Tenía tan solo 21 años cuando Mia Khalifa se adentró en las garras de la industria del porno, y es en la actualidad con sus 26 cuando destapa la realidad que sufrió en el pasado. Mia ha decidido dar voz a su experiencia personal, que tantas otras mujeres padecen y no disponen de los suficientes medios para expresarlo.
“Tomé mis propias decisiones, a pesar de que fueron decisiones terribles”, relataba Mia para la BBC, poniendo de manifiesto lo que realmente esconde esta trama de opresión y explotación hacia la mujer llamada porno.
La pornografía no es más que otra de las múltiples formas que adopta la violencia machista, en la que la mujer es tratada como un objeto, más bien como un objeto sexual que es utilizado de la forma más complaciente para los hombres. Tal y como relata Andrea Dworkin, activista feminista que luchó por la censura de la pornografía, “lo que se degrada es el concepto de lo “femenino”“.
En el trasfondo de esta industria que genera miles de euros anuales, encontramos la cultura patriarcal, aquella en la que el hombre se siente con derecho a poseer, y en la que tiene por naturaleza un rol de poder. Este poder masculino se manifiesta, entre otras muchas formas, a través de la cosificación de la mujer, que supone un tipo de violencia hacia ella.
Se plasma esta supremacía masculina, y volviendo al caso de Mia Khalifa, en la opresión que ejercieron los productores para que Mia realizara un vídeo con el hiyab puesto, aún sabiendo las posibles consecuencias negativas que acarrearía. La dominación e intimidación a la que fue sometida Mia, y a la que se someten miles de mujeres que están en la industria pornográfica, es tan grande que cometen actos en contra de su voluntad, arremetiendo incluso contra sus principios.
Una visión mucho más alejada es la de Amarna Miller, férrea defensora de la pornografía, la cual se empeña en normalizar los prejuicios en torno a esta y se ampara bajo el lema de “pornografía feminista“. Miller postula que el porno ético debe permitir una educación sexual inclusiva, para impedir que recaiga sobre la pornografía cuestiones tan importantes como enseñar sexo a los adolescentes.
Amarna, que se declara abiertamente feminista, ha dicho frases como; “rodar una escena sin que te apetezca no quiere decir que te estén obligando a grabarla“. Bajo el feminismo liberal que profesa, y desde su privilegiada posición (económica y social) perpetúa una serie de actos y conductas que alimentan todavía más la sociedad patriarcal actual. Porque, ¿se puede ser realmente feminista en un entorno que cosifica y denigra de tal manera a la mujer?
Ciertamente, el porno recibe en gran medida la influencia de la cultura patriarcal, y, es más, esta cultura representa en el porno una realidad de la vida cotidiana.