaba muy cerca el ataque que sufrimos del gobierno de Ecuador y arrastraba una fatiga de los últimos veinticinco meses de trabajo ininterrumpido, por lo que cumplir el propósito no me estaba siendo complicado.
Estaba con el móvil de vez en cuando, y el siete de agosto recibí una llamada de un número que no conocía, justo cuando no estaba atento. Habían pasado unos segundos desde que acababa de mirar el móvil por última vez antes de dejarlo para ir a jugar al fútbol con unos amigos, aprovechando que la marea había bajado bastante como para no molestar ni a los paseantes que iban por la orilla ni a los que tomaban el sol en sus toallas.
Lo volví a mirar al volver de la playa y ducharme, y al cogerlo después de vestirme, apareció en la pantalla una llamada del mismo número hacía solo unos segundos. Eso volvió a suceder durante los dos días siguientes. Me pareció gracioso, ¡qué casualidad! Mi estado de relajación impidió a mi mente actuar como lo hubiera hecho en mi rutina: llamar inmediatamente para ver quién era y qué quería.
Finalmente el nueve de agosto, al final de la tarde, el mismo número vuelve a llamar coincidiendo con que yo lo estaba mirando. Cojo la llamada. Habla una chica. Sin rodeos me dijo tras presentarse que “Gerard ha muerto por…“, no fui capaz de seguir oyendo. Pasaron una cantidad de segundos indeterminada hasta que pude articular unas palabras “voy a colgar“.
Mareado por el brutal golpe que la vida me había dado en el corazón, fui al salón y se lo dije a mis padres. Ellos sabían de Gerard porque mi felicidad al encontrarlo era tal que hablé de él a mi gente en varias ocasiones. En Gerard encontré a un amigo, a un confidente, a un trabajador en la mejor concepción política del término. Inteligente, capaz, empático, agradable, responsable, con hambre de mejorar. Con ganas de vivir.
Quiero creer que ambos pudimos ayudarnos gracias a encontrarnos en un punto en el que a los dos nos afectaban los mismos males, y juntos nos levantamos y decidimos caminar unidos, apostando por un proyecto que estábamos construyendo juntos.
¿Sabes Gerard? Aún me acuesto pensando en ti. Reflexiono sobre que te fuiste en el momento en el que íbamos a empezar a darle un impulso a ElEstado.Net para poder profesionalizarnos y golpear aún más duro al capitalismo en fase neoliberal. Cuando más feliz estabas, te sembraste.
Atesoro en mi memoria nuestras conversaciones, en las que tú decías algo que me representaba absolutamente, y yo en mi respuesta hallaba la misma impresión en ti. Nuestra amistad se forjó rápidamente, y se fortificó a lo largo de los meses. Pocas veces me ha pasado en mi vida conocer a alguien y conectar al segundo. Las puedo contar con los dedos de una mano. Y me sobran dos.
Me dijiste que hiciera un grupo con todos los responsables, y acepté hacerlo solo en el mes de agosto para que os pudierais comunicar cuando yo estuviera en la playa. Tú me dijiste que lo mantuviera y yo no quería. Hoy sigue vigente el grupo, y así será hasta que este proyecto dure. Como siempre tenías razón hermano.
Te llevo en cada latido de mi corazón y cada vez que tomo una decisión te tengo presente. No haré nada que no te represente. Ya que la vida fue injusta contigo, tus compañeros ElEstado.Net vamos a desvivirnos por equilibrar la balanza todo lo posible.
Jamás me olvidaré de ti. Te echo muchísimo de menos.
Gracias por todo.
Hasta la victoria siempre.